03/05/2024
01:24 PM

A tiempo

  • 29 agosto 2023 /

El que no avanza, retrocede, enseña una antigua sentencia popular. Y es una verdad tan contundente como un puñetazo en la cara. Si no vamos hacia adelante, si nos quedamos estacionados, la vida continúa su marcha, mientras nosotros nos anquilosamos. El tiempo, ese que desconoce el sentido de la palabra retroceso, no se detiene, no nos hace espera, y si no le agarramos el paso, nos deja tirados a la vera del camino.

Digo lo anterior porque estamos por terminar agosto, hay negocios que ya comenzaron a colocar en sus estantes artículos navideños, y de este 2023 nos queda solo una tercera parte. De modo que llega el momento de acelerar el paso y de volver realidad aquellos propósitos que nos hicimos hace ya ocho meses y que, o siguen escritos en alguna libreta física o digital, o, ni siquiera recordamos.

A este mundo no hemos venido a pasear, y nadie es tan bonito como para que considere que ha nacido para convertirse en pieza decorativa. Las personas debemos comprometernos, primero con nosotros mismos, a ser cada vez mejores y a, por lo menos, no dejar una huella opaca y sucia a nuestro paso por la existencia. Lo óptimo, lo deseable, es que, constantemente, nos tracemos metas, nos diseñemos planes de mejoría, que nos ayuden a aspirar a la excelencia y a huir de la mediocridad, para evitar ser un bulto más tirado por ahí, que no hace más que estorbar el paso o degradar el ambiente.

Todos tenemos vicios contra los que batallar, defectos por desterrar, y, por lo mismo, no podemos sentirnos contentos y satisfechos, mientras no hayamos emprendido el camino por ser mejores, por resultar agradables a los demás, para ejecutar mejor el trabajo que tenemos entre manos o para hacer de este planeta un sitio en el que podrán vivir las futuras generaciones.

Todo aquel que se piense perfecto, acabado, sin áreas ni ámbitos de mejora, además de estar equivocado vive engañado. Pocas cosas son peores que convivir con gente que se cree in errante, redonda y completa, y que, cuando se le hace ver un defecto notable, se molesta, se irrita, y atribuye a la envidia cualquier corrección que se le haga. Da pena, pero sí hay quien cree que nació para trofeo y que, por lo mismo, su sitio debe ser un pedestal, un lugar de honor, una altura desde la cual pueda brillar y ser observado y venerado por todos.

Pero estamos a tiempo. Tenemos poco más de ciento veinte días para rectificar y, haciendo un acto de humildad, concretar los propósitos de mejora personal que todavía solo están en el papel o en la pantalla.