“Viví un infierno”: violencia doméstica acecha en silencio a miles de hondureñas
Más de 255 mil denuncias por violencia doméstica se han registrado en los últimos diez años en Honduras, según un análisis hecho por LA PRENSA Premium.
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Más de 235 mil mujeres y cerca de 20 mil hombres denunciaron sufrir violencia doméstica por parte de sus parejas en los últimos diez año, pero las denuncias en la fiscalía y los juzgados han ido disminuyendo por la falta de medidas que les garantice su seguridad.
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Tegucigalpa, Honduras.-
“Viví un infierno”, fueron las palabras con las que mejor describió Cindy (nombre ficticio para proteger la identidad de la persona) sus 24 años de vida en los que la violencia doméstica era el diario vivir; entre agresiones físicas y humillaciones al lado de un hombre violento.
Aproximadamente a sus 16 años, Cindy se fue a vivir con él; un hombre caracterizado por ingerir mucho alcohol y ser extremadamente celoso, al punto de no dejarla salir de la casa.
Los golpes, insultos y humillaciones las recibía sin importar que sus hijos presenciaran esos escenarios que dejan marcas de por vida. Este infierno que vivió Cindy por más de dos décadas lamentablemente también lo han vivido decenas de miles de mujeres.
Desde 2013 hasta 2023, se han interpuesto 255,329 denuncias por violencia doméstica, según lo recopilado por la Unidad de Datos de LA PRENSA Premium.
Este rotativo analizó las denuncias presentadas ante el Ministerio Público (MP), en los Juzgados de Letras y los Juzgados de Paz en Materia de Violencia Doméstica.
Los Juzgados de Paz a nivel nacional abrieron expediente a 103,843 casos por violencia doméstica, mientras que los Juzgados de Letras 94,198 y en el MP se recibieron 57,288 denuncias de acuerdo a la solicitud de información pública SOL-MP-2144-2023.
En cuestión de una década, las mujeres han sido las más afectadas, representando el 92% de los casos totales entre los juzgados y la fiscalía, con 235,534 denuncias de féminas.
En menor medida, pero no menos importante, 19,778 hombres manifestaron ser víctimas, representando el 8% restante.
La Ley Contra la Violencia Doméstica en Honduras define esta violencia como toda conducta en la que que se haga uso de la violencia física, psicológica, sexual o patrimonial entre dos personas en la que existe o existió una relación sentimental, ya sea como esposos, compañeros de hogar, o novios.
En las más de 57 mil denuncias recibidas por el MP, el 85% mantenían una relación con su agresor como compañeros o excompañeros de hogar, equivalente a 49,048 casos.
El 8% tienen o tenían una relación de matrimonio, siendo 4,775 casos, del 5% se desconoce el tipo de relación que sostenían con 2,909 denuncias, y menos del 1%, equivalente 542 casos, sufrieron agresiones en un noviazgo.
Desconfianza
Cuando Cindy se armó de valor para ir al juzgado y denunciar a su pareja, anhelaba que con su decisión su vida diera un giro de 180 grados para su bienestar y el de sus hijos, pero solo quedó como un anhelo.
“Después de la denuncia fue un infierno peor, él se volvió peor, se volvió más violento”. Cindy relata que sintió que a las autoridades no les importó velar porque el individuo acatara las medidas impuestas, sino alrededor de ocho años después se percataron de que el hombre nunca acudió a firmar los libros en el juzgado.
Lo arrestaron, pero su salida fue rápida ya que solo tuvo que pagar la fianza. Fueron ocho años de mayor sufrimiento y llanto, en los cuales las amenazas de muerte las expresaba sin pudor.
“Mirá este machete. Está bueno para volarte la cabeza”, fue una de las tantas frases escalofriantes que escuchó Cindy por parte de su marido. Ella temía por su vida y volvió a denunciarlo, pero el resultado no fue distinto.
Este escenario se empeoró con la llegada de la pandemia de Covid-19, pues Cindy dijo que él no cumplió con la orden de alejamiento. Incluso, su verdugo se burlaba jactancioso, aludiendo que él podía hacer lo que quisiera, que nadie la salvaría.
El caso de Cindy no es aislado. Si bien con el pasar de los años se registran menos denuncias tanto en los juzgados como en la fiscalía, no es porque los casos hayan disminuido, sino que la falta de confianza en las instituciones hace que las víctimas prefieran guardar silencio.
Al hacer una comparativa de la última década por cada cinco años (2013-2017 y 2018-2022), se refleja una notoria diferencia de denuncias en promedio por año.
Los Juzgados de Letras de 2013 a 2017 recibían un promedio anual de 9,916 casos, pero de 2018 a 2022 su media bajó a 8,450. En los Juzgados de Paz, ingresaban un promedio de 10,081 casos hasta 2017, pero desde 2018 disminuyó a 7,662 denuncias al año.
Por su parte, en el Ministerio Público se interponían anualmente un promedio de 7,795 denuncias, pero de 2018 a 2022 ahora solo reciben 3,391 denuncias al año, según los cálculos de este medio.
Migdonia Ayestas, directora del Observatorio de la Violencia de la Univesidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH), atribuye que la normalización de esta situación ha provocado que los casos queden en silencio.
”Se ha naturalizado la violencia y por lo tanto, las mujeres creen que es normal que las traten mal, que abusen de ellas de forma física, psicológica y hasta sexual”.
Sumada a esta normalización, Ayestas apunta que las afectadas no suelen reconocer que están siendo víctimas por falta de conocimiento. También indicó mencionó que existe desconfianza en querer interponer la denuncia, factor que trae consigo un efecto dominó.
Asimismo, explicó que esto se debe a que en aquellos casos donde las mujeres no vieron resultados de mejora tras la denuncia, replican desde su experiencia el mensaje de que denunciar no marcará una diferencia en su situación.
Para Merly Eguigure, coordinadora del Movimiento de Mujeres por La Paz “Visitación Padilla”, el silencio y normalización de la violencia doméstica se origina porque “la sociedad, la iglesia, los medios de comunicación, las instituciones del Estado y el mismo Poder Judicial no están tomando las medidas efectivas para erradicar esa violencia y castigarla”.
Pero la normalización y aceptación de la violencia doméstica no solo se debe al silencio de las autoridades sino también de los familiares.
Tanto Ayestas como Eguigure coinciden en que se ha propagado la creencia de que “los problemas de casa, se resuelven en casa” . Esta situación aumenta el peligro de que la víctima pierda la vida a manos de su pareja.
Los hombres y mujeres que ejercen violencia doméstica no están cometiendo delito, ya que esta acción no se contempla dentro del Código Penal. En lugar de ser delito, es considerada una falta, de acuerdo a Ley Contra la Violencia Doméstica, falta que es pagada con horas de servicio comunitario.
Acción
Eguigure expuso que desde Visitación Padilla, consideran que es urgente que la violencia doméstica sea tipificada como delito. Por lo tanto, exhortó al Congreso Nacional que incluyan estos actos como delitos dentro del Código Penal.
”Debe ser condenada con cárcel, pero que no tenga fianza. Si es la primera vez que es condenado por violencia doméstica un agresor y su condena es de 30 días en la cárcel, que pase 30 días en la cárcel”, sentenció.
Asimismo, exigió a los congresistas la aprobación de la ley de Casas Refugio, en la cual el Estado asumiría mayor responsabilidad y financiamiento en la creación de estos centros encargados de atender a las víctimas de violencia doméstica.
De igual forma, apuntó que desde la adolescencia hay que implementar la educación sexual y las nuevas masculinidades para no esas seguir reproduciendo esas creencias y justificaciones de violencia contra hombres y mujeres. Para Eguigure, los hombres tienen que dar el siguiente paso de desprenderse de esa cultura de superioridad heredada.
“Si no enseñamos nuevas masculinades e igualdad, la violencia puede ejercerse de ambos lados. Por eso hay que trabajar en la cultura de la violencia y sobre el machismo en el cual estamos acostumbrados. Es importante educar para la igualdad”, subrayó Ayestas, añadiendo que en este asunto debe participar la Secretaría de Educación.
A su vez, instó que los entes estatales como la policía, los juzgados y los fiscales deben recuperar la confianza actuando y mostrando resultados; para ello, el Estado debe otorgarle más recursos.
Igualmente, la directora del observatorio aconsejó a los familiares y amigos de alguien que es víctima de violencia doméstica de acompañarlas y escucharlas.
Atención a víctimas
Desde la Secretaría de Salud (Sesal) se ha venido trabajando en atender a las víctimas de violencia doméstica en quince establecimientos de salud por medio de las consejerías de familia. En Distrito Central se atienden casos en: el centro de salud de Villa Adela, Colonia Los Pinos, El Manchén, Las Crucitas, barrio El Bosque, colonia La Cañada y el centro de salud Alonso Suazo.
En Comayagua se puede acudir al centro de Salud José María Ochoa; los centros policlínicos del departamento de Atlántida y Copán; el hospital San Francisco en Juticalpa; la región de Salud en El Paraíso y la región metropolitana de San Pedro Sula
Carolina Padilla, técnico de Redes Integradas de Salud de Sesal, detalló que las consejerías de familia atienden a las víctimas de violencia doméstica sin importar su sexo.
“Es un equipo multidisciplinario conformado por psicólogos, trabajadores sociales, abogados y otros recursos humanos capacitados en el abordaje de violencia doméstica”, informó.
En estos centros Padilla comentó que no solo se atienden a las víctimas o agresores remitidos de por una orden judicial, sino que está disponible para las personas que busquen auxilio.
La meta de las autoridades de Salud es abrir más consejerías de familia, en las cuales se les da acompañamiento legal, atención médica y psicoterapias para las sobrevivientes. “Se trabaja el autoestima, el tema de género, causales de la violencia, el entorno patriarcal que forma conductas sumisas, ya que la violencia es aprendida”.
En el caso de aquellos hombres que son agresores, reciben sesiones sobre reeducación en nuevas masculinidades, con el objetivo de que rompan ese comportamiento y entienda la razón por la que se volvió agresor.
Aunque no lo parezca, nunca es tarde y la luz de un nuevo comienzo llegó a la vida Cindy. Logró salir de ese infierno en el que tantos años vivió.
Ahora está cumpliendo con su sueño de tener su salón de belleza, retomó sus estudios de educación secundaria y ahora está cursando la carrera de Trabajo Social, la cual surgió tras años de aquellas vivencias y de observar como en su comunidad habían personas que necesitaban ayuda.
“Mi salón de belleza, culminar mi carrera y poder ayudar a mujeres que están viviendo en un riesgo, que están siendo víctimas de violencia doméstica y que no han podido salir de ahí. Ayudar a estas mujeres a que se empoderen y digan ´Ya basta, no merezco vivir esta vida´”, dijo con fuerza Cindy, llena de esperanza por el nuevo cambio.