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Creación de consulados de Honduras, una tarea pendiente

  • 03 julio 2013 /

Cuatro oficinas son insuficientes para cubrir los 31 estados que conforman México y el Distrito Federal.

    Jaqueline Mairena es una hondureña procedente de Talanga, Francisco Morazán, que a su paso por el albergue La 72, en Tenosique, Tabasco, ayuda a cocinar los alimentos para los casi 150 migrantes que hay ese día en el hogar.

    Lleva dos meses de viaje y como casi todos los viajeros dice que emigró porque no hay empleo en Honduras. Mientras pica cebolla y verduras aprovecha para mandar un mensaje al Gobierno de Honduras.

    “Es necesario que aquí haya un consulado hondureño. Realmente lo necesitamos porque el 98% somos hondureños”. Y agrega: “El cónsul salvadoreño sí viene”.

    Lo que probablemente Jaqueline no sabe es que tanto El Salvador como Guatemala han reforzado su política consular en casi todo México.


    El embajador de Honduras en ese país, José Mariano Castillo, casi coincide con la apreciación de la joven, aunque señala que la apertura de nuevos consulados será muy difícil debido a la falta de fondos y personal, que incluso dificulta la operación de los cuatro consulados para cubrir los 31 estados y el Distrito Federal que componen los casi dos millones de kilómetros cuadrados de territorio mexicano.

    “Es imposible para los cónsules cubrir todo el territorio. No tenemos presupuesto ni personal para atender toda la ruta del migrante. Ninguno de los cónsules tiene automóvil y no hay fondos”.

    Aunque el diplomático señala que se hace lo posible para atender a los migrantes, sabe que es una utopía cubrir entre 80 mil y 100 mil hondureños que cada año cruzan la nación azteca.

    El ejemplo más claro de esa necesidad se refleja en la zona centro-norte de México, donde el cónsul de San Luis Potosí y otras cinco personas son responsables del trabajo en 17 estados que componen el centro y la frontera con Estados Unidos, cuyas largas distancias de un punto a otro hacen imposible la cobertura.

    El consulado de Ciudad de México es otra muestra. Aunque está en la capital, es responsable de un territorio donde se concentran más de 60 millones de personas y es cruzado por líneas de tren obligatorias para los migrantes y que han sido conflictivas en áreas como Lechería y Huehuetoca.

    “Quisiera ser un hombre millonario para dar carro y su chofer a los cónsules y que tengan pañales, comida y medicinas para los migrantes como los tienen consulados como el de El Salvador. Se ha hablado con Cancillería para mejorar la situación, pero no hay dinero.

    Entonces hacemos lo humanamente posible para defender los derechos de los hondureños”, asegura el embajador. En Tapachula, la situación no es mejor.

    El consulado también atiende una zona altamente transitada por los migrantes, en la que además está la principal estación migratoria de México, la Siglo XXI de Tapachula, desde donde unos 20 mil hondureños que en promedio son detenidos por migración al año deben pasar antes de ser enviados a Corinto por la vía terrestre, cuando los casos no son delicados.

    Además de dar protección consular y velar por el respeto de los derechos humanos de los migrantes, los consulados se encargan de la documentación de nacimientos y defunciones, expiden pasaportes provisionales o salvoconductos a personas en situación de vulnerabilidad como niños, niñas, personas de la tercera edad o mutilados.

    “El trabajo de un cónsul es operativo, viendo los problemas de los connacionales. Nos toca ir al hospital, a las casas del migrante, a las vías del tren porque es allá donde nos necesitan”, explica el cónsul de Honduras en San Luis Potosí, Osmar Cárcamo.

    Otro ejemplo es el consulado de Veracruz, que atiende cinco estados por los cuales se ha producido una avalancha de indocumentados como Jaqueline, quien sigue cocinando a fuego lento, esperando que de la misma manera algún día el Gobierno cocine la solución para atender mejor a los migrantes o dar más herramientas para que los cónsules realmente puedan cumplir su misión.

    Relatos

    José Nahún Hernández Paz Santa Bárbara, 22 años

    Salí de Honduras hace dos meses por desempleo y delincuencia. Veníamos en el tren y lo pararon como a las 12 de la noche antes de llegar a Coatzacoalcos para capturar gente y sacarles el dinero que tenían. A los que tienen familia en el norte se los llevaban y no los vuelves a ver. Me vine por el Pacífico porque el tren corre más ligero y porque por allá se necesitaba “coyote”. Dicen que por ahí solo pasa gente reportada con Los Zetas.

    Germán Omar Pérez Pérez Lempira

    Fui a San Luis Potosí y me regresé para acá porque hay muchas personas que lo quieren engañar y lo quieren llevar y si no llevas dinero, te pueden quitar la vida. Para conseguir dinero me ha tocado trabajar rajando leña y limpiando solares. Ahora trato de llegar a Sonora porque la gente dice que está mejor por este lado. Los asaltantes se ponen en los túneles de Orizaba y me tocó rodear en autobús para poder pasar.

    Ilsa Mendoza Colón, Casada

    Me vine buscando un futuro para mis dos hijos. Trabajaba como ama de casa y mi esposo es guardia. Me voy a regresar porque no tengo ayuda económica para seguir adelante. La ruta es muy difícil. Uno aguanta hambre, frío y de todo un poco. Lo peor que me ha tocado vivir es estar alejada de mis hijos. Ayer hablé con ellos y me sentí muy mal y no me importan las condiciones en que esté, quiero estar con ellos.

    Raúl Medrano Manzanárez La Lima

    Están cobrando renta de 100 dólares en Palenque, Coatzacoalcos, Tierra Blanca y Orizaba. Tuve que caminar y tomar autobús o combi para evitar que nos tiraran del tren. Me vine porque el trabajo es muy poco y no alcanza para la comida. Salí con la idea de superarme. Voy a California. Ahorita no pienso cruzar porque está bien duro y los delincuentes, Los Zetas, tienen bien cuidado el río y a uno lo pueden golpear y hasta matar si se acerca.

    Jared manzanárez Colón

    Salí de Honduras el 14 de enero, pero me quedé con un primo en Salinas, Oaxaca. Me vine a San Luis, Potosí, en tren y desde hace ocho días estoy acá. La gente dice que es peligrosa la ruta, pero gracias a Dios no me ha pasado nada, no me ha tocado pagar. Voy a Virginia a trabajar. Me voy a ir por Reynosa porque está más fácil y hay un señor que es amigo de mi papá y me va a ayudar a cruzar al otro lado.

    Juan díaz
    Santa Bárbara, 47 años

    La situación está muy dura en Honduras, la delincuencia sobre todo, y el dinero no vale nada. Eso nos hace emigrar y exponer la vida porque está muy peligroso, no es como antes. Antes costaba cruzar México por las autoridades, pero ahora está la delincuencia. Llevo dos meses viajando. Quiero llegar a Florida, donde tengo familia. Lo más difícil es la zozobra en el tren porque cuando pasa se suben los delincuentes a pedir dinero.

    Luciano núñez El Paraíso

    Salí hace dos meses. Me robaron 400 pesos en Celaya. Estábamos sentados y fue la misma Policía la que nos quitó el dinero que teníamos para la comida. Me vine en tren. Es una experiencia peligrosa porque viaja todo tipo de personas. Siempre hay miedo porque se viene arriesgando. Voy a San Antonio, Texas, donde tengo dos hermanos y un sobrino. De acá voy hasta la frontera a Nuevo Laredo. Quiero trabajar para ayudar a mis padres y a mis dos hijos.

    Osmán matute La Libertad, Comayagua

    Me vine con mi hermano y tal vez logramos llegar. Trabajaba como taxista, pero ya no da, no hay gente suficiente. Solo se hace la tarifa del patrón y ya no queda para uno. Tengo familia y no ajusta. La tarifa eran 250 lempiras, más 250 de combustible. Lo que sobraba era para mí y a veces solo cubría lo de él y lo del combustible. La idea es llegar para superarme y sacar adelante a mi esposa y mis dos hijos pequeños. Lo más importante es comprar una casa.