27/04/2024
09:53 AM

El ruinoso futuro

Esto me ha hecho recordar un brillante artículo que leí hace poco sobre el porqué de la negación de Pedro en la noche del Jueves Santo.

La Universidad alemana de Friburgo ha llevado a cabo un estudio sobre el futuro del cristianismo en Alemania. Tanto católicos como luteranos verán reducida su presencia a la mitad en el plazo de cuarenta años. Esto se debe al creciente número de abandonos (un cuarenta y uno por ciento ha pensado alguna vez dejar la Iglesia y un 7 por ciento lo tiene ya decidido) como a la caída en el número de bautismos. Esto, lógicamente, traerá como consecuencia la disminución drástica de los ingresos, que parece ser el verdadero motivo del estudio.

Esto me ha hecho recordar un brillante artículo que leí hace poco sobre el porqué de la negación de Pedro en la noche del Jueves Santo. Su autor, Gastón Escudero, dice que aquella negación fue precedida de dos cosas. La primera es que, después de ser apresado el Señor, Pedro le seguía de lejos; este “seguir de lejos” simboliza, según el autor, el enfriamiento en la relación con Dios, tanto en la oración como en el restar importancia a los pecados, tanto los que uno comete como los que cometen los seres queridos. Lo segundo que precedió a la traición fue que Pedro, dentro ya de la casa del Sumo Sacerdote, se unió al grupo de los soldados y criados que habían apresado a Jesús, y llegó incluso a sentarse con ellos alrededor del fuego, para calentarse; mientras su Maestro estaba siendo insultado y torturado, el discípulo se sentaba con sus enemigos y se procuraba un poco de confort, negándose así a compartir la suerte del que, en el agujero en el que le habían metido, estaba sufriendo y pasando frío. La consecuencia fue lógica: le negó y le traicionó tres veces.

Sabemos que Pedro siguió a Jesús para saber lo que iban a hacer con Él y ayudarle si podía. La intención era, por lo tanto, buena. Aplicando esto a la situación de la Iglesia en Alemania, quiero creer que los obispos de ese país tuvieron buena intención y que en el proceso de abandono de la tradición católica les movía el deseo de ofrecer, a un mundo secularizado, una Iglesia más adaptada a las exigencias de ese mundo.