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Benedictus (segunda parte)

  • 11 enero 2023 /

Continuamos con esta breve semblanza del fallecido papa emérito Benedicto XVI. Como erudito de la fe y la Sagrada Escritura, pero sobre todo como hombre de Dios, Ratzinger poseía una profunda y aguda mirada de los tiempos que le tocó vivir. En la homilía de su consagración como arzobispo de Múnich y Freising, definió el ministerio del episcopado como “portador de Cristo”, en ella recordaba que, “el obispo no actúa en su propio nombre, sino que es fiduciario de otro, de Jesucristo y su Iglesia. No es un director sino el comisionado de otro, por el que aboga, y por eso no puede cambiar de opinión a voluntad y defender una vez una cosa y luego otra, que le parezca más favorable”. No por nada su lema episcopal sería: “Cooperatores veritatis” (Cooperadores de la verdad).

Un año después de haber sido creado cardenal por Pablo VI, le tocó participar en 1977 en los conclaves que eligieron tanto a Juan Pablo I (25 y 26 de agosto) como a Juan Pablo II (14-16 de octubre). A partir de allí su servicio directo a la Santa Sede sería más frecuente, y para 1982, tras renunciar al gobierno de su diócesis, fue nombrado Prefecto de la Congregación, para la doctrina de la fe y presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional. Fueron muchos los aportes, y la ayuda invaluable que el cardenal Ratzinger ofreció al pontificado del papa Wojtyla, pero quizás dos de las encomiendas más importantes y en las que se puede palpar la huella de su pensamiento son: el actual Catecismo de la Iglesia Católica, de cuya comisión de preparación y redacción fue presidente desde 1986 hasta su publicación en 1992. Y su colaboración en la encíclica “Fides et ratio”, una de las más emblemáticas de Juan Pablo II, documento que en palabras del entonces cardenal Ratzinger, tiene la intención de, “volver a darle confianza al hombre contemporáneo en la posibilidad de encontrar una respuesta segura a sus inquietudes y exigencias esenciales, e invitar a la conciencia humana a enfrentarse al problema del fundamento del existir y del vivir y a reconocer la verdad de Dios como principio de la verdad de la persona y del mundo entero”.

Su relación con el Juan Pablo II fue siempre cercana y fraterna, tanto que este nunca quiso prescindir de su servicio, como uno de sus colaboradores más cercanos, y el 30 de noviembre de 2002, aprobó su elección como decano del colegio cardenalicio, cargo que le ponía al frente de los cardenales, le hacía responsable de convocar el próximo conclave y presidente de las exequias del sumo pontífice.

Esta designación, puso los ojos del mundo eclesiástico, en el tímido cardenal alemán como un “muy posible sucesor” del carismático papa polaco. Vaticinio que, contra todo pronóstico, se cumpliría tres años después, cuando el cardenal chileno Arturo Medina Estévez anunciara a Roma y al mundo en latín: “Os anuncio con gran alegría: tenemos Papa, el eminentísimo y reverendísimo Señor, Señor, Joseph Cardenal, de la Santa Iglesia Romana, Ratzinger. Que ha tomado el nombre de Benedicto XVI.” Continuará...