02/05/2024
01:46 AM

La Nochebuena de Leonor

Emilio Santamaría

La llamaremos “Leonor”. Me permitió escribir su historia con la condición de guardar el anonimato. Ocurrió en San Pedro Sula justo en esa noche que precede a la Navidad. Tendría unos 10 años y era tan tremendamente tímida que, en Santa Rosa de Copán, donde vivía, se escondía cuando llegaban visitas a su casa. Sus abuelos maternos vivían en San Pedro. Llegada la temporada de Navidad, toda la familia se reunía en esa casa. Le gustaba escuchar a tíos y primos platicar y bromear, aunque ella calladita, no participaba.

Pero esa Nochebuena no podrá olvidarla jamás. Todos los niños fueron a cenar a la cocina. La abuela los sentó en unas bancas largas a cada lado de una mesa también larga. Su mamá comenzó a servir pollo frito y puré de papas. Frente a cada niño puso un plato. Pero por menudita, no vio a Leonor, y se la saltó. Le sirvió al primo a su izquierda y después a la prima a su derecha. Todos comían y bromeaban. Pero ella, tan tímida, no cenaba. Entonces comenzó a reírse nerviosamente, y sin saber porqué, todos se reían con ella. Una de sus tías sirvió refrescos y frente a cada plato colocó un vaso. Leonor, como no tenía plato tampoco tuvo refresco. Se sentía tonta y no se atrevía a pedir la cena. Cuando finalmente reunió coraje para decirle a su madre lo que ocurría, vio entrar a su tío exclamando: “¡Bueno, jovencitos, todos fuera para que cenen los grandes!”. Y entre risas y bullicio, salieron al patio a jugar de nuevo. Cuando se hizo tarde, a las niñas las acostaron en el cuarto de la abuela. Cuando las voces se fueron acallando y ella juzgó que todas dormían, se soltó a llorar. La abuela la escuchó y Leonor, para justificar las lágrimas, le dijo que tenía dolor de estómago. “¡Debe ser el pollo que te comiste!” Fue a la cocina y regresó con una cuchara y un frasco de aceite de ricino. Dolorosamente tímida, Leonor cenó esa noche solamente dos cucharadas de purgante.

¿Cree usted que la timidez ha hecho miserable la vida de quienes la padecen?

LO NEGATIVO: Permitir que esa timidez arruine la vida de la gente en estas fiestas.

LO POSITIVO: Cuidarnos de hacer sentir bien a todos, y pasar así feliz la Navidad.

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