25/04/2024
02:05 PM

Hacer patria

Roger Martínez

Más allá de los actos protocolarios, de los actos cívicos, de los desfiles y de los altares patrios, cada hondureño, cada hondureña, estamos obligados a hacer de este país uno cada vez mejor, uno en el que se pueda y se quiera vivir. Por eso es que, cada uno, cada una, debemos pensar en la manera de contribuir con la mejora de las condiciones de vida de nosotros mismos y de nuestros compatriotas para, entre otras cosas, evitar que la emigración deje de ser una permanente tentación, si no es que una necesidad perentoria en busca de la supervivencia, sino producto de una elección libre a la que se ha tenido y se tiene derecho desde siempre.

Y la mejor manera de contribuir al desarrollo, al progreso de Honduras, consiste en que, cada quien, en su particular actividad laboral, procure llevarla a cabo de la mejor manera para así generar riqueza y satisfacer las necesidades personales y las de otros hondureños que se mueven en su entorno. El trabajo bien hecho, indiscutiblemente, eleva la calidad de vida del que lo realiza y las de los que lo rodean.

¿Y, de qué hablo cuando me refiero a un trabajo bien hecho? Pues hablo, en primer lugar, de hacer las cosas en el momento en que está previsto que se hagan, sin posponer innecesariamente el inicio de una labor, de vivir la virtud de la puntualidad y no darle lugar a la pereza, a no dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, a actuar habitualmente con diligencia, a no procrastinar, como se ha puesto de moda ahora decir, ninguna obligación.

Luego, cualquier actividad productiva que tengamos entre manos: en el taller, en la fábrica, en el campo, en la oficina, en el aula, etc. debe realizarse con la mayor perfección posible. La chambonada, la chapuza, como se dice en España, nunca debe ser una opción. Desde que se comienza una labor hasta que se le pone fin debe desarrollarse con esmero, con la intención de acabarla bien hasta en sus últimos detalles, por el derecho y por el revés, tanto en lo que está a la vista como en lo que en principio nadie ve.

Y, finalmente, cada trabajo que se lleve a cabo debe hacerse con espíritu de servicio, pensando en los demás, en aquellos que, por ejemplo, vayan a consumir nuestro producto. El trabajo bien hecho se desnaturalizaría si se realizara solo para generar admiración por uno mismo, por vanidad, en espera de aplausos. Eso, naturalmente, llegará, porque la gente reconocerá lo que se hace bien, pero no debe ser ese el móvil de la obra bien realizada, sino Honduras misma, la patria; esa madre buena que nos acoge a todos y que espera también lo mejor de cada uno de sus hijos.