28/04/2024
09:20 AM

Terrorismo global

Sergio Banegas

San Pedro Sula, Honduras

Un día y fecha como hoy del año 2001 todos nos despertamos con las terribles imágenes que mostraban en vivo la sucesión de los más atroces atentados terroristas del presente siglo. Más de tres mil personas murieron ese fatídico día en las torres gemelas de Nueva York, lo cual nos mostró un nivel de ataque sin precendentes, una determinación hacia la maldad y un odio preñado de muerte que no habíamos observado en esta generación. Después de diecisiete años, el mundo sigue amenazado por la fiera del terrorismo; de hecho, después de los ataques en la Gran Manzana, todos los continentes del globo terráqueo han sido heridos por los zarpazos de este enemigo que urde sus malévolos planes en las sombras de la ira. Las organizaciones terroristas evolucionan en sus propósitos, se transforman en su operatividad, se ‘internacionalizan’ por medio de adeptos que están de incógnito en todo lugar sembrando semillas de odio.

Ante ello, la comunidad internacional tiene un desafío que no tiene precedentes en la historia de la humanidad, pues el enemigo no es convencional en su estrategia ni en su organización, este enemigo es capaz de esconderse en las grandes urbes del mundo y atacar por medio de ‘llaneros solitarios’ que han jurado lealtad a su filosofía e ideología. Para ejemplo, Siria ha estado en guerra civil en lo que llevamos de esta década con millares de muertos a causa de un Gobierno que ataca a su propio pueblo y que a la vez ha permitido que la serpiente del terrorismo encuentre espacios en su territorio. Y así el mundo entero es un potencial y permanente escenario adonde veremos el próximo ataque que solo cobrará el saldo de víctimas inocentes. De tal manera que los tristes recuerdos de esa mañana del martes 11 de septiembre deben ser capaces de hacer levantar a la comunidad internacional a un estado de alerta permanente, ser proactivos y no reactivos.

Que nuestras generaciones presentes y venideras hereden un mundo de justicia y de paz donde el terrorismo no encuentre tierra fértil adonde germinar. Aguardamos con esperanza que el Príncipe de Paz regrese e instaure su reino adonde no habrá más llanto ni dolor.