Las bufandas, chales, manteles y otras prendas de colores encendidos se convirtieron en la última década en símbolos culturales de Honduras, en souvenirs valiosos y en indumentaria étnica de lujo para cierto segmento de la población. Sin embargo, las creadoras de estas piezas viven en el anonimato y añorando mejores ganancias económicas para salir de la pobreza.
En la aldea El Cacao, a 9 kilómetros del centro de Intibucá, decenas de mujeres lencas asisten a los talleres comunales a transformar miles de ovillos de lana en coloridos lienzos y piezas acabadas que más tarde les proveen a intermediarios por un precio que solo les permite comprar materia prima y obtener un salario para subsistir.
María Remigia Domínguez, de 56 años, resiente que “las mujeres de esta aldea trabajan todos los días desde hace muchos años, producen bastante, venden todo y ganan poco”.
Clave
Aunque la materia prima es de Guatemala, los lienzos lencas son diferentes a los fabricados en el país vecino. Son hechos con colores “vivos, encendidos”, dicen las lencas; los de Guatemala “tienen colores opacos y matizados”.
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'Si los comerciantes vendieran más barato podríamos producir más': Fanny Sánchez,
tejedora |
“Nosotros les vendemos a los comerciantes las bufandas a L110 por docena; ellos las venden a L300 y hasta a L350. Vendemos la yarda de tela baratísima, a L130, y en Tegucigalpa, algunas tiendas venden las blusas en L1,500”, ejemplifica.
Las tejedoras lencas no solo se quedan con el menor porcentaje de dinero al momento de introducir las piezas al mercado, también pierden el derecho de la autoría del producto porcarecer de una marca y de un sello que identifique el origen.
Estas mujeres demoran alrededor de media hora en tejer un lienzo de colores porque deben hacer pausas constantemente para medir las franjas. De esta forma, ellas logran uniformidad en la dimensión de todos los cuadros.
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Por desgracia, estas mujeres de tez trigueña y de baja estatura comienzan la producción en desventaja: compran la materia prima a precios excesivamente elevados por no tener un proveedor directo.
“La lana que utilizamos es producida en Guatemala y pagamos (por ovillo) entre L135 y L145 a los intermediarios. Si compráramos directamente solo pagaríamos L95 o L100”, expresa María Aurora.
'Los telares son los únicos lugares que tenemos las mujeres para trabajar': Nelly Méndez
Tejedora |
Las artesanas lencas creen con suma seguridad que este negocio ofrece una oportunidad a otras personas que deseen dedicarse a la crianza de ovejas y producción de hilaza de lana.
Aquí en El Cacao y en aldeas vecinas operan alrededor de 20 modestos talleres constituidos con telares fabricados artesanalmente de madera, como Telares El Cacao, Tejidos Lencas Las Marías y Telares La Amistad. Hace poco, la Empresa Productora de Tejidos Lencas estrenó un edificio construido con el apoyo económico de las organizaciones Cepudo y Food for the Poor.
La tejedora Nelly Méndez, de 16 años, es del criterio que estos talleres podrían crecer “si los intermediarios vendieran menos caro, puesto que más personas comprarían”. De esta forma, según Fanny Sánchez, 20 años, “habría más producción y más trabajo para las mujeres de la aldea”. En El Cacao, ninguna institución del Gobierno desarrolla proyectos para que estas empresas logren una marca, una certificación de origen o incursionen en el mundo del diseño con el fin de diversificar los productos.
'Nos gustaría recibir capacitaciones para saber cómo exportar los tejidos': María Aurora Domínguez,
tejedora |
Dado a que jamás han recibido una capacitación sobre cómo exportar, nunca han enviado al extranjero ni una docena de bufandas, pero estas mujeres saben que algunos comerciantes de las grandes ciudades sí lo hacen.
En la aldea El Cacao, las empresas comunales venden cada yarda a un precio promedio de L130 a los comerciantes.
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“Estudio Administración de Empresas porque quiero que estas empresas crezcan porque aquí no hay apoyo. Ahorita llevo buenas notas, arriba de 80”, manifiesta.
Para las lencas, más que un trabajo, crear una yarda de lienzo multicolor es un arte que demanda una media hora de esmero. “Nos tardamos un poco porque cuando estamos tejiendo debemos parar para medir las franjas, deben quedar todas de igual medida”, dice María Faustina Gómez, 28 años, madre de dos niños.
La municipalidad por primera vez apoyará a las tejedoras INTIBUCÁ. Cristel Merary Urquía Dubón, gerente de desarrollo social y económico de la municipalidad de Intibucá, estima que las empresas comunales de tejido lenca no han logrado desarrollarse porque “no han contado con el apoyo de las administraciones municipales anteriores”.
Por primera vez, según Urquía Dubón, la municipalidad de Intibucá ha incluido a esas empresas comunales en un plan de desarrollo (diseñado el año anterior) que beneficiará a entre 20 y 30 grupos ubicados en Los Encinos, Chiligatoro, Azacualpa, Río Colorado, Río Grande y El Cacao. El año anterior, según Urquía Dubón, la municipalidad coordinó la creación de una asociación de artesanos del municipio de Intibucá y el alcalde firmó un acuerdo con la iniciativa Un pueblo, un producto “para crear marcas y generar espacios en ferias nacionales e internacionales a los tejidos lencas”. “Nuestros artesanos están regalando sus productos. Están vendiendo muy barato y los comerciantes en las grandes ciudades venden a precios exorbitantes”, dijo. “Tenemos la debilidad que no producimos el hilo”.
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