25/04/2024
11:19 PM

El ejemplo de Valeria

Renán Martínez

En cuanto entró a los quince años, Valeria Valle comenzó a vivir un rosario de sufrimientos que, a pesar de ser crueles, nunca lograron humedecer sus ojos ni ahogarla en un mar de lamentos.

Cuando conocí su historia pensé que su nombre se escribe con las V de Valiente y Victoriosa. Entre los eslabones de su cadena de tratamientos están dos cirugías relacionadas con diferentes tumores, uno de ellos maligno. Aún, mientras recibía fuertes quimioterapias y radiaciones, mantuvo erguido el ánimo: en cuanto se recuperaba del martirio, volvía a sus clases. Estaba lista y resignada para una tercera operación, mediante la cual le iban a extraer un tumor que se le había formado en la laringe, cuando ocurrió algo insólito: el día antes de ir al quirófano expulsó la pelota de carne envuelta en sangre. Los médicos de la clínica privada en la que se llevaría a cabo la cirugía no lo podían creer, pero le hicieron un examen radiológico y no apareció el tumor. Entonces ordenaron suspender la cirugía.

Cuando no está en clases, Valeria ayuda a su madre Tirsa Rodas en las tareas en la sala de belleza que tiene en su casa del barrio Morazán, al noreste de San Pedro Sula. Con orgullo la muchacha muestra la peluca negra que lleva puesta. Se la compró su mamá para ocultar los efectos, en su cabellera, de las ocho quimioterapias. Valeria resistió con estoicismo la aplicación ingrata de las sustancias químicas del tratamiento que le hacían cada mes en el hospital Mario Rivas. Me contó que la primera quimio fue una de las peores: sentía ganas de vomitar, dolor en las articulaciones y mareo cuando se paraba. Dormía con una cubeta al lado para expulsar los vómitos porque eran tan fuertes los dolores que no podía ir al baño.

Solamente los días de la quimio dejaba de ir al colegio, pues nunca perdió la fe de convertirse algún día en profesional de las comunicaciones. Actualmente, a sus 19 años, está por graduarse como Bachiller en Arte, en el Centro Cultural Sampedrano.

Su amor por la lectura y todo lo que sabe a cultura, le abrió el camino para ganar cuatro premios por la redacción de cuentos inéditos y por su limpia ortografía, cuando estudiaba el plan básico en el colegio Saint Angels.

Ahora que ya pasó el vendaval de sus padecimientos, piensa hacer uso de sus dones literarios y escribir la historia de su vida, no con matices trágicos, sino como un testimonio de coraje y superación.