“Allá dormía con un ojo abierto y otro cerrado, aquí duermo feliz”

Francisco Díaz, un hombre de hogar y de mar, es el artífice de que ahora las comunidades de las barras vivan en un lugar seguro. Durante 32 años luchó por su gente.

Foto: Franklin Muñoz y Jessica Figueroa

Francisco Díaz, poblador de Cuyamel.

lun 31 de octubre de 2022

8 min. de lectura

Cuyamel, Omoa

A Francisco Díaz muchos pobladores de las barras de Cuyamel y Motagua le deben la vida, sus casas nuevas y la oportunidad de continuar en una comunidad donde es posible dormir plácidamente sin miedo a ser arrollados por la furia de la naturaleza.

El mar Caribe se comió dos comunidades, pero parió la unión de una nueva. Ahora 74 familias están seguras en lo que ya llaman la colonia Unión Barras, ubicada frente a la carretera y a menos de 20 minutos en moto desde sus viejos hogares. El proyecto costó 40 millones de lempiras.

$!Don Chico señala hasta dónde llegaba la comunidad y los restos de casas, que incluso él construyó.

El artífice de que ese proyecto fuera realidad es sin duda don Chico, como le dice la mayoría. Primero tocó puertas y se hizo escuchar, luego enfrentó la dura tarea de convencer a la mayoría de familias para que dejaran sus hogares, y en eso, todas las inclemencias que sufrieron le ayudaron bastante.El liderazgo y la experiencia de este personaje es innegable. Adonde va lo saludan y lo conocen.

Mientras acompañaba al equipo de LA PRENSA Premium a realizar tomas de dron a las barras, contaba que el primer frente frío de la temporada registrado entre el 12 y 16 de octubre había inundado todo.

Familia
  • > Don Chico es un orgulloso hombre de hogar. Es padre de 13 hijos de los que nueve son hombres y cuatro mujeres. Además, tiene seis nietos. Toda su vida se ha dedicado a la pesca y a la agricultura.

“Si viene unos tres días atrás, habrían podido ver las olas de siete metros de altura, aunque todo estaba inundado y no se podía pasar. Allá varias familias quedaron todos esos días sin acceso a nada y sin comida, pero esos que sufren fueron los que no creyeron en el nuevo proyecto”, dice con lamento.

Pese a que muchos siguen renuentes a dejar el peligro en las barras, él dice que aunque ya tienen casas y comunidad nuevas no dejará de trabajar para que les construyan casas a las familias que ahora son damnificados permanente.

$!El mangle en la frontera entre el mar y el río Cuyamel es la referencia del tamaño de las olas que golpean la zona. La vieja aldea y la nueva donde ven hermosos atardeceres.

“Las comunidades de las barras tenían entre 180 y 200 años. Las cosas empezaron a cambiar cuando el volcán Pacaya de Guatemala en 1984 entró en actividad y casi secó el río Motagua, desvió su curso y hundió las comunidades. Luego de eso, el mar comenzó a llevarse terrenos poco a poco. En eso vino el huracán Mitch y ahí empeoró el problema. Luego el terremoto de 2009 hundió por completo la totalidad de las barras y hablemos de Eta y Iota. Son más de 1,000 metros los que se ha llevado el mar hasta ahora. El río causa inundaciones tremendas porque el terreno se ha hundido”, explica con gran acierto.

Resume que esa suma de sucesos les cambió la vida por completo en todo: agricultura, pesca y supervivencia.

Inauguración
  • > Las lluvias causadas por la tormenta Julia al cierre del Feriado Morazánico, y que inundaron también la comunidad, hicieron que casi todos los pobladores se mudaran a las casas nuevas que ya estaban listas.

“Ahora hay 74 familias en viviendas en nuevas casas. El alcalde Ricardo Alvarado donó el terreno y la fundación Cepudo , que dirige Linda Coello, construyó la casa con Food for the Poor. Nos dieron toda clase de accesorios como camas, ecofogones, estufas, todo lo que es de un hogar. Todo nos los donaron. Hasta nos dieron el mobiliario de la escuela y kínder y también se va a comenzar en febrero un comedor infantil”, dice con orgullo y humildad.

Por otra parte, don Chico también cuenta que la tierra que todavía les queda en las barras no la pierden.

“La vamos a seguir trabajando, porque ese es nuestro medio de vida para subsistir. Lastimosamente vivir ahí en los últimos tiempos era sacrificado. Lo más difícil era la contaminación tremenda causada por el río Motagua. Basura, desechos hospitalarios. Nosotros casi vivíamos en epidemia ahí”, asegura.

Tomando una bocanada de aire, cuando le pregunté cómo se siente ahora en su nuevo hogar lejos del mar, alcanzó a decir: “Estamos supercontentos. Aquí nos cambió la vida. Yo les digo, allá yo dormía con un ojo abierto y otro cerrado, y aquí duermo feliz. Ya tenía 32 años de estar sufriendo en la comunidad evacuando familias, casi dos o tres veces al año”.