El drama de perder a dos hijos por cáncer

Doña Mirna Beltrán conversa con LA PRENSA Premium el dolor que ha significado perder dos hijos por cáncer. Este año falleció su pequeña de apenas cuatro meses

Foto: Cortesía

Angélica fue velada la noche del 20 de abril en el pequeño apartamento con sus papás, dos tías y dos vecinos. A las 4 de la mañana salieron rumbo a Intibucá para sepultarla.

sáb 20 de mayo de 2023

5:31 min. de lectura

Todo comenzó tan gris como si llegara la primera advertencia de una crónica de una muerte anunciada. La frase es icónica e inmortalizada por un libro con ese título del escritor Gabriel García Márquez, pero que bien calza con la trágica historia de una niña hondureña cuya enfermedad terminal acabó con su vida apenas a los cuatro meses de nacida.

La joven madre de 28 años pasó 48 extenuantes horas en labor de parto, algo inusual y muy diferente a sus dos alumbramientos anteriores.

Corpulenta, de 1.30 metros aproximadamente de altura, y piel blanca, ella esperaba su tercer hijo (con el antecedente que su primogénito había fallecido).

El 18 de diciembre de 2022 empezaron las perezosas contracciones, todo indicaba que Angélica (nombre ficticio) estaba dando los primeros avisos que pronto llegaba a completar la familia de tres.

Pasaron 12 horas de angustia y todo continuaba igual, las contracciones seguían suaves y, por la experiencia previa, la mamá sabía que aún no era tiempo de irse para el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS).

Segundo día de espera. El instinto de mamá le indicaba que ya era hora de buscar ayuda médica, solo una madre que ha pasado por una experiencia similar o, por el tan solo hecho de dar vida, podría encarnar con más facilidad esos momentos donde los minutos parecen horas y las horas parecen días.

Lunes 19 de diciembre. Un día en que el cielo estaba gris, forrado de nubes espesas como sí coincidía con todo lo que cruzaba por la mente de esta madre angustiada. Para algunas ancianas de los pueblos que dieron a luz en casa, “parir es como encontrarse cara a cara con la muerte”.

Un cuarto para las 9:00 de la mañana, la maleta estaba lista como señal que ya habían pasado 24 horas de espera y los síntomas eran leves. Pasados 15 minutos, la paciente salió de uno de los apartamentos que alquila en la colonia Río Blanco, de San Pedro Sula, Cortés, al norte de Honduras.

" “Yo miré que el estómago lo tenía grande y duro, la llevé al centro de salud y me dijeron que eran gases, pasaron tres días y no mejoraba”. "

Caminó aproximadamente cinco minutos por una calle de terracería para abordar un bus que la condujera al IHSS (su trabajo de aseadora en una empresa le permite gozar del beneficio de la seguridad social que no todas las familias hondureñas lo tienen).

Una vez dentro de la concurrida sala de emergencias del Seguro Social, tocó hacer el reporte de la situación para luego ser atendida en el área de maternidad, proceso que si el paciente llega caminando tiende a tardar más porque hay otros casos de mayor urgencia.

El ingreso a la sala de labor y parto fue rápido. Enfermeras y doctores se acercaron en seguida y la intervinieron con un catéter intravenoso donde poco a poco pasaba el suero abortivo (medicamento que hace iniciar o hacer más fuertes las contracciones).

Pasaron las horas de la tarde de ese fatídico lunes, cayó la noche y el esposo ya se encontraba en las afueras del IHSS, recién había salido de su jornada laboral, estaba cansado y alegre, a la espera de su princesa que pronto llegaría al mundo.

El efecto del suero abortivo era más intenso cada hora, se hizo las 11:59 de la noche y Angélica ya había bajado, pero aún no era hora, el momento más esperado estaba a punto de hacerse realidad. La mamá con mucho agotamiento y debilidad, según su relato, sabía que la espera estaba a punto de terminar.

Martes 20 de diciembre. A las 2:45 de la madrugada llegó al mundo el regalo más esperado por sus padres y el hermanito de seis años. Fue un parto normal y, según testimonios de otras madres, cuando ven por primera vez a los hijos es como si olvidasen todo el sufrimiento.

Después del parto

Los chequeos de rutina para un recién nacido indicaron que todo estaba bien. A las 12 del mediodía, diez horas después de dar a luz, los médicos dieron el alta a su mamá y regresaron felices al apartamento, una nueva integrante de la familia iba a casa en brazos de papá.

El hermanito saltaba de alegría y con mucha curiosidad de conocer a su hermana menor, pasaron las primeras cinco semanas y todo parecía avanzar muy bien. De repente después de los 40 días de nacida la bebé lloraba con desespero y se quejaba; el instinto de mamá indicaba que algo andaba mal.

“Yo miré que el estómago lo tenía grande y duro, la llevé al centro de salud y me dijeron que eran gases, pasaron tres días y no mejoraba, luego me fui para el Seguro Social”, aseveró la mamá de Angélica aún consternada recordando esos momentos de angustia.

Los médicos vieron que el problema era mayor y necesitaba ser atendida de emergencia, comenzaron a hacer un sinfín de exámenes clínicos que tardaron cinco días para dar un diagnóstico certero, lo peor estaba por llegar.

" “(Los niños) se ponen muy mal, inquietos, no duermen tranquilos, lloran y hasta convulsionan” "

En los padres solo resonó la palabra cáncer cuando escucharon la palabra quimioterapia en boca del doctor. Volverían a revivir lo vivido en 2015 con su primogénito. Mismo diagnóstico, mismo tratamiento, pese a que en el reporte oficial no era concluyente, porque los signos eran similares con la histiocitosis (no hay un consenso unánime en la comunidad científica si es un tipo de cáncer).

“El mismo día que me dieron el diagnóstico le hicieron la primera quimioterapia”, dijo la progenitora a LA PRENSA Premium.

¿Qué reacciones vio en la niña?, preguntó el periodista. “Se ponen muy mal, inquietos, no duermen tranquilos, lloran y hasta convulsionan”, expresó la madre con tono de voz suave y pausado.

Un día después del procedimiento se fueron a casa, la primera vez estuvo seis días internada en el IHSS, para ocho días más tarde regresar a la segunda quimioterapia de seis ciclos que le hicieron de forma consecutiva.

$!El proceso de curación del cáncer es largo para los menores.

Durante ese tiempo los padres pasaron infinidad de momentos amargos, según sus relatos, con más preguntas que respuestas. Se enfrentaban por segunda vez con el mismo diagnóstico: el primogénito falleció cuando tenía tres años.

El problema se encapsuló en el bazo, tenía el tamaño como de un adulto y todo empezó a complicarse.

" “Uno nunca se prepara para esos casos, pero cuando los diagnósticos no son alentadores, solo un milagro o esperar que pase lo que tenga que pasar, es doloroso, como padre nadie quiere perder un hijo”. "

Un mes más tarde, la pequeña debió ser internada por segunda vez. Se contagió con gripe, las defensas estaban bajas y convulsionó, estuvo cinco días en la sala de pediatría del IHSS, mientras su mamá luchaba con un abogado para que no la despidieran de su trabajo por no presentarse después del período de maternidad.

En ese lapso, el equipo médico sugirió que iniciara trámites para solicitar pasaporte y buscar las posibilidades de salir del país en busca de un trasplante de médula ósea, procedimiento que ayudaría a resistir el tratamiento de quimioterapias.

“Uno nunca se prepara para esos casos, pero cuando los diagnósticos no son alentadores, solo un milagro o esperar que pase lo que tenga que pasar, es doloroso, como padre nadie quiere perder un hijo”. Fueron las palabras del papá, quien se mantenía fuerte, aferrado a la fe y a la misericordia de Dios para canalizar las emociones.

El 4 de abril empezó la cuenta regresiva, una vez más la bebé fue internada, al día siguiente la ingresaron a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del IHSS, el estado era de gravedad. “La doctora fue clara, nos dijo que los niños que entraban allí no salían vivos, solo un milagro de Dios”, expresó la mamá.

En la sala UCI los pacientes pasan sin la compañía de la familia, Angélica recibía la visita de su madre una vez al día. Cada día llegaban más malas noticias, pero fue hasta el 20 de abril que la niña empezó agonizar.

A las 12 del mediodía el medidor cardíaco indicaba que las posibilidades de vida se esfumaban poco a poco, los médicos llamaron a los padres y sugirieron que la cargaran en sus brazos por el tiempo que quisieran, porque ya no había más que hacer.

“En algunas oraciones le pedía a Dios que si ella no iba a vivir que se la llevara a un mejor lugar para que no estuviera sufriendo, ellos son de Dios”, dijo el papá aún consternado y reviviendo esos momentos de angustia.

Los padres cargaron a su hija durante 40 minutos, hablaron con ella como una terapia de sanación y luego la regresaron al lugar donde permaneció 16 días, en seguida una doctora apagó el respirador mecánico, el monitor cardíaco estaba en cero.

El jueves 20 de abril a las 5:00 de la tarde aproximadamente se apagó para siempre una luz que iluminó los ojos de la familia al nacer, al día siguiente fue trasladada a las frescas montañas del municipio de Colomoncagua, departamento de Intibucá, en un diminuto ataúd color rosa.

Un viaje de ocho horas y allá esperaba el resto de la familia con la sepultura hecha de dos metros de profundidad como se acostumbra en las aldeas. Ella ya descansa por la eternidad junto a su hermanito mayor quien murió en 2015.

La mamá se incorporó al trabajo el tercer día de lo sucedido y están pagando deudas que acarrearon durante esos meses de crisis.

Si usted desea apoyar esta familia, comuníquese al número 3266-6595.

$!Una pequeña gigante, muy fuerte, luchó hasta el último momento, sus padres la despidieron en ssu brazos.