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Conspiranoia

  • 05 agosto 2013 /

Con esta nueva palabra para el castellano moderno, El Mundo, de Madrid, recogía en semanas pasadas la angustia del sucesor de Chávez –aquel del pajarito chiquitito-- que denunciaba en Caracas que había llegado desde Miami a Bogotá un equipo con un veneno cuyo destino era inocular al presidente venezolano “no para que me muera en un día, sino para enfermarme en el transcurso de los meses que están por venir”, advirtiendo a continuación que “ellos no lo van a lograr, porque voy a vivir por muchos años y voy a ser presidente de este país por muchos años también”.

Es curioso que esta paranoia de persecución afecte a los gobernantes autoritarios y no a los de talante democrático. Así, nadie ha escuchado al presidente de Uruguay –que se conduce sin ningún aparato de seguridad y que vive en su modesta casa rural– denunciar que su vida correría peligro. Y recuérdese que el señor Mujica fue guerrillero de fusil al brazo y que sufrió largos carcelazos. Pero, al contrario de los agoreros del desastre, ha conducido a su país por el camino del entendimiento y la armonía, en un esquema de ortodoxia económica, lo cual ha permitido a sus ciudadanos mejorar persistentemente su nivel de vida.

También en la enfermedad del comandante Chávez, el entorno de la revolución bolivariana lanzó la teoría del atentado de las fuerzas del mal, las cuales, mediante procedimientos esotéricos propios de las novelas de espionaje, habría inoculado células cancerosas al líder de la boina roja, que finalmente le condujeron a la tumba. Pero estas teorías que buscan lograr el respaldo popular y la unificación de la ciudadanía para defender al caudillo de los malignos poderes fácticos y los imperios que manejan el mundo, caen en el ridículo, cuando todas las teorías de la conspiración permanente y los grandes aparatos de seguridad que se despliegan alrededor de los altos funcionarios, se tornan en desgastados recursos propagandísticos que pierden credibilidad a pasos agigantados.
Este nuevo episodio de conspiración creado por el gobierno de Caracas se ha producido a propósito de la visita del líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles al presidente Santos. Este gesto de elemental civilidad, es inaceptable para un gobierno autoritario como el de Maduro que siguiendo la línea de los 14 años de Chávez, no acepta otra verdad que no sea la propia; y por antidemocrático, rechaza la existencia de una oposición que es consustancial con un régimen de derecho. Venezuela lamentablemente atraviesa una profunda crisis, tanto en lo político como en lo social y económico. Es un país profundamente dividido, lleno de rencores y resentimientos, un gobierno nacido de un proceso con graves cuestionamientos de legitimidad, existen evidentes confrontaciones internas en el grupo que detenta el poder, y todo ello agravado por una economía que se derrumba estrepitosamente a consecuencia de un irresponsable manejo en los últimos 14 años. (HOY)

Francisco Rosales Ramos
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