“Ya buscaban funeraria”: Selvin luchó 124 horas en UCI del Catarino y un milagro lo salvó
El periodista Selvin Pineda fue intubado debido a un cuadro crítico: diabetes tipo II, neumonía, anemia y daños severos en riñones y páncreas. Médicos le daban un 80% de probabilidad de morir.
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Esta imagen, proporcionada por Selvin Pineda, captura el doloroso momento cuando estuvo conectado a aparatos en la UCI, luchando por su vida.
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San Pedro Sula, Honduras.
La unidad de cuidados intensivos del hospital Mario Catarino Rivas estaba en silencio, roto solo por el pitido constante de los monitores que marcaban el débil pulso por la vida de Selvin Arnaldo Pineda Recinos. Los médicos expertos habían hecho todo lo posible, su familia oraba y sus colegas temían lo peor, pero entonces, en medio de esa guerra contra la muerte un suspiro más profundo marcó el milagro en la sala: Selvin abrió los ojos.
Durante ese instante parecía resonar una verdad eterna: “La vida siempre encuentra la manera de abrirse paso, incluso en el terreno más hostil”. Esta frase, evocadora de los desafíos humanos, bien podría haber salido de las páginas de “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera, donde la fragilidad y la fuerza de la vida conviven en constante tensión.
Mientras los sonidos de los aparatos dictaban la delgada línea entre la vida y la muerte, Selvin libraba la batalla más difícil de su existencia. Periodista de profesión, acostumbrado a relatar las historias de otros, nunca imaginó que sería él quien protagonizaría su reportaje más personal. Selvin, con la tenacidad de un narrador que se niega a poner el punto final, se convirtió en alguien lleno de segundas oportunidades y ahora representa la fuerza de alguien que conoce el valor de una nueva vida.
El estridente ladrido de un perro y el suave murmullo de un televisor son los únicos sonidos que quiebran el silencio de su casa en el sector Guaruama Uno, municipio de La Lima. El periodista, ahora en plena recuperación, nos recibe con una sonrisa discreta, como si el tiempo de su enfermedad fuera un mal sueño del que despertó abruptamente.
Selvin, de 51 años, nunca pensó que una complicación de salud tan fuerte lo llevaría a pasar múltiples días en la UCI. Su lucha comenzó cuando un cóctel de enfermedades, junto con su diabetes, lo obligó a enfrentarse a un colapso físico que casi le cuesta la vida.
Durante esos días críticos, el periodismo, su pasión de toda la vida, quedó atrás mientras se sumergía en una lucha personal contra su propio cuerpo.
Mientras estamos sentados sobre un sillón en su sala, las huellas de la enfermedad aún son evidentes en su cuerpo: delgadez y una mirada que, aunque llena de gratitud por estar vivo, refleja la fragilidad que experimentó.
En la UCI, los días se volvieron noches interminables para Selvin, sin que él pudiera reconocer la diferencia. Las luces frías del hospital y la presencia constante de enfermeras y médicos formaban un entorno ajeno para él, alguien tan acostumbrado a estar al frente de la noticia, no detrás de ella.
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“Cuando recién me había despertado, un doctor me dijo: ‘Usted es de esos pocos que la va a contar´, y aquí estoy”, nos dice mientras nos recibe en su hogar, un lugar que, para él representa un espacio donde ha encontrado la paz que siempre necesitó.
Selvin es un hombre con una historia profundamente ligada al periodismo. Desde el año 1998 comenzó su carrera en diferentes radios, pasando después por importantes medios como Diario LA PRENSA, Abriendo Brecha, EDN y, más recientemente, en Más Noticias Televisión; sin embargo, en su voz se percibe que el periodismo, su pasión de toda la vida, quedó en segundo plano cuando su salud comenzó a desmoronarse.
La diabetes tipo 2 llegó a su vida durante el año 2013, su enfermedad nunca estuvo completamente controlada, lo que comenzó a afectar seriamente su salud. “Comencé a orinar constantemente, tenía visión borrosa y al revisarme me enteré del diagnóstico”, relata. La diabetes fue solo una pieza del rompecabezas que se fue complicando durante el tiempo.
Antes de su ingreso al hospital Catarino Rivas de San Pedro Sula, llevaba cerca de 10 días con un cansancio extremo, debilidad y mareos, síntomas que trató de ocultar. Fue hasta el 21 de noviembre cuando todo se desbordó, un simple golpe de agua lo dejó peor, y decidió acudir a consulta al macrodistrito del barrio Las Palmas, donde los médicos lo derivaron de inmediato al hospital, alertados por la gravedad de su estado.
“Cuando me bajan de la ambulancia y me meten a la emergencia sentí como si me tiraran sobre la camilla, de allí no recuerdo nada. Pasaron días y estuve intubado”, continúa diciendo con voz tranquila, pero profunda, como si estuviera reviviendo ese instante.
Fue ingresado inicialmente al área de emergencias de medicina interna, donde su situación se volvía cada vez más crítica. Gracias a las gestiones del Colegio de Periodistas en el norte del país, cuando finalmente se habilitó un cupo en la UCI, se le ofreció de inmediato, ni siquiera pasó a través de la sala de intermedios. Durante ese momento recibió atención especializada que permitió una intervención rápida y eficaz, crucial para salvar su vida.
En ese limbo de incertidumbre, Selvin recuerda lo que parece haber sido un viaje entre la vida y la muerte. “Estuve volando en los aires, observé un reino blanco donde estaba mi papá, fue el primero que miré, quería cruzar donde él, pero no podía, solo me quedaba viendo con un semblante tranquilo. También me despedía de mis vecinos, no sé si estaba en el más allá, en mi inconsciencia o si era un sueño, pero nunca se me cruzó por la mente que estaba en UCI”, exterioriza con un tono serio y reflexivo.
El diagnóstico fue claro y cruel: “Pocas posibilidades de sobrevivir, la muerte era más probable que la vida”, recuerda, pero Selvin resistió, demostrando una fortaleza increíble. “Cuando desperté y miré las fotos, me alarmé, pensé que solo había estado unas horas, pero había pasado mucho más tiempo, no me di cuenta que estaba intubado”, comenta, asombrado por la experiencia.
La familia de Selvin, aterrada por la gravedad de su situación, pasó por momentos de desesperación. “Pensaban que mi hijo era menor de edad y no le querían contar del diagnóstico real, estuvieron hasta buscando funeraria”, menciona, con un suspiro.
Selvin reconoce que subestimó la gravedad de su problema y la naturaleza de su enfermedad crónica, la diabetes. “Prácticamente mi muerte no la iba a sentir, estaba muerto en vida”, externa ante el lente de LA PRENSA Premium. Seguidamente, califica el trato en el hospital Mario Catarino Rivas como “formidable”. “No tengo ninguna queja, al contrario, estoy agradecido con todos ellos”, agrega, refiriéndose a su atención y humanidad, que marcaron la diferencia durante su proceso y recuperación.
En medio de la tormenta algo maravilloso ocurrió: “Esto nos ha unido como familia, estábamos distanciados, pero ahora tenemos una mejor comunicación”.
Para Selvin, la vida antes de la enfermedad era sencilla: trabajar, mirar películas y disfrutar del fútbol, pero su perspectiva ha cambiado: “Ahora, lo que más me interesa es Dios, y al despertar de UCI lo primero que pensé fue que ya me iba para la casa, sin saber todo lo que había ocurrido. Ahora estoy mejorando, bebo más agua, como más vegetales, me alimento de manera saludable”, nos explica mientras se acomoda sobre una silla, donde se nota la calma que solo la reflexión profunda puede traer.
Con la salud en recuperación, Selvin planea regresar al trabajo durante el mes de enero del siguiente año. “Lo primero será darle honra y gloria a Dios, congregarme en una iglesia, quiero contar mi historia, sobre todo a aquellos que llevan enfermedades como una cruz y piensan que no pueden sanar”, testifica con convicción. En sus ojos hay una nueva luz, la luz de alguien que ha sido tocado por un milagro.
La experiencia de Selvin es, sin duda, un testimonio de resiliencia. “Lo más aterrador de estar en UCI es depender de una máquina”, enfatiza.
En la UCI, en su sala, el silencio era tan profundo como el miedo a lo desconocido. “Me han comentado que había varias personas en la sala, muchas murieron, solo quedé yo y una señora a la que tuvieron que abrirle la tráquea. A cada rato anunciaban que alguien moría, por eso siento que Dios me ama, y a pesar de los pronósticos, no me tocaba aún”, manifiesta.
Selvin mira a su familia, sus hijos, y reflexiona: “Le diría a ese Selvin de antes que se cuide, que valore más la vida, a sus hijos, a su familia y a sus amigos”. Su mirada se pierde por un instante, y luego agrega durante la entrevista: “Sé que ahora soy otra persona”.
El comienzo de la pesadilla
La inquietud comenzó a crecer entre la familia de Selvin cuando notó algo extraño en su comportamiento. Su hijo mayor, con la voz cargada de preocupación, relató a este medio de comunicación que el 20 de noviembre, al regresar de su jornada laboral, algo no era igual. Por lo general su padre lo recibía con un cálido abrazo, pero durante ese día no ocurrió.
Aunque Selvin insistía que se sentía bien, sus dos hijos comenzaron a dudar. “Lo que siempre he notado en mi padre es que, cuando tiene la glucosa alta, puede mirar perfectamente sin sus lentes, pero ese día estaba sin ellos. Además, estaba extrañamente abrigado a pesar de que hacía calor”, comenta su hijo, con la certeza de que algo no andaba bien.
“Fue ese día, el 21 de noviembre, cuando mi papá ya no podía más, le temblaban las manos, sentía una debilidad extrema y, para empeorar, la lluvia lo empapó completamente mientras iba hacia su trabajo. Ese fue el punto de no retorno”, rememora su hijo Selvin, visiblemente afectado por la pesadilla que le tocó vivir.
Eran cerca de las 3:00 de la tarde cuando el joven estaba trabajando, y alrededor de las 4:00 pm le dieron un pequeño descanso. Fue durante ese momento cuando miró dos llamadas perdidas de su papá. Lo primero que pensó fue que algo había pasado, que tal vez era una emergencia. De inmediato devolvió la llamada, pero no fue él quien respondió, en su lugar contestó alguien del departamento de recursos humanos de la empresa donde su padre trabaja. “Me dijo que lo habían llevado al hospital Catarino Rivas y que necesitaban a un familiar con urgencia”, explica.
”Cuando lo busqué y encontré, mi papá hablaba cansado, sus niveles de glucosa estaban en 525. Rápidamente le conseguimos los medicamentos necesarios y poco a poco lograron estabilizarle la azúcar”, añade, recordando con preocupación el momento crítico.
Entre el 21 y el 23 de noviembre Selvin permaneció consciente, aunque su cuerpo luchaba. A lo largo de esos días estuvo recibiendo sedación y su situación empeoró hasta que finalmente fue intubado. La familia observaba con desesperación cómo su estado se volvía complejo, mientras los doctores tomaban medidas urgentes para mantenerlo con vida.
En el hospital, Selvin fue diagnosticado con una grave neumonía, diabetes descontrolada y una serie de complicaciones que comprometían su vida. La situación era tan crítica que su hijo llegó a escuchar las palabras que marcaron el comienzo de su peor pesadilla: “Los médicos me dijeron que solo tenía un 20% de posibilidades de sobrevivir y 80% de morir ”.
El equipo médico, con su experiencia, sabía que las probabilidades eran duras: nueve de cada 10 pacientes que ingresan a la unidad de cuidados intensivos no logran sobrevivir. Ese dato, frío y sombrío, reflejaba la gravedad de la situación de Selvin, quien, como tantos otros, luchaba contra el destino en un entorno de alta incertidumbre.
Al enterarse de la gravedad de la situación, la familia de Selvin comenzó a buscar una funeraria, pues temían lo peor; sin embargo, su hijo mayor, a pesar de la incertidumbre y la falta de información, se aferró a la fe y se negó a rendirse. En medio de la angustia, el equipo médico aún pensaba que Selvin hijo era un menor de edad, lo que complicaba aún más la comunicación y el acceso a los detalles de su estado.
Selvin estuvo internado en el hospital desde el 21 de noviembre. Fue ingresado a la UCI el 28 de noviembre a las 11:30 am y despertó el 3 de diciembre a las 4:00 pm, lo que sumó un total de 124 horas y 30 minutos, es decir, cinco días completos.
Permaneció en el hospital hasta el 9 de diciembre.Durante esos días su familia vivió una montaña rusa de emociones, entre la esperanza y el miedo.
El hijo de Selvin, con mucha nostalgia en el fondo de sus ojos, recuerda los momentos más difíciles. El 23 de noviembre Selvin fue intubado, ese fue un punto de no retorno para su familia.
Su hijo confiesa que, durante ese momento, “se me fue el alma, soy muy nervioso, me dio psicosis, sabía que la situación era grave, pero no podía hacer nada más que esperar.”
La vida de Selvin pendía de un hilo, en su cuerpo luchaba contra la diabetes descontrolada, los daños en los pulmones por la neumonía y afectaciones de tipo renal y de páncreas. El cuerpo de Selvin comenzó a hincharse debido a la retención de líquidos, una complicación causada por la falla renal que padecía.
Fue ingresado a la UCI justo el día de cumpleaños de su hijo mayor. “Ese día fui a verlo como siempre, pero de repente miré cómo le empezaban a quitar algunos aparatos y el doctor mencionó que lo moverían a la UCI. Durante ese momento sentí que iba a colapsar, no sabía si eso significaba algo bueno o malo”, señala su hijo, con la angustia aún visible en sus palabras.
Mientras Selvin permanecía conectado a los aparatos, su hijo se acercaba a él susurrándole al oído con la esperanza que pudiera escucharlo. Le decía que sus hijos y su perrita lo esperaban en casa, que aún estaba joven y que no los dejara.
Aunque sabía que su padre probablemente no podía escucharlo, sentía que algo lograba transmitirle ese mensaje. “Sentía que de alguna forma hubo una fuente espiritual que le permitió conectar mi mensaje”, especifica, con voz entrecortada por la emoción.
Durante este proceso, el hijo de Selvin vivió tres ataques de pánico: el primero fue cuando lo intubaron, luego cuando se enteró de la falla renal, y finalmente, cuando lo trasladaron a la UCI. Cada uno de esos momentos lo sumió en una angustia extrema, enfrentando la vulnerabilidad de la vida de su padre.
El 30 de noviembre, los médicos y enfermeras intentaron desentubar a Selvin, pero su cuerpo no respondía como esperaban, a pesar de sus esfuerzos, la situación no mejoraba. Fue solo después de una segunda intubación que finalmente lograron estabilizarlo, mientras poco a poco comenzaban a reducir la sedación.
A pesar de las estadísticas que hablaban en su contra y de las probabilidades de muerte que rondaban el 80%, Selvin comenzó una lenta recuperación. En la UCI estuvo sedado y conectado a máquinas durante casi una semana, mientras su familia y amigos esperaban un milagro.
A medida que los días pasaban el pronóstico fue mejorando. Su estado fue estabilizándose y la esperanza regresó al hogar de los Pineda, aunque los recuerdos de los días de zozobra siguen frescos en la mente de su hijo, un muchacho que apenas cruzó el umbral de la mayoría de edad y trabaja en un call center de San Pedro Sula.
Finalmente, el 3 de diciembre Selvin despertó de la UCI, recuperándose lentamente, pero con una fuerza que sorprendió incluso a los médicos, pues su pronóstico era reservado.
La sala de la unidad de cuidados intensivos del Mario Rivas, al igual que la de intermedios, están diseñadas para atender a pacientes en estado crítico. Con solo cuatro camas disponibles en cada una, el espacio es limitado y las decisiones sobre quién ocupa cada lugar se toman bajo circunstancias extremadamente difíciles.
La liberación de esos espacios es una paradoja cruel: solo ocurre cuando una vida se apaga o cuando, por un milagro y asistencia médica, alguien logra vencer a la muerte y puede dejar atrás la sala para continuar su recuperación. En medio de esa fragilidad, cada cama es un recordatorio de lo incierto de la vida, donde la lucha por la supervivencia se juega en un terreno donde el tiempo y el destino se entrelazan.
“Creo en Dios y la fe mueve montañas, en este caso Dios puso su mano sobre él y logró recuperarse de esta situación crítica”, fueron las primeras palabras que exclamó el doctor Gabriel Paredes, director del hospital Mario Catarino Rivas, al recibir a LA PRENSA Premium en su oficina tras la sorprendente recuperación de Selvin Pineda.
El directivo subrayó que “el paciente llegó con una enfermedad de base complicada, lo que provocó un deterioro sostenido que lo obligó a ingresar a UCI. Nuestros cupos normalmente pasan saturados, pues este es un hospital que recibe personas con politraumatismo que ocupan UCI y otros con un sinnúmero de sintomatologías, desde descomposiciones de este tipo hasta daños neurológicos y severos”.
Paredes destacó que el hospital Mario Rivas cuenta con un equipo altamente especializado, compuesto por intensivistas, enfermeras licenciadas y auxiliares capacitados, quienes brindan atención a los pacientes en esta área crítica del hospital.
Consciente de la necesidad de modernizar los equipos, especialmente los aspiradores y ventiladores mecánicos, así como de mejorar las instalaciones, expresó que esperan realizar una remodelación del espacio físico para febrero próximo. Además, se tiene proyectado añadir cuatro camas a la unidad, lo que permitirá una mayor capacidad de atención.
“El cuerpo humano es altamente complejo, hay cosas que no las conocemos y la mano de Dios tiene que ver con este tipo de pacientes, pero hay un equipo médico que se esfuerza para salvar vidas”, explicó Paredes, intentando dar sentido a lo sucedido.
Enfermedades como la diabetes no solo afectan los niveles de glucosa, sino también pueden dañar órganos vitales como los riñones, el cerebro y el corazón. Cuando un paciente entra en estado crítico, es común que sea ingresado en la UCI, donde los tratamientos se enfocan en preservar el funcionamiento de su cuerpo, adaptándose a las necesidades específicas de cada órgano afectado.
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