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Todo legal ¿y ético?

  • 05 noviembre 2023 /
Elisa Pineda

Prevalece una enorme desconfianza. Esa es la conclusión a la que podemos llegar luego de ser observadores, como ciudadanos comunes, de los acontecimientos de la vida nacional relacionados con la reciente elección del fiscal general y adjunto, interinos, por la Comisión Permanente del Congreso Nacional.

A favor o en contra, partidarios o no, todos parecen buscar asiduamente los argumentos que permitan demostrar que todo es legal o por el contrario, que hemos caído en la ilegalidad y en consecuencia, el país se encuentra en una situación peligrosa, en la que lejos de tener una salida, nos empantanamos más.

El conocimiento de la ley se ha vuelto un tema indispensable para justificar mecanismos de solución que nos dejan tremendas dudas y que nos llevan una vez más a reconocer que si hay algo de lo que podemos estar seguros, es que no todo lo legal es ético.

Desde cualquier punto de vista, lo que vemos desde el Legislativo es un juego de astucia, de sagacidad, una especie de demostración de conocimiento de vacíos y atajos legales, para saber cómo esquivar obstáculos.

Que todo parezca legal, a punta de recitar artículos, de hacer creer a la opinión pública que todo se hace en nombre del pueblo.

Que el fin justifica los medios, porque después de todo, los otros hacían cosas peores y que no es para tanto.

Olvidan las enormes expectativas que despertaron en un pueblo que dio un voto de confianza, que pensó que era posible un cambio para mejorar, para salir adelante, para avanzar no solamente desde la retórica populista, sino de un verdadero fortalecimiento de la democracia.

El pueblo se expresó en las urnas en las elecciones generales de 2021, pero no entregó un papel firmado en blanco, para que en su nombre se hiciera cualquier cosa, al viejo estilo de “hacer lo que tenga que hacer”.

Ante los ojos de una población expectante, vemos repetirse los viejos vicios, con algunos actores nuevos, muchos actuando como no imaginábamos que era posible.

Desdecirse es lo de hoy, sin temor de que las palabras sean contrastadas con las dichas anteriormente, porque después de todo, este parece ser un pueblo desmemoriado, demasiado ocupado en sobrevivir y en distraerse del triste panorama.

Todo legal ¿y ético? Esa debería ser la preocupación de los políticos de turno, frente a la población que parece no salir de su estupor, al ver la confianza traicionada.

Pero la ética parece ser un término extraño, poco aplicable, la ley del más vivo es lo que prevalece.

Lo triste es darse cuenta de que aquella vieja frase coloquial tiene vigencia hoy más que nunca: “No hay por donde pasar”.

Mientras tanto, los problemas que aquejan a la población siguen su curso: insuficiente planificación y control de riesgos ante fenómenos naturales, que luego se convierten en desastres humanos; falta de oportunidades de empleo y una creciente polarización ideológica que dificulta el diálogo y estimula la violencia.

No repitamos en la vida cotidiana lo que sucede en el Legislativo. Aprendamos la lección, busquemos el diálogo respetuoso.

Levantar la voz no nos hace tener la razón, las agresiones físicas no nos convierten en artífices de la justicia, celebrar la violencia nunca será el camino para construir. Recuperemos la cordura, pensemos no solo desde la óptica legal, sino también ética.