26/04/2024
09:49 PM

¡Unidad!

La Iglesia, como un matrimonio en crisis, se está desgarrando por dentro. El cisma, si consiste en diferencias doctrinales y en odio de unos a otros, ya está aquí. Lo que tarde en ser jurídico y oficial no lo sé.

Y las consecuencias, como dijo el Señor cuando habló de lo que le ocurriría a un reino en guerra civil, es que se está derrumbando, casa tras casa, persona tras persona. Las consecuencias las pagan los fieles, que serían el equivalente a los hijos en la familia. Pongo un ejemplo: esta semana un obispo italiano decía que el Evangelio es comunista y que los que defendemos la ley en la Iglesia, hemos dejado de ser católicos.

¿Cómo se sienten sus fieles, o los del resto del mundo -pienso en los venezolanos, los cubanos, los nicaragüenses, los bolivianos, por citar algunos- que están sufriendo las consecuencias del comunismo? ¿Y si defiendo la Palabra de Dios y lo que ha enseñado la Iglesia durante 2,000 años ya no soy católico? ¿Estamos excomulgados todos los que no somos comunistas y creemos en la Palabra y en la tradición? ¿En serio, señor obispo?

Creo que hay que defender la verdad, porque la verdad es Cristo. Es decir, hay que defender la verdad de Cristo, que es la plenitud de la verdad. Pero creo que hay que hacerlo como lo haría la Santísima Virgen María. La verdad sin caridad es menos verdad, aunque la primera caridad que debemos tener con el prójimo sea ofrecerle, con amor, la verdad. Hay que luchar por la unidad porque el divorcio aún no se ha consumado, aunque ya se haya producido en el corazón de muchos. El Señor, en aquellas últimas palabras suyas antes de salir para el huerto de los olivos, le pidió al Padre: “Que todos sean uno para que el mundo crea”, pero añadió: “como tú y yo somos uno”. Es decir, unidad en la verdad, no unidad a costa de la verdad, porque esa no sería la unidad que Cristo pidió para los suyos. Pero incluso esa unidad verdadera, debe ser buscada y defendida con el amor que pondría una madre para evitar el divorcio de uno de sus hijos. La verdad con caridad y la caridad de la verdad. Como María.