‘La bruja de Blair’: ¿sería creíble el primer fenómeno de terror viral en la actualidad?

Por: Maya Salam/The New York Times

“En octubre de 1994, tres estudiantes de cine desaparecieron en los bosques de Maryland durante un reportaje sobre la leyenda de la Bruja de Blair. Un año más tarde se encontró la película”.

El público que abarrotó los cines en 1999 vio ese texto blanco tembloroso durante los primeros momentos de “El Proyecto de la Bruja de Blair”. Lo que siguió fueron unos 80 minutos de creciente temor mientras tres veinteañeros —Josh, Heather y Mike— intentaban descubrir la verdad detrás de la leyenda de una entidad sobrenatural llamada la Bruja de Blair. El asunto no termina bien para el trío.

Filmada inicialmente por sólo 35 mil dólares, “El Proyecto de la Bruja de Blair” recaudó casi 250 millones de dólares. Se convirtió en un fenómeno de la cultura pop, que dejó una pregunta incómoda entre los cinéfilos: “¿Es esto real?”.

Es un enigma existencial que cobra más importancia que nunca 25 años después, obligándonos a aplicar esa pregunta a cada imagen o sonido que vemos ahora.

En aquel entonces, crear esa incertidumbre requirió labor estratégica por parte de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, los directores. Comercializado como un documental, el material promocional incluía carteles de “desaparecido” de sus actores principales en gran parte desconocidos: Joshua Leonard; Heather Donahue, ahora conocida como Rei Hance; y Michael C. Williams.

Al centro de la construcción del mundo para la película estaba un sitio web donde Myrick y Sánchez expusieron la historia de fondo de la Bruja de Blair. También sirvió como foro de discusión, sacándole provecho a la incipiente Internet.

A medida que más visitantes llegaban al sitio, más preguntas se hacían, lo que “nos puso fuego bajo el trasero para publicar más información”, dijo. “Nadie realmente había estado haciendo eso a ese grado en ese momento y utilizando la web de esa manera”.

En los días previos al estreno, les preocupó haber llevado demasiado lejos el ángulo de la “historia real”, especialmente cuando un policía los contactó.

En los 25 años desde entonces, el concepto de desinformación ha cambiado drásticamente. A menudo se argumenta que “El Proyecto de la Bruja de Blair” nunca podría replicarse, un debate que aún aparece en foros como TikTok y Reddit, donde posts recientes han acumulado millones de visitas y miles de comentarios, como uno del año pasado que preguntaba: “¿Realmente pensó el público que ‘El Proyecto de la Bruja de Blair’ era real?”.

“La gente legítimamente creía que era real. No había NADA parecido aún”, respondió un comentarista en Reddit.

Pero, ¿podría ocurrir hoy el fenómeno del “Proyecto de la Bruja de Blair”? Sus creadores discrepan. “Todo el mundo es muy cínico respecto a cualquier cosa que se presente”, dijo Myrick. “Nadie cree nada y creen todo al mismo tiempo. Es realmente extraño”.

Cuando inició el rodaje, los tres protagonistas fueron enviados al bosque sin diálogo y sólo un bosquejo relacionado con su propio personaje. Fueron seguidos y cada noche se les provocó verdadero miedo, frustración y pánico. Gran parte de las peleas en la película no fueron fingidas.

“La gente ve video, entonces debe ser real”, dijo Hance en 1999.

Hoy vivimos en un mundo en el que dudamos de nuestros sentidos y, a su vez, nos preguntamos qué es real o qué es engaño; qué está montado o actuado; qué está hecho por humanos o por inteligencia artificial. La legitimidad de fotografías de rostros, de reseñas de restaurantes o de imágenes históricas ya no es un hecho.

Experimentar la vida a través de una lente alguna vez fue una perspectiva tan extraña que, al concebir la idea de la película, Myrick y Sánchez se obsesionaron con la factibilidad de su método central de narración: ¿por qué seguiría filmando Heather a pesar de estar perdida y perseguida en el bosque? Hoy esa pregunta ni siquiera necesitaría respuesta. Nuestros feeds están repletos de imágenes de primera mano de guerras, desastres naturales y conciertos.

En 1999, la zona gris entre la verdad y la ficción quedaba contenida en el tiempo de proyección de la cinta. Y cuando salíamos del teatro, nos dábamos cuenta colectivamente de que todo era un viaje.

Ahora, ese viaje nunca termina. Y quizás lo más desconcertante sea el conocimiento de que cada uno de nosotros vive en una versión cada vez más singular del mundo, lo que hace que la realidad sea menos una experiencia comunitaria que nunca.

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