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Viudas y huérfanos, el problema

  • 26 agosto 2019 /

No podemos seguir viendo de reojo a esas viudas que lloran sin esperanza, sin pan y sin trabajo.

Noé Vega

Los ordenamientos sociales no son estáticos ni inamovibles, así como toda legislación tiene un contenido eminentemente social, no solo se enfoca en una sanción de las conductas consideradas fuera de la ley, también se orienta a la reparación y a la restitución de las víctimas; entre esas víctimas, las más inocentes, débiles o indefensas.

De igual manera, esos ordenamientos sociales y las leyes se deben orientar hacia una ética de valores que los sustentan.

En la cultura judeocristiana, esos ordenamientos y leyes están orientados hacia lo más elevado que el hombre puede concebir, hacia lo divino. Y si partimos de la noción que nosotros somos parte de esa influencia judeocristiana, esta cultura religiosa exigió siempre, desde sus inicios, un cuidado, una dedicación y un apartado muy especial, del que se hicieron eco de manera muy enfática los contestatarios profetas del Antiguo Testamento judío, al cuidado de las viudas y los huérfanos.

¿Cuántas viudas tenemos en Honduras producto de la violencia? Y también ¿cuántos niños han quedado huérfanos producto de esa misma violencia? Las cifras son desgarradoras. Aunque el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) no precise el número de viudas que hay en el país producto de la violencia, sí nos habla de unos 22,000 huérfanos en los últimos diez años producto de la violencia, entonces podríamos sacar una media de tal vez 10,000 viudas más o menos; pero lo cierto es que hay este segmento de la población sumamente sufrido, vulnerable, pobre y en el más grande de los desamparos.

Y esto duele mucho, muchísimo, y como nación no nos podemos olvidar de tan grande sufrimiento, pues hay entre nosotros quienes sufren de manera indecible, ya que hay hijos que lloran la pérdida de una madre y madres que lloran la pérdida de un hijo o la pérdida de un esposo.

Es demasiado dolor para ser ignorado, y menos si decimos que somos una nación cristiana. Ese dolor y sufrimiento no podemos seguir ignorándolo, no podemos seguir viendo de reojo al niño que limpia vidrios en la calle o que inhala resistol, no podemos seguir viendo de reojo todas esas viudas que hoy lloran sin esperanza, sin pan y sin trabajo, el tiempo de actuar es hoy, esto es impostergable.

No queremos ni imaginarnos lo que pasará con toda esa generación de niños huérfanos cuando crezcan, no queremos pensar en el resentimiento que albergarán, no queremos pensar en las frustraciones y carencias con que crecerán, simplemente es demasiado dolor para poder imaginarlo. Sin embargo, tenemos que hacer algo si somos una nación que se llama cristiana. Hoy no tenemos profetas contestatarios y comprometidos con la causa social de un Dios que en última y primera instancia se identifica como el defensor de las viudas y los huérfanos, de un Dios que reclama y recrimina la adoración falsa que ignora el dolor de sus hermanos.

Este país está herido de muchas maneras y las formas de sanarlo no las conocemos a cabalidad, pero hay unas cosas más evidentes que otras, hay un dolor más dramático y cruel que todos tenemos cerca y no podemos seguir ignorando, como el de las viudas y los huérfanos, producto de esta ola diabólica de crimen y violencia que nos azota. Empecemos por algo, empecemos sanando lo más débil, lo más pobre, lo más vulnerable, no sigamos ignorando el dolor de las viudas y los huérfanos de la violencia. Es tiempo de actuar y hacer algo.