26/04/2024
06:26 AM

La verdadera tragedia

Jibsam Melgares

Sin duda, vivimos en un mundo enfermo. Déjeme contarle la siguiente historia. Hace poco llegó a la casa una familia de gatos pidiendo comida: papá gato muy hambriento, mamá gata muy hambrienta y cuatro gatitos igualmente deseosos del alimento necesario para subsistir.

Parecían ser una familia unida, así que les dimos comida y decidieron quedarse a vivir en la parte de enfrente de la casa. Un día, luego de dos meses con nosotros, los gatitos dejaron de comer. ¿Se imagina, querido lector? De estar siempre hambrientos a no comer nada, pero lo peor estaba por venir. Al día subsiguiente, uno de los gatitos apareció muerto. La tristeza nos embargó. ¿Qué era lo que estaba pasando? Decidimos averiguarlo llevando a los tres gatitos restantes al veterinario. Luego de la revisión, el médico nos confirmó que los gatitos se habían contagiado de un virus y nos preguntó que por qué no los habíamos vacunado. ¿Vacunado? Esa fue la interrogación que apareció en mi cabeza.

En Génesis 3 vemos cómo Dios le dio la tierra al ser humano como una morada cómoda y cómo su pecado hizo que eso se terminara rápidamente. Ahora todo iba a ser incómodo, e incómodo hasta la muerte. Sí, el pecado introdujo la muerte en el mundo. Por eso existen virus y bacterias que enferman y matan cuando no se ha puesto una vacuna. Sin embargo, esto no es lo más trágico de la historia. Lo más trágico sigue siendo la acción pecaminosa del ser humano. Una acción que, en vez de cuidar, destruye; en vez de mejorar, empeora; en vez de dejar descansar, explota; en vez de limpiar, contamina; en vez de ahorrar, desperdicia; en vez de interesarse e inquietarse, se desatiende y se deja guiar por la apatía. Pero hay esperanza. Esto es lo que dice la Biblia: “Si reconocemos ante Dios que hemos pecado, podemos estar seguros de que él, que es justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:9 TLA).