“No nos olviden”, Guanaja clama por ayuda

Los afectados por el incendio se quedaron sin dinero y no pueden construir sus casas por los altos precios de los materiales en el cayo Bonacca.
El cayo Bonacca tiene una extensión de unas 11 hectáreas. Según Copeco, el incendio afectó las viviendas construidas en 130 lotes. El 21% eran negocios. Fotos: Yoseph Amaya.

Exclusivo para Suscriptores

¿Ya tiene su suscripción? Únase a nuestra comunidad de lectores.

Suscríbase

Gracias por informarse con
La Prensa

Alcanzó su límite de artículos

Suscríbase y acceda a artículos, boletines, eventos y muchos más beneficios, sin límite.

Suscríbase

Gracias por informarse con
La Prensa

Artículo exclusivo bajo registro

Inicie sesión o regístrese para acceder al mejor contenido periodístico.

Iniciar Sesión

Gracias por informarse con
La Prensa

Guanaja

Si en San Pedro Sula una bolsa de cemento cuesta alrededor de L185, en Bonacca, Guanaja, el precio es de por lo menos L310. Si en tierra firme un bloque (promedio) de concreto es vendido en unos L15, en ese cayo, quien desee construir una casa paga L25.

En este pequeño territorio hondureño en el Caribe, el cual no sobrepasa las 11 hectáreas (27 acres), construir una vivienda es extremadamente caro.

Para muchos isleños es imposible. Históricamente los guanajeños han estado condenados a pagar el doble por cada uno de los materiales.El incremento exorbitante del precio de los materiales subyace esencialmente en el costo de transporte.

Un 80% de las viviendas de Bonacca están cimentadas y edificadas en la tierra. Un 20%, aproximadamente, sobre pilotes dentro del mar. Los isleños han utilizado madera y bloques de concreto en la construcción.

A los isleños les cargan el flete terrestre de San Pedro Sula a La Ceiba, el flete marítimo de La Ceiba al muelle municipal de Bonacca, el transporte interno en carretas o trocos porque aquí no hay automóviles, tampoco bicicletas; las calles son excesivamente angostas.

Con precios altísimos, despojados de los empleos y sin dinero en los bolsillos, los isleños sueñan con reconstruir toda la zona que devoró el infernal incendio de la madrugada del 2 de octubre. Y desean mejorar los sistemas de agua potable, alcantarillado y luz eléctrica, cuyos proyectos implican la adquisición de materiales fabricados o distribuidos en La Ceiba o San Pedro Sula.

Jessy Kelly Bush, un damnificado de 81 años, piensa que “no es difícil reconstruir el cayo si llegan los materiales, el gran problema es que son muy caros y no hay dinero para que los afectados puedan comprarlos”.

Debido al espacio reducido, el cayo Bonacca estaba sobrepoblado. En cada terreno había edificaciones de dos y tres niveles que alojaban varias familias.

“Yo soy carpintero y si tuviera madera, yo me pondría a hacer la casa. Yo perdí mi casa, era de dos pisos, estaba hecha de madera. El día del incendio yo estaba dormido. Escuché a mi hermana que gritaba fuego, fuego, y salimos corriendo. Ahorita vivo con mi sobrina”, relató.

Bush, como la mayor parte de personas que resultaron afectadas por el incendio, visita frecuentemente las ruinas sin tener un mayor propósito que ver una vez más los destrozos y esperar que alguien llegue a tocar su espalda para ofrecerle una ayuda efectiva e inmediata para comenzar a levantar las paredes.

Solidaridad

Andy López, subcomisionado de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) en Islas de la Bahía, le dijo a Diario LA PRENSA que “construir en Guanaja resulta caro”; sin embargo, esa institución espera que más organizaciones filantrópicas se sumen a la reconstrucción que, según él, impulsará el Gobierno mediante Invest-H.

En las últimas dos semanas, López, además de trabajar en equipo con miembros del Comité de Emergencia Municipal (Codem), Cruz Roja y Alcaldía, ha atendido a ingenieros enviados por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah), quienes han realizado estudios y trabajan en el diseño de un plan de construcción.

“No debemos construir lo mismo para que no vuelva a pasar lo mismo. Queremos que haya un ordenamiento territorial, espacio de un edificio a otro, espacio de una casa a otra casa. Esto generará que no toda la población quede en el cayo, no importa si la construcción sea de cemento o madera. Nosotros queremos más seguridad en el futuro”, agregó López.

Mientras comienza la reconstrucción y si los damnificados aceptan, Copeco montará en la isla mayor un centro de alojamiento temporal al lado de la base naval, contiguo al almacén de los víveres que han llegado para que se alojen las familias afectadas, cuyo número aún no precisan debido a que, horas después del incendio, muchas se marcharon a tierra firme.

“No manejamos una cifra exacta de afectados.En el cayo resultaron afectados unos 130 lotes, en un lote posiblemente había tres casas. En esas tres casas, posiblemente vivían cuatro familias.Algunos rentaban, otros eran dueños, otros tenían negocio: vivían arriba y tenían el negocio abajo. Cuando ocurrió la emergencia, algunos se fueron para La Ceiba, Roatán, Sabana, Pelícano. Se dispersaron.La población neta quedó albergada en hoteles y en casas de amigos y familiares”, dijo López.

Christian Macías, quien pagaba mensualmente una casa que estaba comprando, mira cuesta arriba la reconstrucción “por falta de dinero” y la “falta de apoyo del Gobierno o de una organización que tenga capacidad para comprar materiales en grandes cantidades para construir de una vez todo”.

“Hay que demoler y volver a levantar las casas. Yo trabajaba como albañil y carpintero. Había comprado herramientas y todas las perdí. La casa que le estábamos pagando a una señora quedó destruida.

Aquí es difícil y caro comprar una casa. Solo un pedacito de terreno puede costar veinte mil dólares, hay de ochenta mil dólares”, dijo Macías, quien está dispuesto a vivir en la isla mayor si le regalan una casa.

La Agencia Adventista de Desarrollo y Recurso Asistenciales (Adra), el brazo social de la Iglesia Adventista que tiene gran influencia en el cayo, tiene previsto construir 20 viviendas con dinero que enviarán donantes extranjeros. El Gobierno ha prometido también.

Empresas de tierra firme, como Duracreto, han donado bloques.Gregorio Cantillano, originario de Arada, Santa Bárbara, cree que “solo con la ayuda del Gobierno y otras organizaciones los habitantes del cayo podrán recuperar sus casas, porque construir es muy caro”.

“Mi hermano vivía aquí en Punta Caliente y perdió la casa con el incendio. Creemos que la reconstrucción será difícil, pero no imposible”, dijo Cantillano, quien desde antes del huracán Mitch (1998) vive en Vista Hermosa, en la isla mayor.

La mayoría de los habitantes del cayo afectado por el incendio dicen que no dejarán los terrenos. Son pocos los que aceptan el traslado a la isla mayor.
Solidaridad
Ayuda
Isleños
Incendio Guanaja
Cayo Bonacca