28/04/2024
07:05 PM

El Archivo Nacional, del tingo al tango

Víctor Ramos

El 5 de marzo de 1880 se fundó el Archivo Nacional mediante Acuerdo de la Secretaría General del Gobierno de la República, rubricado por Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa. El acuerdo también nombraba, como archivero general, al Dr. Antonio Ramón Vallejo, su fundador. En esa misma fecha, la benemérita institución iniciaba andanzas, desandanzas y desventuras. Debido a que recién la capital de la república la habían trasladado a Tegucigalpa, los documentos fundamentales se encontraban en la antañona ciudad de Comayagua.

Vallejo se encargó, previo a la fundación legal del Archivo Nacional, de organizar en legajos los documentos fundamentales manuscritos e impresos y dispuso su traslado a Tegucigalpa. Los habitantes de Comayagua, recelosos e indispuestos por el traslado de la capital a Tegucigalpa, comenzaron a sospechar de las actividades de Vallejo y propalaban los rumores de que Vallejo se llevaría las joyas y los cuadros de la catedral. Una madrugada los vecinos se amotinaron frente la casa del Dean Boquín Aranda, armados de garrotes y machetes. Exigían detener el saqueo que, según ellos, realizaba Vallejo. El Dean fue hasta el atrio de la catedral en donde estaba Vallejo junto a una recua de mulas cargadas con los documentos. Vallejo, con el respaldo del alcalde y de otros ciudadanos ilustres, explicó a la muchedumbre que los bultos solamente contenían papeles. La muchedumbre no se calmó, revisó cada uno de los bultos y confirmó que no había joyas. Vallejo trasladó públicamente los documentos menos trascendentes. Los paquetes con documentos importantes -desde 1600- fueron trasladados por la noche y con una adecuada custodia. En total se movilizaron unas quinientas cargas. El 27 de agosto, día de aniversario de instauración del gobierno de Soto, se realizó la solemne ceremonia de la inauguración de la Biblioteca Nacional y del Archivo Nacional, en el local de la Universidad Nacional, actual Paraninfo de la Unah. Ahí funcionó durante largas décadas el Archivo Nacional. El Dr. Rosa pronunció uno de sus más sobresalientes y trascendentales piezas oratorias.

Posteriormente, el Archivo Nacional fue trasladado a la casa en la que nació Francisco Morazán y, con motivo de la declaración de la Casa de Morazán como monumento nacional en donde debería instalarse un museo en honor al héroe centroamericano, el Archivo fue llevado, con todos sus papeles, junto con la Biblioteca Nacional, al edificio de la antigua Tipografía Nacional, en donde permaneció hasta que más tarde lo mudaron a la primera planta de la antigua Casa Presidencial, inmueble que está en custodia y cuidado por parte del Instituto Hondureño de Antropología e Historia. Ahí, hace unos pocos años, estuvo el museo de la historia republicana.

“El país carecía de un Archivo Nacional -nos cuenta Vallejo-. La incuria y las revoluciones hicieron que se perdieran o dispersasen los títulos, documentos y papeles del Estado. El Gobierno dictó oportunas providencias para recogerlos y coleccionarlos”. Ramón Rosa, dijo en su discurso de inauguración: “El Archivo Nacional se acaba de inaugurar: Honduras recobra todo pasado; recobra las páginas perdidas de su historia”.

Esta trashumancia de la institución encargada de conservar y vigilar los papeles fundamentales que documentan nuestra historia, historia de la cual Rafael Heliodoro Valle dijo que se podría resumir en una lágrima, no ha dejado de poner en peligro esa valiosa herencia que sustenta la historia nacional y tal existencia errante no habrá dejado de poner en precariedad la integridad de los documentos y la rapiña a la que los han sometido. Pues mal, el Archivo Nacional, la institución, cuya fundación Rosa catalogó como una “patriótica celebración, una auspiciosa ocasión”, ahora está a punto, nuevamente, de ser despojada de su actual sede para trasladarla a un sitio que, según opinión de expertos, no reúne los requisitos para albergar lo poco que queda de la documentación que con tanto celo y patriotismo rescató, catalogó organizó y cuidó Vallejo.

El Estado debió haber construido un edificio arquitectónicamente adecuado para albergar el Archivo, la Hemeroteca y la Biblioteca Nacionales, instituciones que deben recibir el esmerado cuidado y patrocinio del Estado por la trascendencia que representan para la formación de nuestra juventud, para la conservación de nuestra memoria histórica y la consolidación de nuestra identidad nacional. Tenemos muchos compatriotas que quisieran que nuestro gobierno adoptara las medidas discutibles que ha puesto en marcha el presidente Bukele para combatir la delincuencia, pero lo que debemos imitar de ese gobierno es la monumental obra realizada para albergar la Biblioteca Nacional, para que nuestras beneméritas instituciones no sigan con la itinerancia de la indiferencia, del tingo al tango.

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