Lempira: María Victoria sueña con que su humilde techo no tenga agujeros
Si quisiera apoyar a doña María Victoria, puede ubicarla llamando a su hija Dunia Dinora Vásquez al número celular 9406-8187.
Foto: Foto Héctor Edú
María Victoria Gómez tiene problemas de salud y dificultades para ver. Su anhelo es poder mejorar su casita.
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San Manuel de Colohete
Sentada en una banca, colocada al costado de la puerta de acceso a su habitación, María Victoria Gómez, de 61 años, aún sueña con ver, con la poca visión que le queda, el día que alguien generoso le ayude a reparar el techo de su humilde hogar.
Ella vive en una casa de adobe en uno de los extremos de la pequeña aldea Poza Vieja, a la cual se llega con menos dificultad desde La Campa, Lempira.
Ella solo sueña con que su techo, minado de hoyos por los que entran presurosos los rayos de sol, ya no estén más, para no tener que salir en carrera, cada vez que llueve.
Esta humilde mujer toda su vida se dedicó a las labores del campo y a cortar café para sobrevivir. Ahora, una enfermedad le nubla la vista, y aunque ve imágenes difusas, también quisiera un par de lentes, para poder, por lo menos, ver por donde andar.
“Yo soy una mujer sola. Hace años mi compañero de hogar se murió y ahora que no puedo trabajar, a mi hija le toca ver qué hacer para poder llevarme la tortilla para comer. Así es como vamos sobreviviendo”, cuenta.
Con ideas claras y de fácil expresión, María Victoria cuenta que su casa fue donada luego de que toda la comunidad en 1999 fuera bajada de las montañas tras el paso del huracán Mitch.
Aunque hermanos de la iglesia le han ayudado para irle haciendo arreglitos, el techo es para lo único que no les ha ajustado.
“Cuando llueve me toca salir corriendo a poner nailon. Me preocupa porque el agua viene a caerme encima. Aquí, mi casita tiene mucha necesidad. A veces me toca derramar lágrimas porque antes, en aquel cerro que vivíamos, teníamos más comodidad”, cuenta.
Aunque su patio en Poza Verde no es muy grande, señala que bien podría sembrar cuatro tareas de milpa, pero ahora ya no lo hace muy seguido porque los fertilizantes y abonos se encuentran caros, aunque algunos amigos le dan fiado. También reconoce que pedir prestado o al crédito es un problema, porque para poder pagar le toca ir a cortar a las fincas de café para poder pagar las deudas. “Yo ya solo me hago tres galones, por los que me pagan 90 lempiras. Eso es lo que se gana porque aquí solo pagan 30 lempiras por galón, ya toda costa hay que llevar la tortillita para poder aguantar el corte”.
La señora, desgastada por los años y la vida que le ha tocado llevar, carece de los enseres más básicos. No posee cama y sueña con tener un ropero para guardar su ropa o un chinero para colocar sus platos y utensilios de comida. Pese a sus necesidades no pierde la fe y, de vez en cuando, en su rostro se dibuja una sonrisa llena de gratitud.