Barras bravas, un imán para las pandillas: “Nunca quise entrar, pero no tenía otra opción”

Autoridades confirman la facilidad de estas estructuras criminales para reclutar miembros en las barras deportivas. Expertos lamentan las pocas acciones de prevención

Foto: Foto: Archivo/La Prensa

Los grupos criminales han aprovechado el descontrol y violencia en las barras deportivas para reclutar a jóvenes, coinciden expertos.

mié 26 de julio de 2023

5:02 min. de lectura

TEGUCIGALPA, HONDURAS. - Con el alma marcada por la euforia de la grada, apenas dos lempiras en su bolsillo y un cigarrillo colocado en la oreja, Josué (nombre ficticio) aceptó la propuesta de formar parte de una estructura criminal mientras salía del Estadio Chelato Uclés, donde había ido a apoyar a Olimpia contra Motagua, ambos equipos de fútbol capitalinos.

LA PRENSA Premium recogió el testimonio de un joven de 22 años que pasó de ser integrante de la barra Ultra Fiel a miembro activo de una mara/pandilla (cuya especificación se omitirá por motivos de seguridad).

La propuesta le llegó a través de un conocido que formaba parte de la barra seguidora del Olimpia y perfilaba posibles miembros de una organización delictiva, aunque pocos lo sabían, según contó el entrevistado a este rotativo.

”Mire, muchas veces aguantamos hambre en el chante (casa). Sin paja (mentira) le digo: yo nunca le quise entrar a lo malo, además, yo siempre he amado a mi ‘León’, pero ni modo, no tenía de otra”, argumentó, mientras terminaba de beberse una bolsa con agua y se cambiaba para jugar un partido de fútbol en una reconocida cancha de la capital.

El adolescente creció rodeado de pobreza en una colonia marginal, junto a su madre y dos hermanas de 7 y 9 años. Vivían en una casa hecha de láminas viejas y cartón, nadie de la familia estudió y se ganaban la vida vendiendo cacahuates en las calles.

Pese a las limitaciones, el joven olimpista buscaba la manera de asistir al estadio cada que podía para apoyar con cánticos a todo pulmón a su “León”, como el mismo le llama. “Pedía dinero en la calle o hacía mandados de la gente para poder ir”, recordó.

Sin embargo, luego de la propuesta recibida en medio de las crecientes necesidades familiares, decidió dejar de lado su faceta de hincha y se hizo parte de un mundo donde las reglas son dictadas por la violencia y la deslealtad se paga con sangre: las maras y pandillas.

”Eso sí, nunca he matado. Yo hago ‘trabajos’ como cobrar extorsión y vender perico (cocaína) o mota (marihuana). Pero como no es eso lo que me está preguntando, entonces lo que le puedo decir es que así fueron las cosas, por necesidad digamos”, dijo mientras se amarraba los cordones de sus tenis gastados para dirigirse hacia la mitad del campo donde accedió conversar con un periodista de este periódico.

Josué, quien recuerda con sentimiento a la barra a la que algún día perteneció, reconoció que ha visto situaciones que nunca pensó y ha participado en diversos delitos, aunque ha corrido con “suerte” de -todavía- no ser capturado por las autoridades.

Consecuencias

La fiebre del fútbol, la falta de educación y la precaria realidad económica son los factores de donde emerge la brecha de la que se aprovechan las maras y pandillas para atraer a jóvenes barristas hacia sus filas, según el sociólogo Armando Orellana.

”Para elevar la emotividad por el triunfo o fracaso de su equipo algunos jóvenes suelen recurrir al alcohol y a las drogas. Así, estos grupos pasan a ser reclutados por criminales que tienen un espíritu de cuerpo respecto a ellos”, consideró el experto.

En ese contexto, se entiende que, aunque las barras bravas sean integradas por jóvenes y adultos de diferente clase social que comparten un mismo sentimiento por un equipo, la más vulnerable ante los grupos criminales es la clase baja.

En muchos casos, las consecuencias que acarrea esta transición de barristas al crimen organizado van desde daños físicos por sangrientas riñas entre bandas rivales, la prisión e inclusive, la muerte.

“Es una situación grave la que ocurre en el país y no se percibe en la política pública ni en los propios equipos una dinámica para crear instancias de orientación o educación para que se evite la problemática”, lamentó Orellana.

$!Las barras bravas previenen que miembros de estructuras criminales integren la agrupación con filtros de investigación de cada integrante.

Patrones similares

La información recabada por la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) indica que las maras y pandillas tienen una apología similar con las barras bravas por la violencia que ambas generan, pero la diferencia es que estas últimas no son caracterizadas por delinquir, al menos no todos sus miembros.

El ministro de la Secretaría de Seguridad, Gustavo Sánchez, en un libro de su autoría llamado Tribus Urbanas: Barras Bravas, explicó que algunas de las similitudes entre ambos grupos es el nivel de organización, sesiones constantes para establecer estrategias y presentar a los nuevos integrantes.

“También coinciden en el carisma de líder, este debe ser una persona carismática y emblemática, quien influye entre los miembros del grupo una conducta y modelo a seguir”, indica el texto.

Respecto a la transición, el inspector de la DPI Edgar Alvarado mencionó a este rotativo que las investigaciones que han realizado indican que algunos miembros de las barras han pasado a formar parte de bandas criminales y viceversa, aunque no cuentan con cifras sobre este fenómeno.

“Son pocos los casos que hemos identificado, pero sí. De hecho, hay miembros de maras que apoyan a las barras en el ámbito de afición porque las maras prohíben hacer cualquier acto vandálico fuera de la misma estructura. Además, recuerde que estos grupos no se exponen como las barras bravas”, dijo.

Este rotativo intentó contactarse con el subdirector de la Dirección Policial Anti Maras y Pandillas Contra el Crimen Organizado (Dipampco), Eduardo Lanza, pero hasta el cierre de esta edición no tuvo respuesta positiva.

" Ellos buscan los puntos blandos de una sociedad sucumbida en la falta de valores y desintegración familiar” "

Prevención

Pese a que las barras bravas canalizan la pasión por un equipo de fútbol, ante la sociedad son vistas como un sinónimo de violencia y desorden, especialmente por los terceros que en ocasiones se infiltran en estos grupos para cometer actos criminales.

Ante ello, Melvin Servellón, presidente de la barra del Olimpia, Ultra Fiel, explicó que en la como agrupación realizan un trabajo preventivo que va desde una investigación en cada peña (nombre que se le da al sector donde reside el aficionado), para identificar la ocupación de quien busca ser parte de la barra.

Del mismo modo, Servellón reveló a este rotativo que existen varios casos de individuos que fueron parte de la barra y después se unieron a organizaciones criminales, pero pertenecer a ambos grupos no es permitido.

En la misma postura estuvo Roberto Sánchez, fundador de la afición que apoya al Olimpia desde 1998, quien explicó que pertenecer a la barra es un proceso que requiere varios filtros, aunque en ocasiones son burlados por el crimen organizado.

“Ellos buscan los puntos blandos de una sociedad sucumbida en la falta de valores y desintegración familiar, pero el que realmente apoya por amor al equipo se excluye definitivamente de caer en garras de grupos criminales”, apuntó.

Por otro lado, Fernando Mendoza, líder de la barra conocida como Revolocos, quienes apoyan a Motagua, explicó que cuando se han identificado casos de este tipo en la barra azul los individuos son expulsados.

“Algunas personas que formaron parte de la barra después pasaron a otras agrupaciones, por lo tanto, dejaron de asistir a la barra y otras han sido expulsadas porque la barra se creó para alentar al equipo”, mencionó.

Sin embargo, Mendoza consideró que la falta de oportunidades de empleo y educación es uno de los factores que empuja a que estructuras criminales realicen el reclutamiento de los jóvenes en las barras. “La solución sería darle una opción real al joven, que sepa que al salir de los estudios conseguirá su trabajo soñado para superarse con su familia”.

$!Barras bravas, un imán para las pandillas: “Nunca quise entrar, pero no tenía otra opción”
Las maras y las barras deportivas coinciden en el carisma de líder, este debe ser una persona carismática y emblemática, quien influye entre los miembros del grupo una conducta y modelo a seguir

Violencia en los estadios

En los últimos años, los cánticos y fervor futbolístico que reina en los estadios ha sido suplantado por violentos hechos en los accesos al recinto deportivo, peleas entre barras, agresiones a las autoridades y hasta muerte de aficionados.

El más reciente ocurrió en febrero de este 2023, durante un clásico sampedrano entre Marathón y Real España.

Los barristas del Monstruo Verde invadieron la cancha y de desató un enfrentamiento en las afueras del estadio que acabó con la vida de Keiry García, una joven de 15 años que falleció a causa de un disparo en su cuello.

$!Keiry era fanática del Real España y acudió con su padre al estadio para disfrutar del partido.

En 2022 ocurrió otro hecho violento en el Torneo Clausura, donde Motagua se consagró campeón sobre Real España. Minutos después del pitazo del final del partido, aficionados de la Máquina invadieron la cancha para evitar el festejo de los jugadores.

En medio del caos, un joven identificado como Wilson Ariel Pérez, pateó por la espalda a la subinspectora de la Policía Nacional Denia Contreras, quien cayó por las gradas del estadio y resultó con heridas graves.

El joven agresor murió pocos días después y luego fueron detenidos cuatro miembros policiales por su presunta implicación el homicidio.

$!El momento en que Wilson Pérez empuja a la oficial de policía en las gradas del coloso capitalino.

El 28 de mayo de 2017 cinco personas perdieron la vida y al menos veinte resultaron heridas en una avalancha ocurrida en las afueras del Estadio Nacional Chelato Uclés de Tegucigalpa.

El incidente se registró minutos antes de que rodara el balón en el partido de vuelta de la final del torneo Clausura entre Motagua y Honduras Progreso, encuentro que se disputó con los cadáveres a la par de la cancha.

Dos años después, el 17 de agosto de 2019 se registraron tres fallecidos y doce heridos, entre ellos tres jugadores, cuando un grupo de presuntos miembros de la barra Ultra Fiel, atacaron el autobús donde se dirigían los futbolístas de Motagua.

El hecho ocurrió a inmediaciones del Estadio previo a un clásico entre Olimpia y Motagua.

$!La muerte de las cinco personas ocurrió tras el ingreso violento de aficionados al interior del estadio.

Incidencia

La Policía Nacional ha registrado 55 muertes por riñas deportivas en Honduras desde el 2013 hasta 2022, donde 2019 fue el período con más homicidios, con 14, seguida por 2015 con 10, así como 2017 y 2016 con nueve respectivamente.

La mayor parte de homicidios, es decir un 69% que corresponde 38 víctimas, ocurrieron en las afueras de los recintos deportivos, mientras que apenas cuatro, que representan el 7%, sucedieron en el interior de los estadios.

Por su parte, el departamento con más muertes violentas entre barras ha sido Francisco Morazán con el 30% que representa 17 fallecidos. Le sigue Comayagua con un 29% (16) y Cortés con 21% que son equivalentes a 12 muertes.

Del total de las muertes registradas por riñas deportivas, el 96% que representa 53 personas, fueron del sexo masculino entre los 20 y 29 años.Sin embargo, se desconoce si los homicidios en mención tienen vinculación con el crimen organizado o filtración de estos grupos en las barras bravas.

$!Aficionados invadiendo una cancha hondureña tras la culminación de un partido de fútbol.

Las cifras anteriores e historias como las de Josué dejan una pregunta sobre la mesa: ¿cómo es posible que la pasión del fútbol que une a multitudes pueda transformarse en un siniestro brazo de las maras y pandillas?

La respuesta, aunque compleja, radica en una combinación de factores sociales y económicos que representan una trampa para los grupos más vulnerables.

Para solucionar la problemática se necesita el compromiso de las autoridades gubernamentales, deportivas y sociales para implementar programas educativos y de desarrollo personal con la intención de que las nuevas generaciones puedan construir un futuro más seguro y esperanzador, coincidieron los entrevistados.