“Mi familia piensa que trabajo en un restaurante, pero es mentira”
“Paola” emigró desde Siguatepeque y dejó a su familia para vivir en un hotel del centro de San Pedro Sula, donde brinda servicios sexuales.
Foto: La Prensa
“Paola” tiene una niña y a sus 35 años asegura que no ha podido encontrar otra fuente de empleo que le permita salir adelante junto a su familia.
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San Pedro Sula
Investigaciones policiales arrojan que ciertos hoteles de mediana y alta categoría donde suelen hospedarse extranjeros, buscan un servicio sexual a través de mujeres que proveen servicio VIP, con valores altos en dinero a cambio de un momento de placer.
Los contactos se dan casi siempre mediante redes sociales y sitios web. Mientras tanto, las mujeres que se dedican a la prostitución de calle, lo hacen frecuentemente a través de hoteles céntricos y de baja categoría, así como moteles.
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En el caso de San Pedro Sula, barrios como Medina y Concepción, entre otros, se han caracterizado durante años por ofrecer este tipo de actividades que van desde masajes entre 300 y 500 lempiras, hasta sexo completo con paquetes que superan los 1,000 lempiras durante una hora o un poco más de tiempo.
Trabajo sexual
La Unidad de Investigación de LA PRENSA Premium realizó un recorrido en el barrio El Benque, zona cargada de comercio y de mujeres tatuadas sobre las orillas de las aceras esperando la visita de clientes. Se pudo apreciar a varias de ellas con ropa corta para atraer e incluso algunas parecían menores de edad.
Un periodista de este medio visitó uno de los hoteles ubicados en las cercanías del parque central , donde una mujer llamada Karina (de 35) esperaba a quien sería su próximo cliente para darle el servicio de masaje por 300 lempiras.
- > La prostitución implica diferentes niveles de actividad sexual: conlleva aquellas mujeres que son reclutadas y obligadas por redes, otras que lo hacen voluntariamente a través del servicio VIP y unas cuantas que laboran de manera independiente.
Al ingresar al hotel estaba la recepcionista atendiendo a un visitante y se le indicó escuetamente que se iba a ingresar a la habitación 21. Sin menoscabo alguno, la joven aprobó el paso y se procedió a subir las gradas hasta donde estaba la masajista, quien lucía ropa sensual.
Periodista: Hola, mucho gusto, me llamo KF.
Masajista: Muy bien, gracias, soy Paola, pase adelante (apaga la luz), así es más cómodo (dice con picardía). “Paola” alista una crema y una toalla para comenzar con el masaje.
Mientras frota la espalda con sus manos cuenta que tiene alrededor de siete meses trabajando en esta actividad. Es de Siguatepeque, pero pasa en San Pedro Sula. Confesó que su hija y el resto de su familia piensan que trabaja como mesera en un restaurante de la ciudad, pero que en realidad les oculta que se dedica a la prostitución.
- > 15,000 dólares (cerca de 370,000 lempiras) deja al año la explotación sexual realizadas en zonas consideras marginales. Esta es la prostitución con menores ingresos.
Masajista: ¿De aquí es usted? ¿a qué se dedica?
Periodista: Sí, trabajo en ventas, ¿cuántos hombres atiende al día?
Masajista: Entre dos a tres, depende. Yo no trabajo para nadie, de aquí salen los gastos de hospedaje en el hotel.
Periodista: ¿Entonces el dueño del hotel sabe lo que pasa adentro?
Masajista: No sabe, pero la recepcionista sí. Hubiera problema si lo supiera también el supervisor que pasa aquí, pero tratamos de no hacer escándalo, no pasamos desnudas ni eso. Junto a Paola está una joven de aproximadamente 25 años que trabaja vendiendo su cuerpo. Justo el día de la cita no se encuentra disponible.
Periodista: ¿Es casada o qué hacía antes?
Masajista: No lo soy, sí sé mucho hacer masajes, pero también soy estilista e incluso antes tenía una pulpería, la cual terminé cerrando. Ahora este es el primer servicio que hago, pero si el cliente quiere más no hay problema, uno debe acoplarse a las diferentes situaciones.
Periodista: ¿Siente que está difícil todo en el país?
Masajista: La necesidad económica lo obliga a uno. Al comienzo siempre es difícil, pero solo es de despejar la mente y prepararnos psicológicamente, el hombre llega hasta donde uno quiere.
Al cierre del servicio, la mujer, quien permanecía en ropa interior, recibió de manos del periodista los 300 lempiras a cambio del servicio de masaje. Justo cuando recién finalizaba cayó una llamada telefónica del que sería el segundo cliente del día.