“Aquí se quemó otra casa y se me removió todo”: Guanaja recuerda la tragedia
La mayoría de damnificados por el incendio en Guanaja perdió todo, sin embargo, tuvieron que levantarse y ponerse de pie.
Foto: Franklyn Muñoz
El pasado 18 de septiembre, un incendio consumió una pequeña casa en el sector de El Pichete, Guanaja.
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Luego del incendio estuvo una semana con depresión. Solo de recordarlo llora y su voz se quebranta. Aquello fue una noche horrible, una pesadilla de la que pensó que jamás despertaría.
Liliana Herrera descansaba como casi todos en el cayo cuando entre la 1:00 am y 2:00 am del 2 de octubre de 2021 el pánico se expandió por la pequeña isla como el mismísimo fuego horas más tarde.
Ella recuerda que escuchó a alguien gritar “fire, fire”, y aunque maneja poco el inglés, eso sí lo entendió clarito. “Yo vivía en una casa de dos plantas.
Arriba vivía una muchacha y abajo yo. A las dos de la mañana alguien gritó en inglés que había fuego y levanté a mi nieto, pero uno nunca pensó que el fuego iba a llegar hasta acá. Ese fuego lo vinieron a apagar 9:00 am o 10:00 am. Llamaron a Roatán porque aquí no hay bomberos y tardaron en llegar”.
Un año es poco tiempo para olvidar todo lo que pasó, y eso le quedó claro cuando el pasado 18 de septiembre otro incendio consumió una vivienda, esta vez en el sector de El Pichete, en la isla grande, justo frente al cayo. “El domingo hubo un fuego en Pichete y se me removió todo, todo. Yo vendía topogigios y lo perdí todo”.
Ese incendio del que hace referencia destruyó una casa por completo y afectó a otras cercanas. No se extendió como en el cayo porque los vecinos se unieron para lanzar agua del mismo mar donde estaba construida. Sin embargo, pese a los esfuerzos el inmueble quedó reducido a cenizas.
Para Herrera también hubo un nuevo comienzo. Los primeros días luego del siniestro fue alojada en la casa de una muchacha que le dio posada, pero aquello era incómodo porque dormía en el suelo y el piso era de madera y no podía cocinar. Ahora, gracias a las ayudas que ha recibido logró montar un puesto de venta de baleadas y asegura que le va muy bien. Ella sueña con tener su propio terrenito, ya sea en el cayo o la isla para no seguir pagando renta.
“El pueblo de Guanaja está molesto, estamos a puras promesas”
Jorge Dixon y su familia se han embarcado en una misión que les está costando más de lo que esperaban. Tras el incendio, su casa fue de las primeras en quemarse, ya que estaba cerca del sitio donde comenzó el fuego y ahora construyen una nueva.
La casa es multifamiliar. La planta de arriba, sostenida sobre altos pilares, es de su cuñado, abajo vivirá en la mitad él y su esposa, y en la otra mitad, otra de sus hermanas. Aseguran que han gastado más de L600,000 solo en la parte de arriba y les falta lo de abajo, que apenas está en obra gris.
“Traer un bloque de La Ceiba cuesta L34, el yate cobra L9 por cada uno. Aparte, se paga a quien los suba y los baje. Apenas he logrado traer 200 y me faltan 400”.
Él asegura que no les han cumplido lo prometido. “Aquí han traído ayudas, pero no se las han dado a los que de verdad las necesitan, y eso tiene molesto al pueblo de Guanaja. Nosotros los damnificados ya vamos a ajustar un año y solo oímos las puras promesas de que nos van a construir casas. Nos enseñaron unos videos de cómo sería la colonia, más moderna, pero nada. No hay calles, las aguas negras no están conectadas, el barrio no tiene agua y lo que tienen la traen jalada”, lamentó.
“Yo lo perdí todo, ahora hago trabajo de hombre para salir adelante”
La encontramos horneando semitas y recién había sacado una tanda de pan de coco. El día para hacer pan es el sábado, ya que el resto de la semana trabaja como obrera en el parque solar La Giralda, que se construye en la isla grande.
Matilda Hunter Zelaya también sobrevivió al siniestro más grande que ha habido en Guanaja. Gracias a la estufa que le donaron y al espacio donde le permiten quedarse y cocinar junto con su hija Nahomi ha logrado salir adelante.
“Yo en el parque hago trabajo de hombre. La municipalidad me contrató y me paga 400 lempiras al día. Ahí hago lo que sea, jalo arena, grava, cemento. Abro zanjos, estamos colando arena y acarreo bloques”.
La Giralda es un proyecto de energía solar que impulsa el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Doña Matilda logra con ese empleo y la venta de pan, cuya pieza vende entre L12 y L15, mantener a su niña y cubrir los gastos cotidianos. También recuerda como ayer el día del incendio.
Dice que lo perdió todo y optó por no sacar nada, porque ese día de crisis unos andaban a la “bulla y otros a la cabuya”. “A muchas personas les robaron. Lo único que hice fue poner a salvo a mi familia y los papeles, que es lo más importante”.
“No piensan en la gente, solo en ellos mismos. Necesitamos un líder”
“Aquí nosotros estamos luchando, cada persona individualmente hace lo que puede hacer. Ha venido mucha ayuda, pero no ha llegado a todas las personas que la necesitan. Estamos aquí a casi un año, todavía sin agua. Los desechos los tiramos al mar. Tampoco tenemos dónde caminar, todo el mundo se tiene que poner las botas”. Él habla así, fuerte y de frente.
Es Sam Dilver, uno de los personajes más conocidos de la isla por no guardarse nada. “Cuando llueve caminamos por el puro lodo. Necesitamos a alguien que venga a ayudar lo que se necesita hacer en Guanaja, ya que no tenemos una persona que sea responsable. No piensan en la gente pobre, solo en ellos mismos”, afirmó.
Dilver asegura que en Guanaja carecen de un líder que apoye a todos sin hacer distingos políticos. Y aunque él mismo se autoproclama desde ya como aspirante a la alcaldía por Libre, admite que la política como tal es la que más daño le ha hecho a la isla.
“Es tiempo de cambiar Guanaja. Ha sido prácticamente abandonada por los Partidos Liberal y Nacional. Es necesario que alguien venga a tratar de apoyar al pobre, no solo a ellos mismos. Antes de que venga un huracán y nos arrase a todos”. Dilver asegura que si llegara un huracán, él bajará sus láminas y las guardará.