27/04/2024
10:08 AM

Piedad con piedad y las instituciones

Juan Ramón Martínez

La diferencia entre los países desarrollados no la determina en última instancia la calidad de los ciudadanos –que son muy importantes, por supuesto– sino que la consistencia y respeto que les dan estos a las instituciones. Igual que en Honduras, cuando los diputados y la presidenta electa invadieron el Congreso Nacional; en Estados Unidos, seguidores de Trump, hicieron lo mismo. Los guardias dispararon y mataron a seis personas. Y el Congreso, los tribunales y los investigadores privados han iniciado indagaciones y ya hay un par de “invasores” condenados por los tribunales. Nosotros, en cambio, no hemos hecho nada al respecto. El acto de irrespeto al Congreso, nadie le dio importancia. Incluso, los mismos diputados irrespetan a la institución con lo que se llenan de cieno sus caras, en un suicidio político que afecta al país.

Otra institución, que junto a la Corte Suprema de Justicia y el Ministerio Público debe ser cuidada como la niña de nuestros ojos, es la Presidencia de la República. No importa quién la desempeñe, los méritos o deméritos que posea, la Presidencia de la República debe ser respetada en la figura de su titular. Lo que por supuesto, no excluye la crítica de su desempeño; pero manteniendo la mayor consideración a la institucionalidad que representa. Por ejemplo, las visitas a la presidenta Castro deben ser objeto de minucioso análisis. Ella no puede decidir por ella misma, porque el cargo no es suyo. Más bien, nos representa a todos; y, en consecuencia, debe ser muy cuidadosa en lo que habla, con quien se reúne y qué acuerda con ellos. Es decir que tiene que manejarse con cuidado y transparencia.

Hay dos visitas que han sido muy cuestionadas. Que no debieron haber puesto un pie en el despacho presidencial: Rafael Correa, prófugo de la justicia ecuatoriana, y Piedad Córdoba, una figura política muy cuestionada en su país. Y que, además, después de la visita fue detenida en el aeropuerto por transportar una cantidad de dólares que incluso su origen no lo pudo explicar. En Colombia, en donde tiene mala prensa, por su desempeño irregular en muchas situaciones sensibles de la política de su país y por su disposición a involucrarse en asuntos poco transparentes. En los periódicos colombianos se ha llegado a insinuar que el dinero que llevaba era originado en el Banco Central de Honduras, casi afirmando que formaba parte de una comisión de dinero que ella trajo a Honduras. Y que no se sabe a quién lo entregó. Estas insinuaciones incluso pueden convertirse en incómodas preguntas que si Xiomara Castro va como es su obligación porque la invitación es de su aliado principal, tal lo que ha dicho– a la Cumbre de las Américas, periodistas mejicanos, acuciosos, le harán con despiadado desenfado.

La Presidenta de Honduras no puede estar sola. Debe tener una asesoría, muy cuidadosa, para evitar que invitados incómodos, inconvenientes, se filtren, afectando su imagen internacional, y logren ser recibidos incluso delincuentes de mayor calado, personas que posteriormente sean señaladas por el narcotráfico. Para ello se me ocurren dos cosas. La primera, un Consejero de Seguridad, un experto en el tema internacional, que le haga las recomendaciones de a quién recibir, tanto por jerarquía como por cuidado de la institución presidencial, especialmente en momentos en que las fuerzas en favor y en contra se están acomodando. La Cancillería no es suficiente. Ni siquiera en Estados Unidos, cuya Secretaria de Estado es superior, hace que el presidente prescinda de su Consejero de Seguridad que es independiente, de alto nivel profesional; y muy respetado.

La segunda, es aceptar por parte de los funcionarios que Honduras tiene mala imagen. Tanto por la gestión de JOH y sus problemas con la justicia de Estados Unidos como por las sospechas que se ciernen sobre otros expresidentes. Por lo que hay que ser muy cuidadosos en lo que hacemos y decimos. El mundo rural, en donde nos creíamos protegidos y aislados, ha sido sustituido por otro en el que cada cosa que hacemos o decimos trasciende y en algunos casos, como haber recibido a Piedad Córdoba, nos causa mucho daño. Porque la Presidenta, como “la mujer del César”, no solo debe ser respetable, sino que demostrarlo diariamente.

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