Sedimento del río Chamelecón afecta a los arrecifes

Las costas de la zona norte están sufriendo una oleada de adversidades climáticas provocadas por efectos de la naturaleza y la mano del hombre.

Foto: F. MUNOZ

LA PRENSA recorrió la desembocadura del río Chamelecón. Hay basura y sedimento por doquier.

dom 30 de octubre de 2022

7 min. de lectura

Puerto Cortés

Aunado al problema por la intrusión del mar que sufren las comunidades norteñas de Puerto Cortés se suma otro mal mayor e igualmente recurrente: la basura.

No son desechos cualquiera. Son los que por más de una década vienen causando millonarias pérdidas a Omoa y que también generan gran impacto en Puerto Cortés, es la basura que arrastra el río Motagua.

Erosión costera
  • > Es la pérdida o desplazamiento de tierra o la remoción a largo plazo de sedimentos y rocas en la costa debido a la acción de olas, corrientes, mareas, agua impulsada por el viento y marejadas ciclónicas.

En estas playas poco concurridas del municipio porteño también están los desechos chapines. A ella se suma la que arrastra en su trayecto al mar otro enorme río más cercano, el Chamelecón.

Cuando este afluente tiene crecidas, como las de septiembre o las causadas por la tormenta Julia, la playa de Bajamar se atiborra de desechos, sobre todo de troncos de enormes árboles, ramas, matas de plátano y hasta animales muertos.

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Sedimentado

Entre la barra del Chamelecón y Bajamar hay solo nueve kilómetros de distancia, y entre las desembocaduras de los ríos Ulúa y Chamelecón apenas 8.3.

Para tener una idea del alcance del poderoso caudal del Ulúa, la fuerza de las aguas que el río introduce al Caribe hondureño hace que se adentre en el mar al desembocar casi dos kilómetros, mientras que el Chamelecón se adentra 1.74 kilómetros.

Esa típica coloración achocolatada que arrastran ambos caudales es propia del traslado de toneladas de sedimento, y gracias a su coloración también es fácilmente apreciable en las imágenes satelitales analizadas por LA PRENSA Premium.

Para conocer

Honduras se encuentra ubicada en el istmo centroamericano y limita con dos grandes masas de agua. Al norte con el mar Caribe en el océano Atlántico (650 kilómetros); al sur con El Salvador, Nicaragua y el golfo de Fonseca, ubicado en el océano Pacífico (163 kilómetros) y un litoral insular de aproximadamente (193 kilómetros). (ICF, 2011).

Gustavo Cabrera, biólogo y director general de Cuerpos de Conservación Omoa (CCO), expuso que la sedimentación que arrastran ríos como el Ulúa y Chamelecón tiene más contras que pros.

“Para las comunidades de la barra, la posibilidad de perder playa es menor, ya que el río le aporta arena; sin embargo, todo ese sedimento que baja desde las cuencas del río es dañino para el ecosistema”, afirmó.

El experto es rotundo, la sedimentación mata los arrecifes, ya que no solo arrastra sólidos como arena y tierra, sino que trae pesticidas y muchos químicos que se arrojan tierra adentro y que son movidos cuando hay inundaciones.

Situación ya estudiada

Según el Diagnóstico de los Ecosistemas Marino-Costeros y de Agua Dulce de Honduras, elaborado en 2014 por Verónica Caviedes Sánchez de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah), y Juan Carlos Carrasco Navas Parejo, de la Universidad de Cádiz, en el análisis para playa se encontraron muy pocos estudios sobre este ecosistema; pero la problemática es grande.

En aquella ocasión, ellos lograron estimar que de los 1,083 kilómetros de playa del país, aproximadamente 323 km, equivalentes al 30%, son actualmente vulnerables a los efectos del cambio climático, erosión e incremento del nivel medio del mar, así como por efectos de infraestructuras mal planificadas.

Mientras que el 70% restante, aunque es vulnerable, no muestran signos visibles de erosión.La situación actual de las zonas marino-costeras a nivel mundial es precaria.

Los estresores antropogénicos como la contaminación, pérdida de hábitat y sobrepesca amenazan la integridad de las zonas marino-costeras (Halpern et al.,2008).

Además, los impactos del cambio climático como la subida del nivel del mar, erosión de la costa y fenómenos naturales son cada vez más frecuentes en las zonas marino-costeras (Harley et al., 2006).