28/04/2024
02:25 AM

Que la semántica nos ayude

Emilio Santamaría

¿Ha pensado usted en lo mucho que influyen las palabras en nuestras reacciones? Por ejemplo, algunos economistas ya no utilizan el término “país subdesarrollado”. Lo han cambiado por “país en vías de desarrollo”. Y me parece bien, ya que en lugar de simplemente describir una situación, dan a entender que sí hay un camino para mejorarlo. Parece una tontería, pero no lo es. Los expertos nos dicen que, al cambiar las palabras, cambian automáticamente las asociaciones neuronales que hacemos de esa situación.

Yo he recomendado a muchos participantes de los Cursos Dale Carnegie cambiar el término “problema” por “situación a resolver”. El efecto ha sido maravilloso en muchos casos, llegando a la conclusión de que no son los problemas, sino cómo los solucionamos lo que hará la diferencia. Al verlos como “situaciones a resolver” nos impulsa a hacer algo para solventarlos, y no simplemente enfocarnos a sufrirlos.

La semántica se puede definir como la parte de la lingüística que estudia el significado de las palabras y sus cambios en la evolución del tiempo. Antes, “virus” era un término médico. Hoy se utiliza con otro significado en computación. SPAM es una marca de un jamón enlatado, pero hoy se utiliza para definir el correo electrónico no solicitado.

Pero quizá un ejemplo que nos puede ayudar aún más es el cambiar en algunos casos el verbo “ser” por el verbo “estar”. ¿Quiere ejemplos? Un joven “es mal estudiante”, ¿verdad que al decir “es” lo definimos como “es así y así será”. Cámbielo por el verbo estar. Ese joven “está estudiando mal”, pero al mejorar sus hábitos de estudio cambiará rápidamente los resultados. Y lo mismo ocurre cuando decimos que un “país es pobre”, en lugar de “este país está pobre”. Verlo como una situación transitoria que puede ser cambiada mediante el trabajo y la educación de sus habitantes. Hay ejemplos que han transformado la pobreza por el bienestar y la riqueza. ¿En qué podrá ayudarnos la semántica a nosotros también?

LO NEGATIVO: Pasar inadvertido el enorme impacto que tiene el lenguaje que manejamos.

LO POSITIVO: Cuidar las palabras, conscientes del dramático cambio que pueden provocar.

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