Asaltó un banco por su propio dinero

Al-Hajjar fue a su banco en noviembre y amenazó con quemarlo a menos que le diera parte de los 250 mil dólares en su cuenta. Más de 12 horas después, salió con 25 mil dólares en efectivo.

Foto: Diego Ibarra Sanchez para The New York Times

Walid al-Hajjar amenazó con quemar su banco para poder sacar dinero de su cuenta para atender a su esposa, Ola.

mié 13 de septiembre de 2023

MARJ ALI, Líbano — Cuando Walid al-Hajjar irrumpió en su banco armado con una jarra de gasolina, cuatro encendedores y dispuesto a prenderse fuego, el cáncer de huesos de su esposa ya estaba demasiado avanzado como para que él la salvara. Pero él quería que ella estuviera más cómoda en el tiempo que le quedaba —atendida con analgésicos en un hospital en lugar de retorcerse de dolor en casa, recordó.

Al-Hajjar, de 48 años, tenía el dinero para pagar el tratamiento de su esposa. Pero como tantos libaneses, los ahorros de toda su vida estaban atorados en su cuenta bancaria: el banco central no ha permitido a los depositantes retirar más de unos cuantos cientos de dólares al mes desde el colapso financiero del 2019. Entonces, como otros antes que él, Al-Hajjar fue a su banco en noviembre y amenazó con quemarlo a menos que le diera parte de los 250 mil dólares en su cuenta. Más de 12 horas después, salió con 25 mil dólares en efectivo.

“Si no entras y amenazas con lastimarlos, no te darán nada”, dijo más tarde Al-Hajjar, quien estuvo encarcelado dos días.

Prácticamente nadie en el Líbano se ha librado del colapso tanto del sistema bancario como de la moneda local, la lira, que ha perdido el 98 por ciento de su valor desde el 2019. Pero la mayor parte de la carga ha recaído sobre los depositantes que de la noche a la mañana perdieron acceso a dinero que habían pasado toda su vida ahorrando. Su ira se refleja en los daños a los bancos, que se han convertido en fortalezas.

El fenómeno de los depositantes libaneses que recurren a la fuerza para exigir su propio dinero les ha valido el apodo de “los ladrones de bancos más honorables del mundo”.

$!Walid al-Hajjar mira fotografías de su esposa, cuyo cáncer lo llevó a amenazar a su banco por su dinero.

Antes del colapso financiero, el sector bancario del Líbano era admirado y el Gobernador del banco central, Riad Salameh, era aclamado como un mago financiero por supervisar un sistema que mantenía una moneda estable incluso durante las guerras. La lira estuvo vinculada al dólar durante más de 20 años, y ambas monedas se usaban indistintamente. Esto requería que los bancos mantuvieran grandes reservas de dólares. Para mantener la entrada de dólares, ofrecieron tasas de interés generosas a los depositantes y pagaban ese interés con dinero recién depositado. Después del colapso, el Banco Mundial llamó a esto un esquema de pirámide.

Ahora, mientras que los depósitos totales en los bancos libaneses ascienden a unos 92 mil millones de dólares, los bancos tienen, como máximo, 20 mil millones de dólares a la mano, dijo en julio Saadeh al-Shami, el viceprimer Ministro. “Cada depositante merece hasta el último centavo, pero los números no mienten”, dijo.

Para muchos, funcionarios como Salameh, quien dejó su cargo recientemente, representan una clase gobernante que ha llevado al país a la catástrofe mientras se enriquecen. Arquitecto de la política monetaria libanesa durante los últimos 30 años, está siendo investigado en Líbano y ha sido acusado de delitos financieros por Francia y Alemania, que han emitido órdenes de arresto internacionales contra él.

Él dice ser un chivo expiatorio de los problemas económicos. El Gobierno —plagado de corrupción durante mucho tiempo— ha carecido de Presidente desde septiembre.

Para Al-Hajjar, los tiempos difíciles llegaron después de 30 años en los que prosperó en los mercados bancarios y de bienes raíces del Líbano. Puso su dinero en el banco Credit Libanais. “Pensamos que podíamos descansar”, dijo.

En lugar de ello, dijeron él y sus hijos, su esposa pasó sus últimos meses con tanto dolor que el más mínimo roce le dolía. Dos días después de que Al-Hajjar amenazó con quemar el banco, su padre murió de cáncer de riñón. Cuarenta días después, su esposa, Ola, murió a los 41 años.

Dijo que había ido a su banco tres veces con facturas del hospital, suplicando su dinero. En su cuarta visita, fue con una advertencia. La quinta vez, llegó con la gasolina.

Al-Hajjar ahora trabaja en la carnicería de su cuñado y cría solo a sus tres hijos. Dijo que todavía le debe a su familia y amigos 22 mil dólares. “Arruinaron nuestras vidas”, dijo mientras se alejaba del cementerio un día reciente. “Nos están robando y el Gobierno los está protegiendo”.

Hwaida Saad contribuyó con reportes a este artículo.

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