A Marlon Budde, el amor por los niños lo hace subir a la montaña

Budde se graduó en 2009 en la Normal de Tela y lleva 14 años como maestro de educación primaria.

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Para ser maestro en El Merendón hay que tener mucho corazón y vocación.

mié 3 de mayo de 2023

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San Pedro Sula

Marlon Budde, de 33 años, es el maestro que divide su semana en dos para poder atender a los 26 niños de Guanales y a los 27 de Santa Margarita.

No siempre se queda varios días, pero cuando lo hace hay un catre en una de las dos aulas donde imparte clases, y allí se queda a dormir.

Aunque él siente que entre Tegucigalpita (comunidad de Omoa donde él vive) y las comunidades de la montaña adonde imparte clases solo hay entre una y dos horas de camino, admite que el trayecto es duro porque va en moto.

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Para llegar a las comunidades debe atravesar varios ríos y quebradas y sortear obstáculos para llegar con bien. En el caso de Santa Margarita, el río Cuyamel no lo cruza en la moto. Debe dejarla parqueada a un lado del camino y subir por el puente de hamaca para llegar a la comunidad que está en la cima de una montaña.

“La moto la dejo al otro lado del río porque no puedo cruzar el río con ella. Además, la cuesta para subir a la escuela es muy empinada y la moto no me daría para llegar hasta allá. Es cansando, pero cuando aviso que voy para la escuela los niños están ansiosos, esperándome”, señala.

Cuenta que aunque no ha tenido contratiempos mecánicos, en más de una ocasión se ha caído con todo y moto, ya que hay cuestas difíciles y bajadas pronunciadas que si no sabe sortear son un riesgo. Aunque él tiene cargo de director, está apoyando las escuelas de la montaña porque no concibe que tantos niños estén sin recibir clases.

Lastimosamente, su travesía a las comunidades puede durar poco, puesto que como la gran mayoría de docentes se sometió al concurso y está esperando participar en las audiencias públicas para que se le asigne su plaza, que él cree no será en El Merendón.

“Las escuelas deben tener sus propias estructuras presupuestarias para que les asignen maestros con plaza. Yo sé que otro problema que enfrentan al vivir en zonas tan alejadas de las ciudades es que a muchos maestros no les gusta dar clases en lugares tan lejanos. Esa es una realidad”, lamentó.

“Hacemos un gran esfuerzo para llegar a esas comunidades, pero los niños lo valen. Es un trabajo difícil porque las comunidades no están cerca. Para llegar temprano salgo de mi casa a las 5:30 am y voy llegando a la primera aldea a las 7:30 am. Sé que les he dado pocos días de clases a los niños de las dos aldeas, pero ha habido complicaciones”, expone.