26/04/2024
11:10 PM

El verdadero amor

La primera dice: “encontré una mujer más fuerte que cualquiera, que comparte mis sueños, un amor para llevar algo más que mis secretos, donde puedo ver mi futuro en sus ojos”.

Salomón Melgares Jr.

Una pareja de españoles se divorcia de mutuo acuerdo en tres meses después de más de 16 años juntos. La mujer tiene 45 años y el hombre 47, tienen hijos y la custodia se la queda ella, que además recibe una pensión alimenticia.

Esta noticia (con tono de asombro) publicada en la página en línea de la corporación de Radio y Televisión Española (RTVE) es solo un ejemplo de lo que pasa mundialmente con las relaciones de pareja. El divorcio, las separaciones y las nulidades matrimoniales están a la orden del día y aumentando. “Inflación de divorcios…”, “Los divorcios suben…”, “Preocupante aumento de divorcios…”, “Divorcios alcanzan la cifra más alta de los últimos seis años” son algunos de los títulos usados por los medios de comunicación para referirse a tan desastroso tema. Y la pregunta sigue siendo ¿por qué?

Si bien es cierto, cada caso cuenta con sus características propias, en un contexto general habría que concordar a que mucho de la respuesta podría asentarse en aquello que sugeríamos en otro artículo con relación al amor. Las canciones “Perfect” y “Shape of You” publicadas en el álbum Divide de Ed Sheeran pueden sernos de utilidad para ilustrarlo nuevamente aquí. La primera dice: “encontré una mujer más fuerte que cualquiera, que comparte mis sueños, un amor para llevar algo más que mis secretos, donde puedo ver mi futuro en sus ojos”. Esto, podríamos decirlo, evoca al verdadero amor: un sentimiento capaz de ver al otro antes que a sí mismo. Sin embargo, lo que se vive, lamentablemente, es lo que dice la segunda canción: “estoy enamorado de tu figura, de tu cuerpo, anoche estuviste en mi cuarto...”. Esto, a secas, es puro deseo sexual. Un placer egoísta con base en lo físico solamente, en lo carnal, lo cual es efímero, cabe decir, de duración limitada. El punto crucial es este: al deseo le llamamos amor y con eso continuamos poniéndonos la soga al cuello.