28/04/2024
02:25 AM

Diego Luna: 'Como director tengo mucho que aprender”

El mexicano presenta su primera cinta, la historia del activista César Chávez, a cuya esposa da vida América Ferrera

California. No hay nada mejor para un actor profesional que dirigir bien su carrera. Y Diego Luna se lo tomó tan en serio que cruzó del otro lado de la cámara para debutar como director de cine en la nueva película César Chávez. Sí. Tan en serio que ni siquiera trabajó como actor, aunque eligió la fama de John Malkovich, América Ferrera, Rosario Dawson y Michael Peña para acompañarlo. Y en una época donde el óscar está en manos de un director mexicano como Alfonso Cuarón, el mundo del cine recibe con los brazos abiertos a un nuevo director tan joven como Diego Luna.

-¿Qué piensa Diego Luna actor de Diego Luna director y qué piensa Diego Luna director sobre Diego Luna actor?

Como director, pienso que tengo mucho que aprender. Sé que tengo la pasión, el hambre y la necesidad por contar historias que me preocupan, planteando temas que necesitan ser discutidos. Hoy más que nunca pienso como director. Y como actor, jamás me contrataría (risas).

-¿Y qué opinas del triunfo de Alfonso Cuarón como el primer director latinoamericano que gana un óscar?

Deprime tener que celebrar el increíble éxito de Alfonso Cuarón con un óscar, al saber que es el primer latinoamericano que lo logra. Es ridículo.

-¿Pero no te parece que es una forma de demostrar que ahora “sí, se puede”?

Por supuesto, pero el mensaje de “sí, se puede” es de los años 60... Pero bueno, tampoco lo pongamos en el medio a Alfonso porque es injusto. No puedo borrar lo que dije, pero es un hombre que hace películas increíbles y demuestra que tiene una voz talentosa y fuerte. Es algo que ganó y deberíamos estar orgullosos por él. Me pone realmente feliz que haya ganado porque es muy joven y vamos a ver muchas más películas de Alfonso. Pero en términos de “sí, se puede”, no podemos permitirnos olvidar de dónde venimos, deberíamos hablar sobre la historia de los latinos en este país. Deberíamos asegurarnos de contarles a nuestros hijos quién es esa persona que tiene el nombre de una escuela, el nombre de una calle, un mural en East L.A. Tratemos de que las nuevas generaciones no olviden lo que tuvo que pasar para que estén donde están.

En pleno Distrito Federal de México, Diego Luna Alexander nació el 29 de diciembre de 1979 en medio del mundo del espectáculo, con una madre como la diseñadora de vestuario Fiona Alexander y el padre Alejandro Luna, reconocido como uno de los mejores escenógrafos de México. Pero como si hubiera vivido el peor drama de su propia película, Diego apenas tenía dos años cuando falleció la madre en un accidente de auto. Y estando tan cerca de las escenografías del padre, eligió la actuación como forma de vida, desde muy jovencito. Ni siquiera había cumplido tres años cuando apareció en la película Antonieta. Y a los 13 ya había aparecido en la telenovela El abuelo y yo, donde conoció al gran compañero de aventuras, Gael García Bernal. Juntos protagonizaron la película Y tu mamá también, que los llevó a cruzar la frontera para triunfar en Hollywood. Trabajando con Salma Hayek en Frida, Diego también protagonizó una versión más moderna de Dirty dacing; Havana nights, además de otras superproducciones como The terminal, con Tom Hanks, y Milk, con Sean Penn, además de Casa de mi padre, con Will Ferrel, o el video musical de Katy Perry The one that got away. Detrás de cámaras tuvo una historia romántica de película cuando se casó el 5 de febrero de 2008 con la actriz mexicana Camila Soldi, la madre de sus dos hijos: Jerónimo y Fiona, pero se separaron en marzo de 2013. Con la película César Chávez comienza un nuevo capítulo en la vida de Diego y, por lo visto, su futuro cambió de ‘dirección’, en todo sentido.

-¿Cómo se te ocurrió cruzar del otro lado de la cámara para dirigir cine?

Supongo que todo empezó cuando me mudé a California. Tenemos una compañía donde estábamos generando cine en México y en casi diez años ya hicimos quince películas. Con uno de mis socios, Pablo Cruz, abrimos una oficina para generar otros proyectos en California y buscamos un buen puente entre Latinoamérica y la experiencia latina en Estados Unidos. Tenemos demasiado en común, hay demasiadas historias que deberíamos compartir, pero dejamos que la frontera nos quiebre y nos divida.

-¿Y por qué elegiste un tema tan poco conocido como César Chávez?

Como bien dijo César Chávez, nuestra fuerza está en los números. Tenemos que aceptar que nos conecta mucho más. Y pensé que al contar esta historia podía celebrar la herencia de este hombre para dar el buen mensaje de que, si alguna vez puede haber un cambio, está en manos de la gente. Y en vez de la violencia y una pérdida fácil, dio la vuelta para hablar con los consumidores. No podemos esperar que las clases políticas hagan nada ni que las grandes corporaciones se levanten un día pensando “estamos haciendo las cosas mal, entreguemos un 20 por ciento de nuestras ganancias a la gente, para que mejore sus vidas”. Eso nunca va a pasar, pero el movimiento demostró que en los años 60 había una forma de conectarse.

Aunque no todos lo saben, César Chávez es uno de los héroes hispanos más importantes en Estados Unidos, comparado como una versión latina de Martin Luther King. Y la película muestra la época en que los campesinos no tenían un sueldo mínimo y apenas ganaban dos dólares por día o ni siquiera tenían un baño “porque no saben usarlo”. Fue en aquel entonces cuando Chávez impulsó una verdadera revolución latina, apoyado por el senador Kennedy, para lograr los derechos civiles más importantes de los trabajadores latinos durante la década del 60. Y en una perfecta adaptación de la época, con el perfecto vestuario, los autos antiguos o la infinita cantidad de extras en las manifestaciones, Luna pasó el mejor examen de su primera carrera como director (con la producción asociada de su gran amigo Gael García Bernal), demostrando lo mismo que solía gritar César Chavez: “Sí, se puede”.

-¿Alguna vez te sentiste discriminado en Hollywood?

No solo en Hollywood. Sí. Nos la pasamos echándole la culpa a Hollywood por todo, pero, sí, claro, me discriminaron en muchas maneras. Muchas maneras. Pero no solo en Hollywood, también en Europa, incluso en Latinoamérica. Es una realidad. Es una lástima que tengamos tantos problemas en aceptar las diferencias en vez de celebrarlas.

-¿Es por eso que decidiste filmar la película en México en vez de los verdaderos escenarios de Estados Unidos?

No fue mi primera opción, pero los escenarios tampoco son iguales que en los años 60. La tecnología llegó al campo. Hubiéramos necesitado demasiados efectos visuales y dinero que no teníamos para limpiar y cambiar las imágenes. Y mientras yo estaba buscando un nuevo lugar en México, mi compadre de Sonora, Jesús Ochoa, otro actor, me dijo: “En este estado producimos el 80% de las uvas que están en la mesa de este país”. Y cuando estuve en Sonora sentí como si estuviera en el mismo valle donde había estado Chávez. Y me pareció el lugar perfecto.

-¿Qué tan difícil fue el rol de productor, además de director?

Al principio tratamos de buscar la financiación en Estados Unidos, como plantean los libros. Fuimos a los estudios, ofrecimos la idea y nos dijeron: “Ah, es una idea increíble, nos encanta. Por favor, cuando esté lista la película, nos avisas y vemos si nos interesa sumarnos” (risas). Además, algunas personas que no pienso nombrar, aunque sabrán quiénes son cuando lo lean, dijeron: “¿Por qué no hacemos la historia un poco más sexy?”.

Pero cuando llamamos a nuestros socios, con la compañía de John Malkovich, a punto de ir a México para hacer todo como antes, justo conseguimos en un fin de semana el 40% del presupuesto. Después se sumó otro y otro y en dos o tres semanas sabíamos que podíamos hacer la película. Lo bueno es que conseguimos los mejores socios que podíamos conseguir.

-¿Y con la selección de actores, nunca tuviste ningún problema?

La gente nos decía: “Deberían tener actores como Javier Bardem o Antonio Banderas”. Y yo decía: “Bueno, si Javier Bardem estuviera trabajando en el campo, le pagarían mejor”. La historia es diferente, mi punto de vista tenía que ser auténtico para contar la historia con la libertad que estoy acostumbrado a tener en México.

¿Llegaste a hablar con los familiares de Chávez que todavía viven?

Tuve una entrevista con su esposa, Helen Chávez. Y con ella me di cuenta de lo que significa ver que un hijo deja tu casa en medio de todo lo que ellos estaban viviendo. Lo que significa para un padre no poder explicarle al hijo que el cambio que quiere también es para él. Es un tema que también me conectó con las preocupaciones actuales y por eso decidí incluirlo en la historia de nuestra película.

-¿Y cómo lograste comprimir en 90 minutos el movimiento de Cesar Chávez que duró diez años?

No quería hacer una película que empezaba el día que nace y terminaba cuando muere. Hubiera sido injusto porque en una hora y cuarenta y cinco minutos no se puede hablar sobre toda la vida de una persona. Por eso quise concentrarme en un solo logro, en el boicot comercial que había logrado, porque yo también pienso que es la única forma de lograr un cambio. Todos somos consumidores y al ser un consumidor un ciudadano, tenemos ciertas responsabilidades. Es algo que existe en cualquier contexto. Y en cierta forma es lo que hago con lo que hago. En esa forma pude conectarme con César Chávez.