Más allá de “dimes y diretes”, en el primer año de gobierno del presidente López Obrador cayó la inversión, el crecimiento, el empleo, el producto por habitante, la captación del ISR por falta de crecimiento, el poder de compra de la clase media, humilde y la bolsa de valores, fuente de financiamiento de las empresas. Se incrementó la incertidumbre, inseguridad y violencia.
Noviembre de 2019, el mes más violento del que se tiene registro: 2370 asesinatos, 79 cada día. Se reducen los abrazos y aumentan los balazos. De la correcta identificación de las causas de esos males dependen de que se frenen. Si responsabilizamos a factores que no los originan, como pasa con las enfermedades, se agravan. No cabe duda de que la herencia de unas finanzas públicas saqueadas, un Pemex quebrado y endeudado irresponsablemente, influyeron en la situación actual, pero no son su principal causa.
Tampoco el entorno internacional, sino las decisiones equivocadas del actual Gobierno, como la cancelación del aeropuerto de Texcoco y de las rondas petroleras, que pusieron en entredicho la seguridad jurídica, el cumplimiento de los contratos pactados y el respeto a las leyes vigentes. Si no hay claridad y certeza del rumbo del Gobierno, no reconoce sus errores, culpa de ellos al pasado o a factores externos y siempre encuentra un “chivo expiatorio” para atribuirle la causa de cada problema económico que surge, será difícil que se retome estructuralmente la ruta de la inversión, el crecimiento y del empleo productivo en México.