26/04/2024
09:28 AM

Fragilidad

Elisa Pineda

No se necesita indagar demasiado para darnos cuenta de la fragilidad en la que se encuentra Honduras en diversos aspectos del desarrollo. Hace tan solo pocos días, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) daba a conocer el Informe de Desarrollo Humano 2022, que nos presenta un panorama claro y objetivo sobre la realidad del país en esa materia.

Tenemos el índice de Desarrollo Humano (IDH) más bajo de la región centroamericana: 0.634. Como referencia, el mayor IDH regional lo tiene Costa Rica, con 0.810.

Ese índice en Honduras representa una realidad de enormes desigualdades; un país dividido por las condiciones en las que vive su población, en áreas vitales como salud, educación, seguridad ciudadana y vulnerabilidad ambiental, entre otras.

Hay mucho por hacer en Honduras y quizás la base fundamental de todo se encuentre en el fortalecimiento de un Estado de Derecho, en el que impere el respeto a la ley, por encima de cualquier interés.

Esto implica construir una cultura de paz, al mismo tiempo que se fortalecen las instituciones de justicia, con democracia y transparencia.

Más allá de la retórica, aún no es posible ver cambios sustanciales que anticipen una mejoría en los aspectos mencionados. Parece que existe un deseo de revancha, de restitución de lo que fue, que invariablemente nos está llevando a una serie de conflictos de interés que pueden provocar una situación aún más difícil.

El partido de gobierno, que luchó durante muchos años por llegar al poder, debe responder a sus más fervientes correligionarios que acompañaron su trayectoria, desde los acontecimientos de 2009.

Pero, al mismo tiempo, tiene un gran compromiso con las nuevas generaciones que se volcaron a las urnas por el cambio prometido, y que no precisamente son adeptos a su ideología, mas sí respaldan la figura de la Presidenta de la República, en cuanto a personificación del diálogo y la resiliencia.

En tal sentido, se gobierna para todo un país: plural, diverso y en nuestro caso, muy fragmentado. Los mensajes de división, de excusa en el desastre heredado, de distanciamiento entre “ellos y nosotros” tienen que moverse hacia otros más incluyentes.

Hay que reconocerlo: en Honduras llevamos décadas viviendo en la confrontación estéril. Hemos perdido demasiado a causa de ello. Hemos visto la institucionalidad desquebrajarse y la desconfianza crecer abiertamente.

De manera especial, las nuevas generaciones van creciendo con la convicción de que no hay ética que valga, que vivimos en la sociedad de sálvese quien pueda. No logramos comprender que lo legal no siempre es ético y así vamos por la historia convirtiendo en leyes y normas cualquier cosa.

No comprendemos el conflicto de interés, en las que el criterio de una persona puede estar influenciado por un beneficio secundario personal, por encima de aquello sobre lo cual debe decidir, supuestamente en la búsqueda del bien común.

Lo vemos en todas partes: cada quien defiende lo suyo a costa de lo que sea. No hemos comprendido que para lograr relaciones ganar - ganar, beneficiosas para todos, es indispensable también estar dispuestos a ceder.

Están en marcha las nuevas disposiciones para la nominación de candidatos a magistrados a la Corte Suprema de Justicia. Ya no hay más que decir en ese tema, con todo lo que significó. En los últimos días ha sido la nueva lista Engel la que ha generado controversia. Seguramente nos faltará mucho por ver.

En una sociedad democrática es de esperarse que existan ideas encontradas, pensamientos diversos y por lo tanto, cierto grado de fricción. Lo que no podemos permitirnos, en condiciones como las que vive el país, es la confrontación permanente tanto hacia adentro, como en términos de política exterior, que nos lleva a desenfocarnos y desincentiva el trabajo por objetivos en común.

El futuro nos espera, aprendamos a caminar juntos.