Así comienza una de las canciones merengueras más populares de los años ochenta, inmortalizada en la voz del dominicano July Mateo (Rasputín) y más recientemente versionada por el puertorriqueño Chayanne. Aquella melodía bailable, no solo fue exitosa por su ritmo, sino porque el estribillo es una invitación a vivir el presente.