Si bien recuperaron en las urnas mucho del terreno perdido en los últimos años, los socialistas obtuvieron el 28.68 % de los votos, es decir, 123 de los 350 escaños en liza, lejos de la mayoría absoluta. Para ello, Sánchez va a tener que recurrir a socios para gobernar y prometió buscarlos en todos los grupos políticos, a lo que sus seguidores, entusiasmados por la resurrección del PSOE (que lleva gobernando desde junio con sólo 85 diputados), le dejaron claro que “Con Rivera, no”.
Se referían así a Albert Rivera, líder de Ciudadanos, formación liberal de centro derecha, nacida en los últimos años, una de las artífices de la ruptura del bipartidismo y que se ha adueñado de buena parte de los votos que el PP ha perdido. Ciudadanos es hoy la tercera fuerza en el Congreso español con 57 escaños, por detrás del PP que descendió como un tren bala desde 137 curules a 66. Pablo Casado, el dirigente popular, achacó la debacle a la división del electorado, que se fue en buena parte a Ciudadanos y también a Vox, pero no hubo ni una sola autocrítica a su gestión al frente de este partido conservador, con el que gobernó José María Aznar y años después Mariano Rajoy.
El PSOE está muy lejos de las grandes victorias de los años ochenta que obtuvo Felipe González e incluso de las conseguidas a inicios del milenio por José Luis Rodríguez Zapatero. Pero el partido resurgió con un Pedro Sánchez empoderado y dispuesto a hacer caso a sus acólitos pactando con los izquierdistas de Podemos y los nacionalistas vascos e incluso catalanes. La opción estaría en el izquierdista Podemos, nacido en los años de la crisis española y que recogió el desencanto de una sociedad castigada por el desempleo y la falta de oportunidades.
“Vamos hacia una democracia sólida, de calidad, en la que han participado millones de españoles en defensa de la democracia, en defensa del futuro”, sentenció Sánchez ante sus acólitos en la calle Ferraz, donde se encuentra la mítica sede madrileña del PSOE. EFE