En calles de Trojes duermen migrantes ante insuficientes albergues
Solo a este municipio de El Paraíso ingresan 318 indocumentados al día. Pese al salvoconducto gratuito, los extranjeros hacen larga estadía en Honduras para recolectar dinero y avanzar a EUA.
Foto: Andro Rodríguez
Además de que el flujo migratorio es alto, los extranjeros suelen pasar varios días antes de partir, pues aprovechan a trabajar algunas semanas para recoger dinero. Los indocumentados viajan solos o en familias, con sus niños y mayores.
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TROJES
Las familias que no logran un lugar en los refugios se acomodan en los espacios recreativos que ahora funcionan como sus hogares, tienden su ropa en los barrotes de los parques, doblan y acomodan sus cobijas en los rincones de las canchas y algunos hasta hacen sus necesidades en plena vía pública.
Así están en estos días las calles de Trojes, El Paraíso, oriente de Honduras, hasta donde llegó LA PRENSA Premium para evidenciar la masiva ola de migrantes que han abarrotado sus calles. Este equipo también se movilizó a Danlí, El Paraíso, donde igualmente se palpa el movimiento de indocumentados.
Desde la entrada de Danlí se pudo ver a decenas de migrantes en una especie de bahía, debajo de un enorme árbol, donde colocaron tiendas de campaña y hasta pequeñas guaridas con cobijas para instalarse de forma indefinida.
Muchos de ellos están varados debido a la falta de recursos, por lo que han comenzado a pedir dinero en las calles, a vender dulces y se colocan carteles especificando su nacionalidad con la esperanza de recibir cualquier tipo de ayuda.
En Trojes la situación se agrava, pues en las aceras de cada calle de la comunidad se pueden ver migrantes en fila, algunos esperando transporte, otros varados, unos pidiendo dinero y otros descansando.
Violencia
Recostado en las paredes gastadas de una humilde pulpería, el venezolano José Antonio (nombre ficticio) les contaba a otros migrantes los detalles de la odisea que lo había llevado esa tarde a las calles de Trojes.
“La violencia, hermano. Por eso decidí emprender camino a Estados Unidos. Recientemente vi morir a mi hermano en un asalto a mano armada, a un tío le cayó una bala perdida y la pobreza nos carcomía cada día”, expresó mientras cerraba el tapón de un bote con agua del cual había bebido de dos tragos.Con su mirada cansada y sus hombros encorvados, el joven que tenía apenas unas horas de haber llegado al territorio hondureño recordó los duros momentos que pasó junto a su madre y hermana en su país natal, factores determinantes para emprender su ruta migratoria en busca de mejores oportunidades en Estados Unidos.
- > 5 días, ese es el tiempo de plazo para abandonar el país que reciben los migrantes indocumentados al obtener su salvoconducto.
- > 90 días es la cantidad de tiempo que llegan a estar los extranjeros en Honduras mientras reúnen suficiente dinero para avanzar.
“Hay algo que nunca se me va a olvidar y es la imagen de mi mamá dividiendo un pedazo de pan en cuatro partes para que todos tuviéramos algo en el estómago. A veces con agua y otras veces a secas. La cuarta parte era para el chuchito (perro)”, dijo con una dulce sonrisa.
“Le prometí a mi vieja (madre) hacerle su casita, mandarle -dinero- para su comidita y sus medicinas. Ella es diabética y ya tiene 75 años”, mencionó.
Mientras anochecía y ante los rumores de que los refugios estaban abarrotados en la zona, el joven y su hermana, de ocho años, se dirigieron hacia un parque de la comunidad, donde estaban dispuestos a pasar cuantas noches fueran necesarias hasta recolectar dinero para continuar con su travesía. No eran los únicos. Sus paisanos, que ya estaban ubicados en los espacios públicos de la zona, les ayudaron a instalarse en un rincón del colorido parque de Trojes.
Abarrotado
En la zona de Trojes solamente hay dos refugios, uno para familias y otro para personas solteras. Aun así, ninguno se da abasto para los que se quedan varados en Trojes y para los 318 migrantes que cruzan por el sector a diario, de acuerdo con las estadísticas del Instituto Nacional de Migración.
“Esta semana nos vamos a movilizar a Danlí con otras autoridades de gobierno para sostener una reunión con autoridades locales, entes de cooperación y todo el personal que labora en la zona para encontrar alternativas y soluciones sobre la problemática que se vive en este departamento”, dijo al respecto el abogado Allan Alvarenga, director del Instituto Nacional de Migración. Hasta el 23 de agosto habían ingresado 222,259 migrantes provenientes de Cuba, Venezuela, Haití, Ecuador, entre otros países, al territorio nacional, una cifra alarmante para el octavo mes del año en comparación a los 188,858 ingresos registrados en todo 2022.
Causas
La pobreza, la violencia y la falta de oportunidades son los principales motivos por los cuales muchas personas deciden migrar desde su país natal hacia Estados Unidos. Sin embargo, el camino es duro y pocos logran cumplir con su objetivo.
Todos los migrantes tienen una historia amarga que contar, desde las penurias que pasaron en su país de origen, hasta la amiga de travesía que vieron morir en el camino. Entre las duras situaciones que han pasado se suma la precariedad que viven en Honduras.
“La verdad esta oleada de migrantes no solo del Caribe, sino que de África y América del Sur siguen encontrando en Honduras el camino a ese ‘sueño americano’, pero lamentablemente somos malos anfitriones”, dijo por su parte Hugo Maldonado, presidente del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (Codeh).
“Aquí no hay albergues, Honduras no es tan solidario como queremos que sean los mexicanos con los hondureños, realmente lo único que se les despensa es el salvoconducto que se les da para transitar por el país, es lo único que se les condona, pero realmente la situación da pesar, especialmente por el comportamiento de las autoridades”, agregó.
Trojes, con sus refugios improvisados y plazas abarrotadas, ha encarnado la dualidad de lucha y esperanza de miles de migrantes que transitan y permanecen en sus calles mientras retoman su camino para buscar el anhelado “sueño americano”. Este escondido municipio de El Paraíso es testigo silencioso de duras historias de adultos y niños de diferentes nacionalidades.
Esperanza Vailes Carrillo, colombiana: “Ya llevo 15 días, pero no salgo del país por falta de dinero”
La parada de la colombiana Esperanza Vailes Carrilo por Honduras ha sido más larga de lo esperado. Pese a que el salvoconducto otorgado de manera gratuita (debido a la amnistía migratoria) le da un plazo de cinco días para abandonar el país, no piensa moverse hasta recoger más dinero debido a que le queda un largo trayecto por Guatemala y México para llegar a Estados Unidos. “No salgo por falta de dinero de aquí”.
Y no solo debe recoger dinero para ella, sino para los otros seis miembros de su familia que la acompañan: su hija, su yerno, sus tres nietos y su cuñado.
“Salimos hace un mes de Colombia. Pasamos el (tapón del) Darién, fueron muchas aventuras, pero una vida dura, fue muy duro”, relató la mujer que acampaba en una plaza de Danlí.
La mujer, originaria del departamento central de Santander, reveló que huye de la violencia de su país, especialmente aquella que tiene que ver con control de territorio: “Soy una desplazada de la violencia de Colombia”.
No pudo más con las amenazas, así que recogió unos 500,000 pesos colombianos (unos 120 dólares estadounidense) para escapar de su hogar, ya en el camino se ha ido “rebuscando” con más dinero.
“Mi ruta es hacia Estados Unidos, solo quiero trabajar, mirar qué futuro hago, qué vida hago allá”, relató la mujer, mientras el resto de su familia esperaba en la vía pública de Danlí.
Jeyber Limpio, venezolano: “El gobierno de Venezuela está tratando muy mal al pueblo”
Jeyber Limpio no ve otro culpable de este éxodo migratorio, particularmente de esa oleada de venezolanos, que el gobierno de Nicolás Maduro.
“En realidad (salimos por) el gobierno por allá, nos está tratando mal, el gobierno trata muy mal al pueblo”, contó el indocumentado a LA PRENSA.
Limpio emprende la ruta migratoria hacia Estados Unidos con otros seis compatriotas, todos vecinos. “Gracias a Dios ninguno perdió la vida”.
Hace referencia al Tapón del Darién, una zona selvática entre Panamá y Colombia, “donde he vivido las experiencias más grandes de mi vida... vi muertos, animales, serpientes venenosas y plantas venenosas”.
Aunque comparó la travesía al nivel de una aventura de película, reconoció que muchas personas fallecieron en el camino, especialmente “mayores y personas obesas”.Este largo recorrido significó un presupuesto inicial de “200 dólares y en paradas hemos trabajado para poder surgir y seguir adelante”.
Sin embargo, ya sus fondos quedaron en cero, por eso no pretender moverse de la zona hasta recoger más dinero: “Ya tengo nueve días en Danlí”.
Él todavía tiene energía, por eso en el día lava carros y en la noche vende comida rápida, pero para las mujeres y niños pide apoyo de la gente.