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Urgencia

  • 27 abril 2023 /

    Una mano lava la otra y ambas lavan la cara” es el adagio popular para significar la solidaridad, la necesidad de ayudarse unos a otros y la obligación de corresponder a las exigencias del objetivo común. Desde el punto de vista teórico tienen un papel principal para la comprensión que conduzca a la acción a los profesionales de sociología y de política, esta última en su significado original, no sectarismo partidista, sino exclusivamente centrado en la dirección de la “polis”, la ciudad, sociedad.

    El crispadísimo ambiente de nuestra sociedad es cada más evidente, lo que empuja a acuartelarse en posiciones personales o de grupo y desde allí esgrimir las diferencias con claras estrategias para la consecución de objetivos y metas que marcan largas distancias en las relaciones interpersonales y colectivas, de aquí la urgencia de construir puentes y no levantar muros.

    Son tantas y tan urgentes las demandas sociales, acrecentadas cada día, que amenazan la desesperación en el aislamiento “mesiánico” de quien se encierra en su particular visión, vetando la posibilidad de compartir iniciativas, crear diálogo y participar de los logros. No es nada académico, pues a diario observamos en nuestra sociedad la multiplicación de grupos con desprecio de las diferencias y la diversidad marcadas por el péndulo del poder.

    Un elemento determinante para evitar o corregir estos errores colectivos es la activa participación de personas mediadoras, conciliadoras, cuyas iniciativas se basan en criterios sólidos y conocidos para que las partes escuchen, comprendan y puedan beneficiarse de la labor del mediador encaminada a la conciliación real que sea provechosa para las partes. Es el presente que necesita puentes, pero también son las próximas generaciones quienes exigen comenzar a ver luz al final de este túnel de décadas.

    El fortalecimiento de la institucionalidad, con el imperio de ley, la honradez de los funcionarios y la transparencia en el uso de los bienes públicos para generar confianza en la ciudadanía, es clave para apreciar claridad, aunque sea débil, del nuevo amanecer. Si a ello sumamos un proceso real, prioritario y ágil, no de palabras ni planes para archivo ni con intereses políticos partidistas, en seguridad, educación, salud y creación de empleo, el amanecer puede estar mucho más cerca.

    El clamor por el diálogo no acaba de hallar eco en sectores oficiales, desde los que llegan voces anunciando socialización, que concluye en lo mismo o parecido porque está fuertemente enraizado el aire mesiánico del cambio. Necesitamos mediadores en acción, personas con acendrada y reconocida autoridad moral y ciudadana para que haya acercamiento y, como dicen en el pueblo, “hablando se entiende la gente”, el gran paso que abra camino al mejoramiento y la calidad de vida de todos los hondureños. No es ilusión... es una trágica necesidad.