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El té de Sochi, producto 'exótico' en Rusia

Se necesitan 4,5 kilos de hojas para hacer un kilo de té, el cual finalmente se embala en cajas o bolsas.

SOCHI, Rusia,

Sochi, la ciudad rusa sobre el Mar Negro que recibirá a los Juegos Olímpicos de invierno en febrero, es un famoso destino turístico, pero también se destaca por su próspera industria del té, iniciada a finales de la era imperial y orgullo de los lugareños.

Cientos de hectáreas de plantas de té, 'exóticas' en el país del frío, crecen en cantidades industriales en Dagomys, un microdistrito del Gran Sochi (área metropolitana de Sochi), a unos 1.600 kilómetros al sur de Moscú, donde en 1903 se plantó el primer arbusto verde con flores blancas.

El clima subtropical de esta región entre las montañas del Cáucaso y las aguas del Mar Negro -situada a la misma latitud que la Costa Azul francesa- permite que crezca té en Rusia, un cultivo más asociado a países como India y China.

'El té de la región de Sochi es el té más septentrional del mundo, no es posible lograr que crezca más al norte', explica Viatcheslav Moroz, director de Dagomystchai, la mayor de la muchas empresas que producen té en el Gran Sochi, perteneciente a la región administrativa de Krasnodar.

Un té más ecológico y más gustoso

El té necesita un clima cálido y húmedo, pero el frío también puede ser una ventaja, señala Moroz, en referencia a las características climáticas de la región de Sochi.

'En invierno, la temperatura desciende por debajo de los 0°C, y los posibles parásitos que pueden desarrollarse en el té no se dan aquí', observa. 'Por lo tanto, no hay que utilizar pesticidas, lo que hace un té más ecológico y más gustoso'.

La empresa posee unas 600 hectáreas de plantas de té alineadas en las colinas que miran hacia el Mar Negro y produce unas 500 toneladas de téanuales.

Las hojas verdes se cosechan tres veces al año, de abril a octubre, principalmente a máquina, aunque las más pequeñas deben ser recogidas a mano. Luego se transportan por camión a la fábrica situada un poco más abajo, a cinco minutos de ruta.

Allí se seleccionan, pican y refinan, y se separan en dos líneas de producción, una para el té negro, otra para el té verde. Ambos se fabrican a partir de la misma hoja, pero es el proceso de fermentación el que diferencia al final el color del té.

Se necesitan 4,5 kilos de hojas para hacer un kilo de té, el cual finalmente se embala en cajas o bolsas.

La bebida del Politburó y Brezhnev

La empresa, que aún tiene infraestructura de la época soviética, se ha modernizado poco a poco, indica la encargada de la fábrica, Nina Vakhroucheva.

'En 20 años, el nivel del equipamiento ha cambiado mucho. Antes, cuando trabajábamos a mano, podíamos hacer solamente paquetes de 50 o 100 gramos en cajas de cartón. Pero ahora podemos hacer muchos embalajes de souvenirs' y ofrecer este producto 'exótico para Rusia', señala Vakhroucheva.

'Los que están acostumbrados a beber té de Krasnodar no beben ningún otroté, porque les parece demasiado fuerte', explica esta sexagenaria que vigila la calidad del producto que sale de la fábrica.

A pocos kilómetros de distancia, un poco más arriba en la montaña, los amantes del té llegan a degustar los brebajes, los más exclusivos a un precio de 1.200 euros el kilo.

Dagomystchai vende la casi totalidad de su producción en Rusia -país gran consumidor de té negro- y un poco en Ucrania, pero tiene como objetivo exportar su té al resto de Occidente.

¿Habrá un té especial para los Juegos Olímpicos de Sochi, del 7 al 23 de febrero de 2014? No, asegura Moroz, e insiste en que el té de Krasnodar es igual para todo el mundo, incluido el presidente ruso Vladimir Putin.

'Es también el que bebían el Politburó y Brezhnev', dice.