“Si no se trabaja juntos en la casa, no va el barco a flote”: Samanta Paz

Los hogares donde la mujer y el esposo comparten por igual los deberes y obligaciones son funcionales y exitosos.

Foto: Yoseph Amaya y álbum familiar

Los esposos Sandoval Paz se casaron en 2017 y fruto de ese amor nació Mía Elizabeth.

jue 15 de febrero de 2024

San Pedro Sula

Samanta Paz, de 28 años, ha hallado en su esposo David Sandoval, de 31, el compañero ideal no solo para tener un hogar bello y ordenado, sino una vida equilibrada en donde su pequeña hija, Mía Elizabeth, de 5 años, recibe las mismas atenciones y cuidados de sus dos padres, aunque ambos trabajen por igual.

Desde la sala de su hogar, una casa de dos plantas inspirada en la belleza de los girasoles, ella cuenta, que su vida de casada es mejor de lo que imaginó, pues ha logrado tener una relación armónica y feliz en la que ella no está anclada de forma exclusiva a los deberes y obligaciones que trae consigo el cuidado de la casa, y de su niña.

$!La niña se ha criado viendo a sus padres trabajar hombro a hombro por su bienestar y el de su casa.

“La relación con mi esposo en el hogar es completamente diferente a lo que viví en casa de mis papás. Él trabajaba todo el día afuera, y mi mamá, todo el día con nosotros, con los deberes, con las tareas, nos llevaba y nos traía de la escuela, a las actividades fuera. Era siempre ella, y mi papá trabajando. De ahí con mis abuelos, lo mismo, solamente que mi abuela sí trabajaba fuera del hogar, y se encargaba de todo en la casa. Mi abuelo era de los que llegaba a sentarse a la mesa, a que le pusieran la cena, le levantaban el plato, se lo lavaban y de ahí no hacía nada más. Hasta la tele encendida y la cama lista para dormir”.

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Como ella, las nuevas generaciones de hogares en Honduras compuestas por parejas jóvenes están intentando romper los viejos, tradicionales y arraigados moldes, en los que la mujer debía quedarse y él trabajar; o, aunque ella trabajara como él, debía llevar sola toda la operatividad del hogar.

$!Ella se considera una mujer feliz y realizada, pues no solo vive en armonía, sino que tiene un trabajo en el cual desarrollar sus habilidades.

Esta sinergia donde la mujer y el hombre dan o hacen por igual y basan su relación en los consensos y el respeto, es tendencia entre muchas parejas hondureñas que están entre los 25 y 40 años y tienen al menos una década casada o en convivencia. Aunque no hay datos locales que sirvan de base para analizar o perfilar esta forma de convivir, pues los estudios y organizaciones se concentran en la desbordante problemática que gira en torno a la figura femenina, no todas las mujeres están sumergidas en esa espiral de violencia, maltrato y muerte.

“Gracias a Dios no tuve esa mala suerte, porque también es real, que hay muchas parejas jóvenes en donde el hombre no hace nada en casa, aunque la mujer trabaje; ellos nada. Desde que empezamos a vivir juntos, en mi casa todo siempre fue 50/50, a pesar de que él sí trabajaba y yo había dejado de trabajar (por el embarazo). Él siempre me ayudaba en todo, con lo de la bebé, se desvelaba...”.

" Hay mujeres que desaconsejan el matrimonio porque no les va bien, pero yo no puedo decir ‘qué horrible, no se casen. "

Samanta y su esposo hacen un equipo envidiable y ejemplar. Debido a que los dos trabajan, en la noche, cuando ambos están libres de ocupaciones, se encargan de dejar las comidas del siguiente día listas, limpian la casa, lavan y hacen todo lo que se debe para que el siguiente día no sea caótico.

“Nos dividimos todas las actividades, los mandados. Si hay pendientes los hago yo, o los hace él en los días libres, ya que no nos coinciden. Incluso, mi esposo se encarga de la despensa. Él va solo, juntos hacemos la lista; aunque ya sabe qué comprar y qué necesito yo”, cuenta.

" Mi mamá nos crió como ciudadanos funcionales. Nos enseñó a ser
ordenados, independientes, a resolver.
"

Esta joven hondureña, con historia que contar en cada uno de los tatuajes que luce con orgullo, sabe muy bien que el éxito de su relación se basa en la distribución equitativa de las tareas, responsabilidades y obligaciones. “Aún hay muchas mujeres que no viven así, que les toca todo, sus esposos no ayudan en nada y viven una vida cansada, donde el tiempo no ajusta para tanto. Al final yo pienso que si no se trabaja juntos, no va el barco a flote”, resume.

David, el esposo de Samanta, considera que no es justo que cuando en una pareja ambos aporten económicamente, el hombre llegue y no haga nada.

“No me parece justo que si los dos proporcionamos económicamente, yo no pueda venir y ayudar. Si no hiciera mi parte, lo que ella haría sería el equivalente a dos trabajos”, reconoció.