Pasteur y su increíble búsqueda de vida en el aire

En 1860, Louis Pasteur escaló un glaciar para probar que los gérmenes flotaban en el aire, desafiando la idea de la generación espontánea y revolucionando la ciencia.

  • 04 de marzo de 2025 a las 00:00 -

Por Carl Zimmer/The New York Times

En 1860, años antes de hacerse famoso por desarrollar vacunas y calentar leche para matar patógenos, Louis Pasteur se aventuró a la cima de un glaciar, en una increíble búsqueda de vida invisible.

Estaba a la caza, escribió más tarde, de “los gérmenes flotantes del aire”. Pero en la época de Louis Pasteur, la idea de seres vivos flotando en el aire era demasiado extraña para imaginarse.

Cuando Louis Pasteur era un químico poco conocido en la Universidad de Lille, en Francia, el padre de uno de sus estudiantes buscó su ayuda. El hombre era dueño de una destilería donde usaba levadura para convertir el jugo de betabel en alcohol. Pero el jugo inexplicablemente se había vuelto rancio.

Al inspeccionar el líquido bajo un microscopio, Louis Pasteur descubrió bacilos oscuros —bacterias en lugar de levadura— en las tinas ácidas. El descubrimiento le ayudó a elaborar una teoría de la fermentación: los microorganismos absorbían nutrientes y entonces producían compuestos nuevos.

En su relato del descubrimiento, Louis Pasteur sugirió que las bacterias podrían haber flotado en el aire y haberse asentado en las tinas. Esa idea le valió una airada carta de Félix-Archimède Pouchet, uno de los principales naturalistas de Francia, quien escribió que el jugo de betabel había generado espontáneamente los microorganismos.

El conflicto entre Louis Pasteur y Pouchet llevó a la Academia Francesa de Ciencias a anunciar un concurso para el mejor estudio que abordara si la generación espontánea era real o no. Ambos científicos se inscribieron para competir por el premio de 2 mil 500 francos.

Pasteur se propuso recabar gérmenes del aire. Creó matraces de cuello largo y los llenó con caldo esterilizado. Si los cuellos apuntaban directamente hacia arriba, el caldo a menudo se enturbiaba con microorganismos. Pero si inclinaba los cuellos de modo que las aberturas apuntaran hacia abajo, el caldo se mantenía claro. Pasteur argumentó que los gérmenes en el aire podrían descender a los matraces, pero no podrían impulsarse por un camino ascendente.

Experimentos de Louis Pasteur

Cuando Pouchet se enteró de los experimentos, se burló. ¿Realmente creía Pasteur que todos los gérmenes en la materia orgánica en descomposición procedían del aire? De ser cierto, cada milímetro cúbico de aire habría estado lleno de más gérmenes que toda la población de la Tierra.

Pasteur respondió cambiando su hipótesis. Los gérmenes no estaban en todas partes, afirmó. En cambio, flotaban en nubes que eran más comunes en algunos lugares que en otros.

Pasteur comenzó a recolectar gérmenes fuera de su laboratorio. En el patio del Observatorio de París, sus 11 matraces se volvieron turbios por la multiplicación de gérmenes. Pero en el campo, más matraces permanecieron estériles. Mientras más se alejaba Pasteur de los asentamientos humanos, más escasa se volvía la vida aérea. Para poner esa idea a prueba extrema, Pasteur decidió escalar el Mer de Glace, o el mar de hielo, en Francia.

Él y un guía partieron de la base del Monte Blanc en los Alpes. Una mula los seguía, cargando cestas con los matraces llenos de caldo.

Cuando el científico alcanzó una altitud de 2 mil metros, capturó aire en los matraces.

Su experimento funcionó a la perfección. Sólo uno de los matraces se volvió turbio por los gérmenes. Los otros 19 quedaron estériles.

En noviembre de 1860, Pasteur llegó a la Academia de Ciencias de París con los 73 matraces empleados en sus viajes. Los jueces dijeron que su evidencia proporcionaba “prueba irrefutable” de gérmenes flotantes en lugares habitados. Pasteur ganó el premio.

Los científicos hoy reconocen que Pasteur vislumbró por primera vez un mundo que apenas están comenzando a comprender. Ahora saben que la vida impregna la atmósfera mucho más de lo que él había imaginado, hasta la estratosfera. Nuestro próspero aerobioma ha llevado a algunos científicos a argumentar que aerobiomas alienígenas pueden flotar en las nubes de otros planetas. El nuestro no es el único mundo que parece demasiado fantástico para creerse.

©The New York Times Company 2025

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Staff NYTimes
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