“Hasta el último día de mi vida”: hondureños renuevan su amor tras 50 años de matrimonio
Han pasado 50 años desde que don Adolfo Trigueros y su esposa Zoila Rosa García dijeron “sí, acepto”, el 23 de noviembre de 1974, y su amor sigue tan firme como el primer día.
Foto: Cortesía Dania Euceda
En un mundo donde las relaciones parecen desmoronarse con facilidad y las estadísticas hablan de un creciente número de divorcios, dos hondureños desafían las expectativas al celebrar más de medio siglo juntos.
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San Pedro Sula, Honduras.
Aquella noche no fue como las demás, no hubo reportes de lluvias ni noticias que opacaran el cielo despejado del pequeño municipio occidental de Cucuyaga. Las estrellas parecían haberse alineado para presenciar algo más grande: la celebración de un amor que ha desafiado el tiempo, las adversidades y las estadísticas.
En una era donde los matrimonios se desmoronan con la misma facilidad con la que se desliza el dedo sobre una pantalla de teléfono, don Adolfo Trigueros (80) y su esposa Zoila Rosa García (73) convirtieron este municipio en el sur de Copán en el epicentro de una celebración que, en medio de una sociedad donde las relaciones suelen ser fugaces, se sintió como un acto de resistencia.
Bajo el mismo cielo que los miró nacer en la comunidad de El Corpus, jurisdicción de La Unión, Copán, esta pareja renovó sus votos tras 50 años de matrimonio.
Esa noche no fue solo una reafirmación de promesas, sino un recordatorio que, aunque las cifras hablan de rupturas y desencantos, todavía existen historias que desafían las probabilidades y resisten el paso del tiempo.
Desde el instante cuando los primeros invitados cruzaron la puerta del salón, el aire se llenó de una mezcla de nostalgia y celebración.
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Las flores desprendían un aroma de nostalgia y las luces cálidas instaladas sobre el techo iluminaban toda una vida compartida: la construcción de su primera casa, el nacimiento de sus hijos y las reuniones familiares donde el amor siempre fue el ingrediente principal. La noche se transformó en un tributo a la fuerza que ha mantenido unida a esta familia a lo largo de más de medio siglo.
Entre los asistentes había familiares que viajaron desde distintos rincones de Honduras y vecinos que conocían cada capítulo de esta historia. No era solo una fiesta, era la celebración de una vida, una vida que no siempre fue fácil, pero que se construyó sobre la base del respeto, el esfuerzo y la fe.
- > Se casaron mediante el sistema civil de la Municipalidad de La Unión un 23 de noviembre de 1974
- > Contrajeron nupcias a nivel eclesiástico en una plaza de Cucuyagua y la recepción fue durante el mismo día en una casa de habitación de la comunidad de El Corpus
- > El 23 de noviembre de 2024 celebraron sus bodas de oro en honor a 50 años de matrimonio
Don Adolfo y su esposa criaron a sus hijos durante tiempos difíciles, enfrentaron la pérdida hace más de una década de uno de sus hijos gemelos, Gustavo Adolfo, cuando éste tenía apenas 27 años. Superaron obstáculos que habrían roto a muchas parejas, pero en lugar de rendirse decidieron amarse más fuerte.
Fue una noche cargada de emociones, donde cada detalle parecía contar un capítulo de su vida. La historia de ambos comenzó a escribirse hace más de medio siglo en El Corpus, un sitio rodeado de montañas y campos de cultivo.
Adolfo, un joven agricultor de manos fuertes y mirada serena, dedicaba sus días a trabajar la tierra, mientras que Zoila, de una familia humilde, dedicaba sus días a ayudar en casa. Ese amor fue creciendo con cada desafío que la vida les presentó, en cada tropiezo solo el amor sostuvo el hogar, pero cada dificultad los unió más, como si sus corazones latieran al unísono, buscando siempre un motivo para seguir adelante.
En un país donde el matrimonio parece estar perdiendo terreno frente a la realidad moderna, la historia de don Adolfo y su esposa destaca como una de las pocas excepciones.
Entre los años 2017 y julio de 2023, el Poder Judicial de Honduras procesó más de 40,000 demandas de divorcio a nivel nacional, reflejando una tendencia preocupante: cada vez menos parejas logran superar las pruebas durante el camino.
Un 52.3% de los casos ingresados fueron de tipo contencioso (21,401 casos), lo que indica que en la mayoría de los casos las partes no lograron llegar a un acuerdo y el proceso requería intervención judicial para resolver disputas relacionadas con bienes, custodia de hijos o acuerdos financieros.
Valor del compromiso
Un 47.7% (19,486 casos) de los divorcios fueron por mutuo consentimiento, lo que refleja un porcentaje significativo de parejas que optaron por una resolución más amigable y rápida. Este tipo de divorcio suele ser menos costoso y más rápido, ya que ambas partes están de acuerdo en los términos de la separación.
Los departamentos de Cortés (9,977 demandas) y Francisco Morazán (8,538 demandas) lideraron las cifras con casi la mitad de las demandas de divorcio en el país. Existió una brecha notable entre los departamentos más urbanizados y los más alejados o rurales.
El año 2021 fue particularmente crítico, con 7,490 casos registrados (18.3% del total), un espejo de la acumulación de conflictos tras la pandemia por covid; sin embargo, en esta misma Honduras, donde las relaciones parecen ser cada vez más efímeras, don Adolfo y su esposa han demostrado que es posible desafiar las estadísticas.
La ceremonia comenzó con la entrada de doña Zoila, vestida con un elegante traje que parecía iluminar la sala, caminaba del brazo de su nieto mayor, mientras que don Adolfo, con un traje negro impecable, avanzaba acompañado de su nieta, con una mirada que reflejaba orgullo y admiración.
Su nieto Luis Mateo les entregó los anillos que simbolizan medio siglo de fidelidad. La celebración no era solo de ellos, sino de toda una familia que ha crecido bajo su ejemplo.
Frente a sus seres queridos, tomaron nuevamente esas manos que se han sostenido durante medio siglo y, con voz quebrada por la emoción, renovaron sus votos.
Con una voz quebrada por la emoción, don Adolfo tomó la mano de su esposa, quien cargada de nostalgia y una sonrisa que parecía no caber en su rostro, respondió con ternura.
“Hoy, 23 de noviembre renuevo mis votos, mi amor y mi fidelidad hacia ti. Prometo seguir a tu lado como lo he estado todos estos años de mi vida”, expresó la señora con ojos brillantes y la voz entrecortada por la emoción. Aquel caballero, de tez clara y canas sobre su cabeza, ahora algo más débil y visiblemente conmovido, pero con la misma firmeza que tuvo hace cinco décadas, respondió: “Yo, Adolfo Trigueros, renuevo mis votos hacia ti, prometo seguir a tu lado como lo he hecho en estos 50 años y serte fiel hasta el último día de mi vida.”
Los aplausos estallaron en el salón, seguidos de abrazos y sonrisas por parte del círculo de amigos y familia. Sus hijos y nietos se acercaron uno a uno para agradecerles por ser el pilar de una familia que sigue creciendo bajo su ejemplo, respeto, paciencia y la fuerza para luchar por la familia.
Sus nietos, pequeños y grandes, abrazaron a los abuelos que siempre han sido el pilar de sus vidas. Margarita, la hija mayor de todos, tomó el micrófono para expresar su gratitud.
Sus palabras resonaron en el corazón de todos: “Quiero agradecerles por estar con nosotros en esta fecha y estamos tan agradecidos con Dios porque son 50 años de lucha y matrimonio, son muy pocos los que llegan aquí y tenemos el privilegio de poder celebrarlos”.
En sus palabras recordó que hacía un día como entonces sus padres se habían jurado amor eterno ante Dios y la sociedad, promesa que hasta ahora han mantenido.
“Como hermana mayor me siento honrada porque mis padres aprendieron conmigo muchas cosas, quienes somos madres saben que con la primera hija se vive mucho, no nacimos siendo madres y aprendemos en el camino. Gracias a Dios por nacer en esta familia tan hermosa, con unos padres únicos que nos han enseñado valores y lo que somos ahora se los debemos a ellos”, reconoció.
La celebración continuó con una cena donde las familias compartieron historias. La noche avanzó entre hermosos recuerdos y sueños. Durante el brindis, Arnaldo, su hijo mayor entre los varones, propuso una cuenta regresiva simbólica: “Vamos a contar desde cinco, porque cada número representa una década”. El acongojado hijo destacó que estas cinco décadas son el testimonio de su amor.
La música estuvo a cargo de una banda local de marimbistas del departamento de Ocotepeque, encargada de marcar el inicio de un vals en el que doña Zoila y su esposo volvieron a la pista, moviéndose con la misma complicidad de sus años jóvenes.
Ambos, aunque más cansados ahora, se movían con la misma confidencialidad de hace 50 años, cada giro, cada paso, cada mirada era un reflejo de esos años compartidos, de esas madrugadas juntos, de esas noches cuando el amor siempre fue la respuesta.
Las copas se elevaron al cielo con un deseo compartido por todos: que don Adolfo y su esposa lleguen a celebrar sus bodas de diamante dentro de 25 años. Porque el verdadero amor no tiene fecha de caducidad, es eterno.
Mientras bailaban, los asistentes compartían risas y recuerdos. La cena se convirtió en un festín de anécdotas, abrazos, saludos y la certeza de que estaban siendo testigos de algo único: el amor que sobrevive al tiempo.
El momento culminante llegó cuando el matrimonio cortó el pastel de bodas. Cuando el reloj marcó el final de la celebración, la familia dejó una lección grabada en el corazón de todos.
Mientras los invitados se retiraban, llevando consigo la inspiración de una unión, sus nietos los observaban con admiración, sus hijos con gratitud y todos los presentes con la certeza de que el amor verdadero no se mide en años, sino en la capacidad de superar cada obstáculo y seguir eligiéndose cada día. Porque al final, el amor verdadero es eso: una promesa renovada, un baile interminable y la certeza de que, pase lo que pase, siempre tendrán al otro para sostenerse.
Expectativas
En un mundo donde las relaciones se caen al primer golpe de viento, don Adolfo y su esposa son la excepción que desafía la norma, nos enseñan que el amor no es un contrato que se firma, sino un pacto que se renueva cada mañana, un legado que no se escribe en papel, sino en los corazones.
En la actualidad, es cada vez más común ver que los matrimonios tienen una duración limitada por diversos factores, como las diferencias de intereses, la falta de comunicación y el ritmo acelerado de la vida moderna. Estudios recientes indican que las tasas de divorcio han aumentado significativamente en comparación con décadas anteriores y muchas parejas no logran superar los desafíos que surgen durante el camino.
El Observatorio Demográfico Universitario (ODU), adscrito a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah), presentó un análisis basado en la Encuesta de Hogares 2023 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Los resultados revelaron que cerca del 60% de la población hondureña se identificaba como soltera, destacando la prevalencia de este estado civil en el país.
Los datos revelaron que las mujeres constituían el 52.60% de la población total, mientras que los hombres representaban el 47.40%. En cuanto a los estados civiles, el 16.80% de la población estaba casada, el 3.50% era viuda y apenas el 0.30% se había divorciado.
Además, los análisis indicaron que el 1.40% de la población estaba separada, el 19.60% vivía en unión libre y el 58.40% se declaraba como soltera. Las personas en unión libre y casadas sumaban más de 3.5 millones de personas (3,552,378), lo que representaba el 36% de la población total que se encontraba en pareja.
Del total de parejas, solo el 27.20% poseía vivienda propia, mientras que el 72.80% residía en viviendas alquiladas o compartía hogar con familiares. Los datos pudieron haber cambiado significativamente al cierre del año 2024.
Sello de vida
Delmy Dubón, psicóloga clínica en San Pedro Sula, manifestó que los matrimonios se enfrentan a una creciente tendencia de disolución temprana, influida por factores sociales, culturales y psicológicos.
Desde una perspectiva de salud mental, apuntó la experta a este medio de comunicación, hay varios fenómenos que afectan negativamente la estabilidad conyugal, especialmente en entornos urbanos, entre ellos, la influencia de las redes sociales, la falta de tolerancia en las relaciones, la pérdida de valores fundamentales como el respeto mutuo, poca tolerancia y respuesta al conflicto.
“Muchas parejas modernas carecen de herramientas emocionales para manejar las diferencias, lo que las lleva a abandonar la relación ante los primeros desafíos, en lugar de buscar soluciones. Este fenómeno se relaciona con una cultura de satisfacción inmediata, donde el esfuerzo y la paciencia han sido olvidados por la búsqueda de una gratificación rápida y fácil”, reflexionó Dubón.
En su análisis enfatizó sobre el impacto que tienen las redes sociales, que aunque son una herramienta, también permiten conexiones e interacciones, han abierto la puerta a la infidelidad emocional y física al facilitar el acceso a nuevas personas, comparaciones poco realistas al mostrar idealizaciones de relaciones “perfectas” que muchas parejas intentan imitar sin considerar su realidad subjetiva.
Desde otra perspectiva, “las parejas que han logrado mantener matrimonios de 30 años o más ofrecen lecciones valiosas, suelen basarse en la comunicación abierta, el respeto mutuo y la capacidad de priorizar el bienestar conjunto sobre las gratificaciones individuales. Estas parejas entienden que las relaciones están sujetas a las realidades únicas de cada uno y no buscan modelos externos como referencia”, especificó la especialista en salud mental.
Para Dubón, aprender de los matrimonios duraderos que han superado décadas de retos, ofrece un modelo tangible de cómo construir relaciones más saludables y resistentes. Estos ejemplos nos recuerdan, según externó, que las relaciones exitosas no se basan en ideales externos, sino en un compromiso profundo con la realidad y las necesidades de ambos integrantes.
Luis Amador, sacerdote hondureño radicado en Roma, Italia, recordó que el matrimonio tiene raíces históricas en todas las culturas y civilizaciones, desde las más avanzadas hasta las más primitivas, pero siempre como una institución fundamental en la sociedad.
“En algunos momentos se ve al matrimonio solo como un medio para dejar un heredero, pero lo que resalta es la unión entre un hombre y una mujer, con la venida de Jesucristo se le dio una mayor dignidad a ello y se elevó a la categoría de sacramento”, explicó Amador, aportando un análisis bíblico.
El sacerdote también cuestionó los intentos actuales de redefinir el matrimonio, advirtiendo que atentar contra esta institución es, en esencia, atacar a la familia y la sociedad. “Hoy en día se nos quiere vender varios tipos de unión bajo el nombre de matrimonio, pero etimológicamente solo tiene dos fines: uno que es unitivo de voluntades, deseos y sentimientos; y el otro que es procreativo, que después de una relación natural se engendra una nueva vida”, destacó Amador durante una conversación telefónica con LA PRENSA Premium.
Casos de matrimonios que perduran a lo largo de los años se han convertido en excepciones admirables. Estas relaciones longevas destacan por su compromiso, resiliencia y la capacidad de adaptarse a los cambios, cualidades que no son tan frecuentes en las relaciones contemporáneas.
En contraste, los matrimonios de hoy parecen tener una fecha de vencimiento. Las razones varían: diferencias irreconciliables, problemas económicos o simplemente el cansancio de lidiar con una relación que ya no encaja en el estilo de vida moderno.
“Hasta que la muerte nos separe” parece haber quedado relegado a un ideal romántico del pasado. En la actualidad, los matrimonios son cada vez más efímeros, con relaciones que, en promedio, duran menos de cinco años antes de disolverse.
El ritmo frenético de la vida moderna, las expectativas irreales y la incapacidad de resolver conflictos a largo plazo son algunas de las razones detrás de esta creciente inestabilidad.
Para muchos, el matrimonio sigue siendo visto como un sueño romántico: el final feliz de una historia de amor perfecta, pero la realidad es muy diferente. Las personas se casan con la expectativa de que todo será perfecto y que el amor será suficiente para sostener la relación, pero cuando enfrentan los desafíos cotidianos, como problemas financieros, desacuerdos en la crianza de los hijos o simplemente la rutina, el desencanto llega rápidamente.
Otro factor que contribuye a la corta duración de los matrimonios es la influencia de las redes sociales. En un mundo donde las vidas perfectas se exhiben en Instagram y Facebook, muchas parejas sienten la presión de mantener una imagen de felicidad constante.
Las redes sociales crean expectativas ficticias sobre lo que debería ser un matrimonio. Compararse con otros genera frustración cuando la realidad no coincide con la fantasía. Además, el acceso a aplicaciones de citas y la percepción de que siempre hay “mejores opciones” disponibles ha debilitado el compromiso a largo plazo.
La cultura del ‘deslizar a la derecha’ ha cambiado nuestra percepción del amor. Si algo no funciona, muchos prefieren buscar una nueva relación en lugar de trabajar para salvar la que ya tienen.
La disolución temprana de los matrimonios no solo afecta a las parejas, sino también a sus hijos, familias y al tejido social en general. Los niños que crecen en hogares rotos suelen enfrentar mayores desafíos emocionales y académicos, mientras que la sociedad ve un aumento en la demanda de apoyo legal, psicológico y económico para las familias separadas.
Por otro lado, los matrimonios fugaces generan incertidumbre económica. En muchos casos, las parejas jóvenes que se divorcian deben enfrentar la división de bienes, deudas conjuntas y el costo de la manutención infantil.
Frente a estas tendencias, algunos expertos se preguntan si el matrimonio, tal como lo conocemos, está destinado a desaparecer. Cada vez más personas optan por relaciones de pareja sin formalizar legalmente su unión, mientras que otras simplemente deciden no casarse. Por otro lado, se considera que el matrimonio no está muerto, pero sí necesita reinventarse.
A pesar de las estadísticas desalentadoras, algunas parejas continúan apostando por el “para siempre”. En un mundo donde las relaciones parecen ser cada vez más desechables, quienes logran mantener viva la llama del compromiso y la conexión emocional son una excepción, pero esas excepciones, aunque pocas, son una muestra de que el amor, con esfuerzo y dedicación, todavía puede durar.
Al final, el reto para las parejas modernas no es solo enamorarse, sino mantenerse así a pesar de las dificultades. En esa lucha diaria quizás esté la clave para que el matrimonio siga siendo una institución relevante, incluso en tiempos tan cambiantes.
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