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'Boom” de series sobre jóvenes en streaming

  • 09 febrero 2019 /

El bullying, depresión y el despertar sexual son los temas bajo la lupa.

Madrid, España

En los Estados Unidos o en Japón, en los ‘90 o en los umbrales de 2020, el verbo adolecer significa lo mismo. Con o sin pantallitas de por medio, sin conexión al wifi o sin conexión en el sentido más profundo de lo social y los sentidos, la muerte de la niñez se atraviesa de manera parecida.

Ser adolescente es carecer, sentir demasiado, quebrarse, romperse, destruir un mundo, empezar a separarse de la tribu y a la vez querer formar parte de otra. Esa curva tragicómica de la vida es uno de los focos principales de las series del momento.

En una era en la que se producen más series que nunca y en la que la desesperante oferta permite mirar en un año más historias de las que podían verse a lo largo de una vida, el dolor juvenil es el ancla de cientos de productores que ven el negocio en la narración de esa etapa.

Sapos de otros pozos que intentan encajar en algún pozo... 13 Reasons Why,Elite, Baby, Everything Sucks son algunos de los ejemplos que propone el streaming.

El bullying, el despertar sexual, las drogas, la discriminación, las primeras desilusiones, la militancia política, las utopías, el acoso, la necesidad de pertenencia, el tormento psicológico, los trastornos de alimentación, la vida irreal que propone el filtro de Instagram.
Todo ese compendio, cristalizado con las aulas como escenografía principal.

En la memoria popular quedó un gran ejemplo de escuela televisiva que entró en la historia. Glee (por Fox), serie en formato de comedia musical, llegó a tener seis temporadas desde mayo de 2009 hasta marzo de 2015.

La ficción juvenil transcurría en el colegio William McKinley High School, de Ohio, y estaba centrada en el club del coro de esa institución, con personajes que rápidamente lograron identificación popular, bajo el lema implícito de “todos fuimos perdedores”.

Más atrás en el tiempo, The Wonder Years (Aquellos años maravillosos) ya había dejado huella con aquel adorable Kevin Arnold que no sabía cómo manejar lo que le iba pasando a su cuerpo. La serie que se estrenó en 1988 duró hasta 1993.

Hoy hay tres productos parecidos que proponen la adolescencia bajo la tiranía de los celulares y, la viralización de la vida íntima.

Como si una hubiera “inspirado” a otra, la estadounidense 13 Reasons Why aparenta “la madre” de la española Elite o de la italiana Baby. En las dos primeras hay un misterio de una muerte por resolver.

En la última, se cuela el asunto de la prostitución adolescente en Italia. El nudo es el mismo: la vida en esa franja de edad que la ONU define “de tanto potencial como de riesgo”.

13 Reasons Why, por ejemplo, retrata con acierto la falta de comunicación entre adultos y adolescentes, pero también puso en foco la vulnerabilidad de los ojos que miran la serie: según la Universidad de San Diego State, si bien crecieron las consultas sobre la prevención del suicidio, también hubo una “idealización” de él.

“Las palabras clave relacionadas con quitarse la vida sumaron entre 900,000 a 1,500,000 búsquedas en Google por encima de las esperadas”, apenas se estrenó.

¿Un producto televisivo que denuncia termina siendo contraproducente? ¿O el problema está instalado y la historia no hace más que hacerlo explotar públicamente?

La cámara en la escuela viene a mostrarnos un nido de manipuladores o manipulados, “populares” o “divinos”, ricos o pobres.

Una vereda o la otra, y en el medio, una fisura eterna, adultos ausentes que deberían tomar las riendas de ese modelo del odio que se prolonga en el tiempo.

La inocencia que se interrumpe, la necesidad de encajar en el modelo dominante, el abuso de poder, el cuerpo como una cárcel. Más de 20 títulos dan cuenta de eso, ya sea en tono de comedia o drama.

Riverdale (Warner Channel y Netflix) nos habla del mundillo escolar tras la reciente muerte de un alumno -Jason Blossom-, en el río Sweetwater.

La española Merlí (Netflix) nos introduce en el ámbito adolescente, pero de la mano de un profundo profesor de filosofía (Francesc Orella). (...) Tomado de Clarín