“Le aseguro que JOH no debe ni dormir; ir a juicio allá es un suicidio”: extraditado hondureño

Un hondureño que estuvo preso en la misma cárcel que el expresidente Juan Orlando Hernández y que se declaró culpable por conspiración para traficar drogas, contó a LA PRENSA Premium sus vivencias en dos prisiones de Nueva York

Foto: LA PRENSA

El hondureño regresó al país tras pagar una condena en Estados Unidos por narcotráfico.

dom 18 de febrero de 2024

“Cuando me pusieron el uniforme naranja, dije: hoy sí me siento preso. Dentro de la celda, uno solo piensa y piensa; los días son largos y parece que uno nunca va a salir”.

Este es el relato de un hondureño que fue extraditado por delitos relacionados al tráfico de drogas a Estados Unidos. Años después de recuperar su libertad, habló en exclusiva con LA PRENSA Premium sobre todo lo que vivió.

Este ciudadano, que habló bajo la condición del anonimato, purgó una condena en las cárceles federales de Nueva York luego de haberse declarado culpable por los delitos relacionados al tráfico de cocaína a Estados Unidos.

Su primeros días tras las rejas los vivió en el Centro Metropolitano de Detención (MDC), la cárcel federal de Brooklyn, donde actualmente está recluido el ex presidente Juan Orlando Hernández, quien dentro de poco se enfrentará un juicio acusado de ser conspirador para el tráfico de drogas a Estados Unidos y otros dos delitos relacionados con la posesión de armas.

En esa fría prisión los privados de libertad viven en una estrecha celda, la mayor parte del tiempo aislados y deben limpiar su propio espacio.

Nuestro entrevistado relató la presión sicológica que vivió desde que subió a un avión de la DEA para ser trasladado a Nueva York, así como el momento en el que lo vistieron con un traje anaranjado y lo aislaron por 15 día sin que el abogado, y mucho menos su familia, conociera de su situación.

Decidió contarlo todo

“Yo salí de acá de Honduras en un avión de la DEA. El vuelo duró aproximadamente seis horas. Llegamos de noche a un aeropuerto de Nueva York, que no sé cuál es; me estaban esperando y me trasladaron en un vehículo tipo camioneta custodiado con agentes de la DEA al Centro Metropolitano de Brooklyn.

Llegué como a las 2:00 de la mañana, fui recibido por los guardias de ese centro, me tomaron los datos personales, fotos me dieron una identificación con un número de preso; posteriormente me quitaron mi ropa y me dieron un overol café.

A las 3:00 de la madrugada, creo que me subieron como al quinto piso donde reciben a las personas que llegan detenidas por primera vez a ese correccional, todos estaban durmiendo, me metieron a una celda con otro preso.

A las 6:00 de la mañana abrieron las celdas para el desayuno y vi que habían más privados de libertad, unas 100 personas de diferente nacionalidades. Como a las 9:00 de la mañana un guardia me dijo que me alistará porque iba para la Corte, por lo que me volvieron a dar la ropa con la que había llegado.

$!El sistema de prisiones estadounidense suele ser rígido y aleja a los prisioneros por narcotráfico del exterior.

De la cárcel de Brooklyn me subieron a una van, iba esposado de manos, pies y cintura y me llevaron a la corte donde tenemos que recorrer unos túneles”, narró.

En el limbo

En la Corte del Distrito Sur de Nueva York agentes de la Administración de Control de Drogas (DEA, sigla en inglés) estaban esperando al acusado quien contó que no sabía qué era lo que pasaba, pues no tenía abogado.

En su relato cuenta que al ver que no pasaba nada, decidió consultarle a uno de los guardia sobre el abogado y le respondió que no se preocupara que le asignarían uno, que no entraría a audiencia con el juez sin estar el defensor presente.

“Luego de una hora de espera llegó mi defensor, quien luego de entrevistarme me explicó que la audiencia era de la lectura de cargos y que dijera cuando el juez preguntara de como me consideraba, respondiera “no culpable”, y que luego me explicaría por qué. Aunque en ese momento no entendía, después el abogado me dijo que si se declaraba culpable en ese primer momento, el juez tenía la opción de imponerme una pena de 10 años como mínimo a cadena perpetua y fijar la audiencia para sentencia , lo que me habría dejado sin opción para nada. Pero en esa audiencia luego de que el juez me leyó los cargos y que me declaré no culpable, me fijó otra audiencia para dentro de tres meses”, dijo.

“Me regresaron custodiado, y al llegar a la cárcel de Brooklyn, al día siguiente, me subieron como al piso 10. Iba esposado, me pusieron el overol anaranjado. Ese uniforme solo se lo ponen a los presos cuando los llevan al piso de castigo llamado Shoe (zapato). Me metieron a una celda 2x2, solo cabe la cama que es como una tarima de metal para dos personas , una ducha pequeña, sanitario con lavamanos, me dieron colcha por el frío, pasta dental, jabón, papel sanitario, toalla y uno se encarga de mantener limpia la celda”, explicó.

“Estuve 15 días en esa celda solo salía una hora al sol, y es donde uno empieza a pensar. La cabeza da vueltas, porque uno no sabe lo que pasará y está desconectado del mundo. La única hora que a uno lo sacaban al patio cercado con maya ciclón era encadenado. Me ponían a dar vueltas en uno de los tres patios pequeños que hay en la cárcel y es prohibido conversar con otro preso. Después de estar en la celda de castigo, fui llevado a una celda de la prisión de Manhattan a un piso donde habían más población penitenciaria”, relató el hondureño.

“Esa cárcel era insalubre, estaba infectada de ratas. La celda era pequeña, y la ducha era afuera y compartida. Tiene salones comunes donde hay televisores, computadoras donde se puede escribir con la familia, y teléfonos, pero todo ahí es ‘pisto’, hay que pagar por cada minuto de llamadas. Durante ese tiempo pude ver de lejos a Joaquín “El Chapo” Guzmán. Eso fue cuando lo bajaban a ver a su abogado o visitas. Cuando eso pasaba, a todos nos encerraban en las celdas”, recordó.

“Vi a Don H frente a la celda donde estaba y sabía que era hondureño y solo me levantó la mano. Nadie podía hablar con él porque tenían medidas estrictas”, contó.

Negociación

“Luego de la primera audiencia ya comienza el proceso con el abogado defensor y la fiscalía. Me llevaron documentación, las supuestas evidencias y uno las va discutiendo, luego hay audiencias para hacer peticiones, pedir algo o cambiar abogado defensor. La fiscalía, por medio del defensor, me mandó a preguntar lo que quería hacer, pero solo hay tres opciones : cooperar, irse a juicio o declarase culpable de lo que ofrezcan”, detalló.

“Mi abogado fue sincero y me dijo: “De aquí usted no saldrá, usted ya es de ellos, lo que toca es ver qué mejor parte sacamos de todo este proceso”, pero yo insistía en irme a juicio porque le mostraría que en esas evidencias yo no aparecía con droga, pero el abogado me decía: “esa es una conspiración”.

Según el hondureño, un abogado privado por la primera audiencia en un caso de conspiración cobra 100,000 dólares (L2.5 millones) y para irse a juicio es otro dinero, por eso desde un inicio no tuvo más opción que aceptar un abogado público.

Detalló que en su contra tenían como pruebas una fotografía con otras personas y unos vídeos y que su abogado le expresó que cualquiera de ellos, al final, terminaría siendo testigo y siempre sería condenado hasta con una cadena perpetua de irse a un juicio con jurado.

“Yo seguía viendo la prueba y le decía al abogado enseñe donde esto yo ahí; enséñeme fotos, llamadas telefónicas, intervenciones telefónicas, pero el abogado me decía que eso era una conspiración”, dijo.

“Seguía insistiendo en irme a juicio y el abogado me decía que iba a regresar cuando estuviera más tranquilo. Sentía impotencia porque era todo el aparato de gobierno contra uno”, añadió.

“Durante ese tiempo de negociación tampoco podía hablar de mi caso con otros privados de libertad, pues mi representante legal me decía que cualquiera dentro de la prisión podía ser colaborador para negociar una condena”, extendió.

“Todos los abogados allá lo encaminan a uno a que acepte la culpabilidad, pues nos aseguran que ir a juicio es un suicidio, ya que solo se tiene un uno por ciento de ganar. Mi abogado ya después me dijo: “Manda a preguntar la fiscalía si quiere colaborar, pero yo le decía que en qué iba a colaborar. Yo no sabía nada y no iba a ir a mentir, pues mi familia está en Honduras. Me insistía en que me tenía que hacer culpable. Siempre le pregunté a mi abogado dónde estaban las evidencias, donde estaba la droga”, continuó.

Culpable

Al término de unos 11 meses, el hondureño terminó declarándose culpable de un cargo de conspiración para traficar cocaína y le impusieron una condena relativamente baja tomándole en cuenta desde el momento de su captura.

“La fiscalía solo me dio una semana. Después del ofrecimiento, uno no duerme pensando en eso. Yo le aseguro que Juan Orlando, no debe estar durmiendo, ir a juicio allá es un suicidio. A ese barco se suben otros que están ahogándose y que quieren salir”, dijo categórico.

Luego de firmar el acuerdo, a los dos días estaba ante el juez .

Previo a esa cita, el abogado le recomendó que como se había declarado culpable que fuera convincente ante el juez, le dijo: “Tienes que demostrarle al juez que estas arrepentido y sino lo haces puede que no te acepte”.

Cuando el hondureño se declaró culpable ante el juez, fijaron otra audiencia para la sentencia.

Esta pena iba a depender de una escala representada por la cantidad de años en comparación con la droga que traficó.

Hay un margen para las condenas cuando los acusados ya han negociado y puede ser de 0 a 20 años , de 5 a 40 años y de 10 a 30 años y queda a consideración del juez.

Al consultarle por qué su sentencia fue corta, indicó que al final el juez analiza toda la documentación, y dependiendo de ello da la cantidad de años de prisión.

“Contra mí no había cosas probatorias y de pronto uno cayó por omisión en un caso de estos, pero como es una conspiración lo arrastra a todo”, apuntó.

La fecha de su sentencia fue reprogramada en dos ocasiones y mientras esos pasaba estuvo atendido por sicólogos que determinaron si estaba apto para escuchar los años de prisión. Además buscaban conocer más del ambiente de trabajo y familiar en el que vivía en Honduras.

Luego de recibir su pena, al mes, ya condenado fue traslado a una cárcel en otro estado y quedó a cargo del Buró Federal de Prisiones (BOP). Fue trasladado a una prisión de mínima seguridad.

Dentro del recinto había unos 1,500 reclusos, en su mayoría latinos en la que habían programas de inglés, escuelas para talleres de refrigeración, soldadura y opciones de recreación.

Al cumplir su sentencia fue recogido por Migración y llevado a un centro de detención de donde no pasa ni el mes cuando es deportado.

“Al regresar después de estar un buen tiempo encerrado, se siente diferente, pero no estoy arrepentido de haberme declarado culpable porque sino allá estuviera todavía”, finalizó.