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Una mini libertad

  • 23 julio 2023 /

¿De verdad somos libres como creemos?

Como en todo tema polémico, aquí existe una notoria división entre las personas que piensan que sí, y los que piensan que no.

Echemos un vistazo a los argumentos de los primeros, los optimistas.

Una de las razones de las afirmaciones del primer grupo es más que todo la comparación. Cuando comenzamos a comparar los tiempos pasados con los actuales nos damos cuenta de que existe mucha más libertad ahora, que entonces. Si queremos irnos a tiempos arcaicos donde imperaba la ley de la jungla, por ejemplo, podemos darnos cuenta de que las personas vivían con miedo y hasta terror, constantes. Bastaba con no caerle bien al vecino para que en el primer descuido él se deshiciera de nosotros o nuestros bienes, y parte sin novedad. Todavía en siglo 16, en las comunidades civilizadas, los hijos eran una especie de propiedad de los padres y, por lo tanto, ellos disponían de su suerte dependiendo de lo que mejor les pareciera, desde obligarlos a quedarse para siempre en casa ejerciendo de domésticos, labradores, pastores o enfermeros particulares. También eran libres de darlos en matrimonios por conveniencia y hasta venderlos ya sea a familiares que los utilizarían de maneras similares o a desconocidos. Y si luego tomamos en cuenta la historia de los imperios y la manera en que miles de pueblos, razas y culturas vivieron sometidos a sus reglas muchas veces injustas y crueles, entonces entendemos el punto de vista de los que creen que realmente somos libres las personas de estos tiempos.

Los segundos, apartan las revoluciones políticas y sociales y toman en cuenta a la sociedad en sí, y sus reglas para asegurar esta carencia de libertad del ser humano. Este análisis se basa en la cantidad de cosas que hace la gente de estas civilizaciones modernas para poder encajar en ellas. Acciones que muchas veces están muy lejos de ser las que de verdad quisieran elegir. Podríamos comenzar por las fronteras entre países, las cuales dejan claro que no somos tan libres para viajar a donde quisiéramos cuando quisiéramos. También tenemos a muchos jóvenes que en sistemas tan globalizados y centrados en el tema monetario como los de hoy, se ven forzados a dejar de lado sus aspiraciones artísticas, por ejemplo, viéndose obligados a tomar carreras que poco les entusiasman pero que son necesarias si quieren ganarse el sustento diario y vivir de una manera digna. ¿Y qué tal la tan presente presión social? Esta que empuja a muchos por no decir a la mayoría a actuar de manera muy contraria a lo que realmente desearía. Esta presión social es la que lleva a las personas a vivir de apariencias, a estar donde no quieren estar, haciendo lo que preferirían no hacer, a compartir la vida con quien ya no quisieran compartirla, a mantenerse en ese puesto de trabajo al que quieren renunciar y hasta a casarse y plantearse la posibilidad de ser padres cuando no es eso a lo que en realidad se aspira. Una inmensa mayoría de nosotros vive sujetos y pendientes del qué dirán, así nos esmeremos mucho en negarlo.

Y bueno, al final yo propondría al obstáculo por excelencia para alcanzar cualquier clase de libertad, nuestra mente. Ella es tan poderosa que asusta. Piénselo bien; ¿Dónde se encuentra usted con las murallas más altas que impiden su paso al otro lado, donde realmente quiere estar? Muchas veces esas fronteras, esas trabas, e impedimentos, esos muros... no existen más que en nuestra mente.