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Escasez y colas

  • 12 julio 2019 /

Luís Pazos

En 1973 visité la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, ejemplo a seguir por intelectuales, activistas y “progresistas” de izquierda en el siglo XX. Lo primero que visualicé fue grandes colas para adquirir comida y ropa, racionadas y con un mercado negro paralelo. Los zapatos, distribuidos por el Estado, de color blanco, no se repartían por tallas y les podían dar dos izquierdos o derechos, después los intercambiaban sus receptores. Para obtener un departamento o coche había que esperar dos años o más, aunque se tuviera el dinero para comprarlo, o se podía adquirir en menos tiempo si se tenía algún amigo en el partido o le daban dinero extra, en divisas, a los burócratas encargados de asignarlos.

Colas, escasez de bienes y servicios, racionamiento, mercado negro, corrupción y dinero sin poder de compra eran las características de la economía soviética, del socialismo real, que conocí hace 46 años. En la década de los años 70 también visité China y Cuba, donde la pobreza y escasez eran notorias. Había dos clases sociales, los que vivían bien, altos funcionarios y dirigentes del partido socialista, y el “pueblo”, todos igualmente pobres.

En el siglo XXI, el ejemplo de los resultados del socialismo real o “neosocialismo” es Venezuela, país que he visitado varias veces, antes y después de implantar el capitalismo de Estado, pues en el socialismo real no desaparece el capitalista, la burocracia, los dirigentes del partido o el caudillo y su séquito, que se convierten por ley en los únicos capitalistas, monopolizan las principales actividades económicas y distribuyen lo poco que producen.

La escasez en los países socialistas radica en un Estado planificador, dueño de los medios de producción y repartidor de lo producido, en prohibir o limitar la propiedad de empresas y la libertad de producir, vender y hacer negocios. A pesar de los nefastos resultados en 100 años, el socialismo gusta a los políticos por el poder que concentran y a muchos pobres por la ilusoria promesa de que sin trabajar saldrán de la pobreza.