28/04/2024
02:25 AM

Las dos navidades

Renán Martínez

Ha comenzado el mes de las parrandas, de las festividades particulares, de la Navidad, el Año Nuevo y, en menor medida, de la reflexión. El comercio se dinamiza y los aguinaldos se esfuman como el humo de la cohetería que no dejará de tronar sin reglamento, pese a los estragos que hace la pólvora en manos infantiles. Es la época esperada para casarse, celebrar graduaciones y ofrecer convivios a los empleados, aunque estos últimos festejos no son tan espléndidos como hace pocos años porque la situación económica también ha repercutido en el ámbito empresarial como en los pequeños negocios. Vuelven los excesos de las personas tercas para quienes no existen las medidas de precaución, como también volverán los informes de los medios de comunicación sobre el aumento de incidentes mortales durante las celebraciones. Entre tanta algarabía y diversión las parejas tienen mayores oportunidades para soltar el potro de sus pasiones amorosas. Los resultados de estos placeres se verán en septiembre, el noveno mes del año, catalogado por las estadísticas como el de más alta natalidad en Honduras.

Navidad es la época en que “toda la tierra se alegra y se entristece la mar”. Quiero interpretar este verso del cantautor español José Luis Perales comparando la tierra con toda la gente que tiene esas posibilidades de celebrar a su manera las fiestas navideñas. Mientras que la mar representa, para mí, la soledad, la lejanía, los migrantes que en, riesgosas oleadas, van en busca de un sueño que no pudieron hacer realidad en su patria. De repente la Nochebuena los sorprenderá en un recodo de la peligrosa travesía, detenidos en un asfixiante “corralón” o lo que sería peor, en garras de una estructura criminal como la de los Zetas. En esas circunstancias ya no piensan en la polarización política de su país; ni les interesa saber si las capturas de exfuncionarios públicos son parte de una persecución política o acciones para impartir justicia y castigar a los malos hondureños que han saqueado el erario público. Ahora sus pensamientos están enfocados en cómo desafiarán al río Bravo o al calcinante desierto. Si acaso recordarán la mísera situación en que vivían en su tierra mientras escuchaban sobre los jugosos sueldos, viáticos y bonificaciones que reciben los diputados, y muchos otros funcionarios públicos. Seguramente les angustia la situación en que quedaron los suyos, navegando en un barco sin brújula al que llamaremos Honduras.