25/04/2024
05:08 PM

Una heroína de carne y hueso

“Gracias doña Flor por su ejemplo y contagiarles valentía a las víctimas de abuso sexual”.

Flor de María Sosa es su nombre. Y cada vez que la veo y escucho me conmueve y me moviliza.

Me solidarizo y apoyo su lucha, que no solo es de ella, es de la humanidad contra la barbarie, contra los violadores sin escrúpulos, contra salvajes que arruinan vidas, y contra la inacción de algunos operadores de justicia que se convierten en cómplices de estos tipejos.

Pero esos tipos abominables que con premeditación y alevosía planearon abusar de Alejandra, empapándose sobre los efectos de un cóctel malévolo (metanfetaminas, marihuana y alcohol), se metieron con la persona equivocada.

El estado vulnerable en que postraron a Alejandra, su hija, de apenas 16 años de edad, para satisfacer sus instintos bestiales contrasta con la fortaleza de doña Flor y su tenaz determinación para que el delito no quede sin castigo.

Contrasta con su valentía para visibilizar un delito y que miles de víctimas y familias de estas que tienen temor a la denuncia, levanten su voz y lleven ante la justicia a los vulgares abusadores.

Doña Flor, con voz firme, desde el primer segundo en que miró a su hija con signos de haber sido abusada, con el dolor en su pecho, pero sin tiempo para lamentos, inmediatamente la llevó a Medicina Forense para que certificaran las lesiones y la sometieran a análisis toxicológicos para determinar las sustancias que le dieron los delincuentes para drogarla con el fin avieso de violarla.

Doña Flor no quiso salir a la palestra pública y menos en una circunstancia tan dolorosa como esta, pero, ¿qué es lo que no hace una madre por un hijo?

Así que, gracias doña Flor. Por su ejemplo, por su valor, por esa sublime expresión: “no estoy negociando la dignidad de mi hija”, por ese “Todos somos Alejandra” que envalentona a víctimas en silencio y hace temblar a cientos de violadores, lujuriosos y pederastas, miles de los cuales andan por allí como pavos reales, como si nada, escogiendo y acechando a su próxima víctima.