El Centro Perelman abre sus puertas en Nueva York

El Bajo Manhattan floreció después del 11 de septiembre y su población se triplicó. Pero el World Trade Center permanece como una zona ajena.

Foto: George Etheredge para The New York Times

El mármol blanco del Centro Perelman para las Artes Escénicas se torna ámbar cuando se ilumina.

mar 17 de octubre de 2023

Por Michael Kimmelman / The New York Times

El nuevo Centro Perelman para las Artes Escénicas es el edificio cívico más glamoroso en erigirse en Nueva York en años.

Un cubo de mármol flotante y translúcido, está engarzado al pie del One World Trade Center con sólo ocho pisos de altura, un liliputiense entre un derroche de rascacielos megaaltos, pero imposible de pasar por alto. El proyecto de 12 mil metros cuadrados y 500 millones de dólares llega a una Nueva York muy distinta a aquella en la que fue concebido hace 20 años. En ese entonces, la Ciudad estaba completamente consumida por el pesar, su economía en caída libre y la zona cero seguía siendo una tumba humeante.

Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, la atención se centró apropiadamente en las familias de las víctimas, y algunas de las más vociferantes cabildearon por consagrar todo el sitio de 6.5 hectáreas como un monumento conmemorativo; y los funcionarios batallaron para conciliar esas súplicas con la urgente necesidad de restaurar la economía y el centro de la Ciudad.

Las autoridades pregonaron nuevas y relucientes torres de oficinas como una respuesta a Osama bin Laden, rodeando las piletas conmemorativas gemelas. Aún así, otros argumentaron que una respuesta al terrorismo —y lo que necesitaba el vecindario— era un lugar para las artes.

“Era importante que se creara algo vivo aquí, justo aquí, en el sitio del World Trade Center”, dijo Catherine McVay Hughes, ex presidenta de la Junta Comunitaria 1 del área, en el 2016.

World Trade Center

Ya pasó una generación. El Perelman abre sus puertas después de la pandemia, cuando el negocio del teatro está perdiendo empleos y no está claro cuántas personas regresarán a las oficinas, mucho menos se aventurarán al World Trade Center para una noche de danza.

Su arquitecto es Joshua Ramus, de 54 años. Él se refiere al edificio como una “caja misteriosa”, en alusión a los tres teatros que cambian de forma alojados en su interior. Pequeños, medianos y grandes, están revestidos con paneles acústicos de madera y se pueden disponer en más de 60 configuraciones, además de eliminar balcones, mover paredes y bajar escenarios.

Esto está oculto detrás de una fachada formada por miles de paneles de mármol ricamente veteados acomodados entre finas láminas de vidrio. Las vetas crean patrones en el edificio. Al anochecer, cuando el parque conmemorativo se vacía y los trabajadores de oficina regresan a casa, el Perelman se ilumina como una linterna. Su piedra blanca se vuelve ámbar, dando vida al vecindario.

$!Visitantes pasan junto a las piletas conmemorativas enfrente del Perelman.

El Bajo Manhattan floreció después del 11 de septiembre y su población se triplicó. Pero el World Trade Center permanece como una zona ajena. La Autoridad Portuaria obligó a la construcción de un edificio vanidoso llamado Oculus, de Santiago Calatrava, para albergar una estación de tren y un centro comercial. Los sueños de un centro artístico gradualmente se desvanecieron. Pero en el 2015, el cubo de mármol de Ramus prevaleció en un concurso de diseño internacional organizado para reactivar el proyecto. Al año siguiente, Ronald O. Perelman, el magnate de los cosméticos, donó 75 millones de dólares para detonar la recaudación de fondos.

El desafío estructural fue construir al Perelman sobre cuatro pisos subterráneos de infraestructura —un laberinto de vías de tren, conductos de ventilación y rampas para camiones que dan servicio al World Trade Center. Ramus hizo mancuerna con Davis Brody Bond, la veterana firma de arquitectura de Nueva York, y el ingeniero estructural Jay Taylor, director senior de Magnusson Klemencic Associates. Construyeron un sistema de vigas de cinturón, que sostienen los teatros y elevaron al Perelman sobre un pedestal de granito negro, colocando una escalera de entrada bajo la pared sur del edificio.

Esa escalera deposita a los visitantes en un vestíbulo diseñado por el Rockwell Group, con un techo esculpido de luces metidas en espirales de costillas de madera.

El éxito del Perelman dependerá ahora de su programa de eventos para atraer a visitantes al World Trade Center. Pero el Bajo Manhattan difícilmente podría haber pedido una obra de arquitectura pública más espectacular.

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