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Trump ha metido miedo a inmigrantes hondureños

  • 21 julio 2017 /

La oleada de emigrantes centroamericanos que huyen principalmente de la pobreza, ha bajado en forma significativa, dicen defensores de los migrantes.

Choloma, Honduras.

Tenía las bolsas empacadas y el contrabandista estaba listo. Si todo salía bien, Eswin Josué Fuentes pensaba que él y su hija de 10 años podrían deslizarse para entrar en Estados Unidos en unos días.

Luego, la noche antes de cuando planeaba irse, sostuvo una conversación telefónica con un amigo hondureño que vive ilegalmente en Nueva York. Con el presidente Donald Trump, advirtió el amigo, Estados Unidos ya no es un sitio para inmigrantes no autorizados.

Sacudido, Fuentes dejó abruptamente sus planes en mayo y decidió quedarse en Honduras, a pesar de la implacable violencia y pobreza. Incluso, desaprovechó las tarifas de 12,000 dólares que su hermana había arreglado con los contrabandistas en Estados Unidos para el viaje.

“Me asusté por lo que está pasando allá”, dijo Fuentes.

Mientras que algunos de los planes más ambiciosos de Trump para reforzar la frontera todavía están muy lejos, en particular su promesa de campaña de construir un muro enorme, su enfoque de línea dura para la inmigración ya parece haber conducido a descensos marcados en la afluencia de inmigrantes de Centroamérica con destino a Estados Unidos.

Foto: La Prensa



De febrero a mayo, la cantidad de inmigrantes no autorizados a los que se detuvo o que se atrapó a lo largo de la frontera estadounidense sudoccidental, cayó 60% respecto del mismo periodo del año pasado, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, la evidencia de que son muchísimo menos los inmigrantes que se dirigen al norte, dicen funcionarios en ambos lados de la frontera.

Dentro de Estados Unidos, el gobierno de Trump ha lanzado una red de fuerzas del orden más amplia, incluida la invalidación de las reglas de Obama con las que se ponía el acento en aprehender a criminales graves y, en gran medida, dejar a los inmigrantes no autorizados en paz.

La detención de los inmigrantes que viven ilegalmente en Estados Unidos ha aumentado y el mayor incremento se ha dado entre los que no tienen antecedentes penales.

-Más cautela-

El cambio ha propagado un nuevo sentido de miedo entre los inmigrantes no autorizados en Estados Unidos. A su vez, han enviado advertencias a sus familiares y amistades en sus lugares de origen: no vengan.

El mensaje es alto y claro en Honduras. Manuel de Jesús Ríos Reyes, de 55 años, estaba parado bajo el sol implacable, afuera de un centro de recepción de deportados de Estados Unidos. Su esposa, quien trató de cruzar ilegalmente la frontera estadounidense en marzo, venía en el vuelo que estaba llegando.

Consciente de las advertencias de Estados Unidos, Ríos le había dicho que no fuera. “No prestó atención”, recordó él. “Ahora ya está aquí. Gracias a Dios que está viva”.



Si su esposa habla de volver a tratar de cruzar, dijo, redoblará sus súplicas. “Ah, mi amor”, planeaba decirle. “Quédate aquí”. Pareciera que muchos en los países centroamericanos conocidos como el Triángulo del Norte –El Salvador, Guatemala y Honduras– están haciendo justo eso. Muchos de los inmigrantes no autorizados que han tratado de cruzar la frontera estadounidense en los últimos años son de esos países. Ahora, la cautela por las políticas migratorias de Trump es palpable, es visible el impacto.

Los traficantes de emigrantes en Honduras dicen que su negocio ha disminuido desde que Trump subió al poder. Menos autobuses han estado saliendo de San Pedro Sula, la ciudad norteña de Honduras, con destino a la frontera con Guatemala, la ruta usual de los emigrantes hondureños que se dirigen a Estados Unidos por tierra. En los hoteles y refugios a lo largo del camino de los emigrantes, las camas antes ocupadas se quedan vacías noche tras noche.

Marcos, un traficantes de emigrantes que vive cerca de San Pedro Sula, dijo que el año pasado había llevado a uno o dos grupos cada mes desde Honduras hasta la frontera estadounidense. Desde que Trump tomó posesión, no obstante, solo ha tenido un cliente. Él culpa a Trump.

“La gente piensa que va a correr del país a todos”, dijo Marcos, pero pidió que no se publicara su nombre completo por la naturaleza ilegal de su trabajo. “Ya casi nadie va”.

En su lugar, muchos emigrantes potenciales en el Triángulo Norte están optando por esperar y aguantar la pobreza y la violencia que han hecho que cientos de miles busquen trabajo y refugio en Estados Unidos en los últimos años.

Foto: La Prensa



Juan Angel Pérez, de 31 años, un obrero fabril desempleado en Villanueva, una ciudad norteña de Honduras, tenía planeado dirigirse por tierra a Estados Unidos en junio y había arreglado con un contrabandista por 8,500 dólares. Sin embargo, después de hablar con su hermana, una inmigrante no autorizada en Carolina del Norte, decidió no hacerlo.

“Ella dijo: ‘Piénsalo con mucho cuidado porque la situación se está poniendo más difícil’”, recordó Pérez la semana pasada. “Tenía miedo de perder el dinero”.

“Si me quedo, la vida es complicada”, notó, “y si voy para allá, es complicada. Estoy entre la espada y la pared”.

En lugar de ir a Estados Unidos, algunos están migrando dentro de su propio país en busca de oportunidades y seguridad, o están buscando mudarse a otras partes de América Latina e, incluso, a Europa o Asia.

Cerca de la media noche, Roberto, de 24 años, estaba sentado en los escalones mugrientos afuera de la estación principal de autobuses en San Pedro Sula, esperando un transporte nocturno para ir a la ciudad de Guatemala. Su destino previsto era México, al menos por ahora.

Con el tiempo, esperaba seguir hasta Estados Unidos, pero ahora no era el momento, “debido a las políticas actuales” de Trump, dijo.

“Cada día, está en las noticias”, aquí en Honduras, dijo Roberto, quien pidió que no se usara su apellido porque planeaba meterse subrepticiamente a México ilegalmente. “Están deportando gente todos los días”.

Río con incomodidad ante la idea de pagar mucho dinero a un contrabandista para llegar a Estados Unidos, solo para que lo detengan y lo deporten una vez que llegue hasta allá.

“Imagine pagar y perderlo todo”, comentó.

Foto: La Prensa



-Consecuencias-

Los expertos en la región advierten que el descenso en la emigración podría ejercer presión adicional en los países centroamericanos, incrementar la competición por el trabajo, el cual es escaso y, potencialmente, hacer que más personas entren en las bandas delictivas que han aterrado a la región.

Trump también está proponiendo reducir la asistencia estadounidense para el tipo de programas de desarrollo económico y social que buscan aliviar la pobreza y la violencia que han obligado a tantas personas a huir de sus casas.

En la propuesta del presupuesto para el año fiscal 2018 que hizo el presidente, se recorta 42% la asistencia económica a Centroamérica respecto de los niveles de 2016, según un análisis de la Oficina de Washington sobre América Latina, un centro de investigación.

“El efecto sobre la reforma judicial, la creación de empleos y los esfuerzos de prevención de la violencia, se vería recortado”, dijo la organización.

Desde que abandonó su plan para emigrar con su hija a Estados Unidos, Fuentes, un viudo, no ha encontrado trabajo en la violenta ciudad norteña de Choloma, ni en la cercana San Pedro Sula.

Cada mañana despierta con su hija Andrea Belén al amanecer en la casa de un cuarto de ladrillo de hormigón. Lleva caminando a Andrea hasta la casa de unas amistades, donde ella espera hasta que es el momento de ir a la escuela, luego él se dirige a la ciudad y pasa el día tocando puertas y pidiendo trabajo. A pesar de lo dura que es su vida, no obstante, no lamenta haber cancelado el viaje a Estados Unidos. “Tengo que pensar en mi hija”, comentó. “No quieres cometer errores”.

-Huyen de la violencia-

Debido a que gran parte de la emigración hacia Estados Unidos desde el Triángulo del Norte es ilegal y no autorizada, es difícil precisar su volumen exacto.

Sin embargo, el descenso en la cantidad de emigrantes que se dirigen al norte se ha registrado en muchos puntos a lo largo del camino. Las autoridades mexicanas registraron una caída de 56% en el número de inmigrantes no autorizados que detuvieron en su país –muchos de ellos, presumiblemente camino a Estados Unidos– en los primeros cuatro meses del gobierno de Trump, en comparación con el mismo período del año pasado.

La caída fue marcada entre los hondureños. De febrero a mayo se detuvo a casi 9,000 en México, en comparación con más de 18,600 durante el mismo período del año pasado.

“Se está deteniendo a menos hondureños porque son menos los que están saliendo”, María Andrea Matamoros, la viceministra de relaciones exteriores de Honduras les dijo a los reporteros el mes pasado. Dicho esto, las dos poblaciones generales de emigrantes –los que principalmente huyen de la pobreza y los que principalmente huyen de la violencia– parecen estar respondiendo en formas diferentes.

Honduras tiene uno de los índices de homicidios más altos del mundo y muchas personas que huyen de la violencia siguen saliendo del país en cantidades significativas, dicen los expertos.

“No existe ninguna institución en el país que pueda protegerlos”, notó la hermana Lidia Mara Silva de Souza, la coordinadora nacional de la Pastoral de Movilidad Humana en Honduras, quien pertenece a la orden de las Hermanas Misioneras Scalabrinianas.

Según Naciones Unidas, más personas del Triángulo del Norte presentaron solicitud de asilo por medio del Departamento de Seguridad Interna en los primeros tres meses de este año que durante el mismo período del año anterior.

Un creciente número de habitantes del Triángulo del Norte han presentado también solicitud de asilo en otros países, en particular en México, dijeron expertos en migración. Algunos que podrían haber buscado refugio en Estados Unidos se han ido a otra parte y mencionan las políticas de Trump.

La oleada de emigrantes centroamericanos, como Fuentes, que huyen principalmente de la pobreza, ha bajado en forma significativa, dicen defensores de los migrantes.

Durante generaciones, la migración de centroamericanos que buscaban trabajo en otras partes ha servido como una válvula de seguridad para la región, aliviando la presión sobre el mercado laboral y los servicios públicos. Ahora, los dirigentes comunitarios en Honduras temen que con menos personas que emigran a Estados Unidos en busca de oportunidades, la pobreza va a empeorar y las bandas criminales encontrarán reclutas nuevos.

“La gente no tiene oportunidad de trabajar en este país”, señaló Daniel Pacheco, un pastor evangélico en un sector controlado por las pandillas en San Pedro Sula, una de las ciudades más violentas del mundo. “Estamos muy preocupados”.

No obstante, muchos en Honduras no piensan que el descenso en la emigración vaya a durar mucho tiempo. Las penurias de la vida en el país son demasiadas, demasiado pocas las soluciones gubernamentales, y demasiado grande el atractivo de Estados Unidos.

“Bajará el humo del miedo, retornará la emigración”, notó la hermana Valdete Wilemann, quien opera el centro en el aeropuerto de San Pedro Sula, donde se hacen los trámites de los emigrantes hondureños deportados de Estados Unidos. El sueño de ir a Estados Unidos es “la cultura”, comentó. “No les vas a quitar eso a los hondureños”.

© New York Times News Service